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Primer round post concertación: La Nueva Situación por Angel Saldomando

Si la manifestación de Magallanes fue el campanazo de alerta, HydroAysén, el movimiento amplio por los derechos de la diversidad sexual, la enorme convocatoria del movimiento por la educación y el paro total del cobre, terminaron por configurar una nueva situación en lo político y en lo social. Ese es ahora el nuevo lugar común de partida que hace correr tinta y elaboradas interpretaciones. Algunas de ellas están afectadas por una artificial actitud de desvalorizar el todo para salvar la continuidad. Otras han tenido un súbito ataque de lucidez reconociendo situaciones ampliamente conocidas y no faltan quienes han virado al catastrofismo: si no se cambia esto explotará, vaticinan. Lo que está en juego es si la agenda de cambios necesarios y pendientes para un chile más justo y democrático logrará abrirse camino o seguiremos prisioneros de la distribución de migajas erigida en sistema.

La cuestión del diagnóstico

El debate sobre la nueva situación es conocido (déficit de legitimidad, crisis de representación, desgaste de la clase política, saturación con el modelo y aumento de expectativas, nuevos temas y actores). Pero, el potencial y las perspectivas de esta nueva etapa exceden ya esta discusión. Se trata de analizar en que pueden y como, cristalizar las expectativas de cambio incubadas en la nueva situación. Sin duda que hay muchas dudas, tantas como proyecciones muy pesimistas y otras muy optimistas. En un movimiento incipiente después de un largo período de estabilización controlada, el potencial de la situación se desarrolla con tiempos y dinámicas titubeantes. Las tendencias comienzan a formarse lentamente y aun así no dan inmediatamente claves comprensivas claras. Lo viejo se desagrega y se recicla con dinámicas de intensidad distinta a como irrumpe y se reacomoda lo nuevo.

Dos elementos cabe tener en cuenta a lo largo de toda esta discusión. Uno es la naturaleza de los conflictos y el otro la dinámica de las fuerzas que entran en ellos. Por naturaleza de los conflictos nos referimos a su carácter primario o secundario. Los primarios se relacionan con la estructura de poder, es decir las condiciones y formas en que los grupos o arreglos dominantes hacen prevalecer sus intereses y sus beneficios en el tiempo. Los secundarios se refieren a aquellos que se relacionan con el funcionamiento del orden social y que pueden ser canalizados sin afectar la estructura de poder. Ejemplos clásicos de lo primero son los conflictos en torno a la definición institucional y de la entrada en el juego político, constitución y ley binominal por decirlo claramente. En otro campo pueden ser los cambios redistributivos importantes en la propiedad y en la asignación de recursos que afecten las posiciones de los diversos grupos tanto en la economía, como en los servicios.

En los secundarios, ejemplos clásicos son el salario mínimo o regulaciones administrativas y cuestiones de acceso y rediseño de servicios, educación salud etc. El que ambos pueden vincularse no está excluido pero tampoco existe una relación directa entre ambos, es decir unos no conducen a otros de manera lineal.

La cuestión de la dinámica de las fuerzas que entran en los conflictos es normalmente concebida como correlación de fuerzas, quien tiene más poder y fuerza en cada caso y que se gana o se pierde. En este caso el punto de partida son las diferencias obvias en la correlación de fuerzas entre los grupos sociales en la sociedad chilena. Por ello hay que analizar este tema en términos de proceso, más allá de tal o cual conflicto.

Por otro lado, no importa a veces que tan masivos o radicales sean los movimientos sociales, puede tener más trascendencia en qué tipo de conflictos se inscriben y que posibilidades concretas hay de avanzar en ellos.

Si analizamos los conflictos recientes desde Magallanes al paro del cobre se puede percibir que todos han sido desagregados, defensivos y secundarios, sólo el del cobre se relaciona mas con la estructura de poder pero en el contexto actual fue más un campanazo de alerta que una dinámica articulada con el resto. Tres aspectos en términos de proceso han aparecido en las movilizaciones más recientes que generan un potencial nuevo. Generó transversalidad y solidaridad que por primera vez hizo coincidir diferentes grupos y categorías en la expresión de su malestar y en la intención de moverse para que las cosas cambien.

La movilización aterrizó la retórica y los discursos en el aquí y ahora sobre cómo avanzar. Su carácter nacional y masivo le ha dado, por primera vez, materialidad a una oposición social, se ve, se siente y son muchos, que hizo volar la hoja de parra del consenso nacional sobre el modelo. Desnudó a una derecha que se parece a esos niños que juran que no se robaron nada y tienen el saco lleno y a una concertación que aseguraba que iba a la escuela y se “cimarreó” 20 años sin hacer la tarea.

Así que a la hora del balance del primer round de los 15 meses post concertación y de gobierno Piñera, tenemos que la pobre legitimidad del modelo se quebró definitivamente, hay una oposición social en marcha y una clase política atrincherada pero que no encuentra aun como recomponer su papel mediador. Es una clase política gastada en edad política y personal, gastaron su crédito administrando el chile del pasado heredado de la dictadura y ahora hace falta inventar un chile nuevo, pero le tiemblan las manos.

Las expectativas

En esta nueva situación hay diferentes expectativas, simplificando: la derecha no quiere naufragar en su primer gobierno que va cuesta abajo y defender el modelo, la concertación quiere rehacerse una imagen que no logra, el problema es en torno a que, agotada de discurso como está, en la izquierda se trata salir al ruedo con un movimiento político masivo que aun no existe, en los movimientos sociales se quiere alcanzar sus objetivos y obtener cambios sistémicos, algo que está por verse. Más allá del cálculo político y las personas, en torno a lo que todo parece girar, hay una cuestión más de fondo y es sin embargo más de mediano plazo. Se trata de la instalación de una agenda política que sea ineludible por su legitimidad y apoyo en torno a la democratización y la justicia social.

El tema de la educación lo logró en parte como un primer paso, pero más allá de obtener una o todas las reivindicaciones, lo fundamental es el reconocimiento del problema y la instalación de un proceso en torno a él. El desgaste del gobierno es ya un triunfo del movimiento y la instalación de un proceso, aunque tiene riesgos de desgaste para todos, mantiene la vigencia del movimiento, más que la obtención inmediata de esta o aquella reivindicación las que de todos modo será algo escalonado y desigual.

Esta agenda debería identificar los puntos centrales en torno a los cuales la transversalidad crece socialmente, madura políticamente y en su camino va identificando referentes que aspiren a representarla. Una suerte de contrato abierto en el tiempo entre las nuevas aspiraciones surgidas y cualquier proyecto que pretenda representarlas. Una manera de reivindicar, exigir y verificar el cumplimiento de dicha agenda.

La nueva mayoría

El horizonte político de la nueva situación y de los movimientos que la animan en cuanto a forma y contenido, apenas está en fase de diseño. Ha marcado sin duda un punto de viraje importantísimo que no se había logrado en muchos años, sin embargo no se puede pecar ni de ingenuo ni de exitismo frente a las pesada inercias conservadoras de la sociedad chilena, de los poderes que la estructuran y del potencial de cambio real existente en todas las capas de la sociedad. Y las simplificaciones pueden jugar malas pasadas.

De allí que alguna expresiones utilizadas por connotados dirigentes e intelectuales suenan mas a viejos deseos que a nuevas realidades. Se han apresurado a simplificar identificando a la nueva situación como expresión del pueblo contra derecha y concertación, mientras que algunos intelectuales ven en los movimientos recientes una suerte de “transición por abajo” conducida por un sujeto popular. Frases quizá de resonancia fácil en cierto medios pero lejanas de los problemas de recomposición de un nuevo movimiento cuya diversidad y composición requieren apertura elaboración y no reduccionismo.

La construcción de una nueva mayoría tiene que ver con la máxima articulación de expectativas, identidades y reivindicaciones, ni el concepto de pueblo ni el sujeto popular alcanzan para eso si a estas alturas quieren decir algo, frente a la diversidad cultural, religiosa, sexual, étnica, social, regional por citar algunas. No se puede ahorrar el tiempo y la construcción de una nueva federación de identidades cuya forma y contenido nadie puede dar por adelantado.

Ahora el debate sobre esto está abierto pero lo mas importante es que la necesidad de llevarlo a cabo para generar formas y prácticas que reclaman una nueva mayoría se ve como una realidad posible. Una nueva mayoría no es sólo una mayoría electoral, es un estado de cosas en la sociedad donde ciertas cosas ya no son más toleradas y otras exigidas. Al finalizar los 60 en Chile había una nueva mayoría, había cosas que no eran toleradas y otras exigidas aunque no calzaran electoralmente en el mismo partido o alianza. Fue necesario un cataclismo para romperla.

Esa nueva mayoría puede ser la oportunidad para elaborar un contrato social de avanzada que no se ha logrado en Chile, la derecha puede negarlo y resistirse como siempre, otros pueden vacilar, pero en ausencia de este solo quedaría el largo y costoso camino de siempre.

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