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Psicología Comunitaria; diálogo sobre una tensión entre el determinismo académico o el entreguismo institucional. Por Marco Silva Cornejo.

Sueñan nuestras memorias con seres colectivos, con organizaciones territoriales fortalecidas y con emancipaciones envueltas de las utopías que se toman el cielo por asalto. La psicología comunitaria como alternativa del sur-sur que dispone su artillereria teórica y conocimiento aplicado al resto del globo, siempre ha acuñado una pretensión de transformación; la subversión es parte de nuestro sueño primero, la justicia, la solidaridad y el poder como agentes dinamizadores de nuestra práctica (Montero, 2007; Sánchez 2010).

La PC (Psicología Comunitaria) se alimenta en su proceso gestacional tanto de orientaciones teóricas y prácticas anglosajonas (Rappaport, 1978) como de perspectivas militantes latinoamericanas de cuyos representantes naturales hay larga evidencia bibliográfica (Montero, 1984; Borda, 1981). Todo ello en el marco de un proceso mundial de profundos cambios: el tránsito de la pos guerra y los procesos de luchas independentistas de izquierdas en la modernidad central. Así como de procesos revolucionarios en el cono sur. Desde la perspectiva descrita la matriz del proceso de alumbramiento de la PC es un marco transformacional profundo.

Las perspectivas y desarrollos teóricos mirados en históricamente en PC pueden agruparse en tres grandes tiempos. El primer momento marcado por el alumbramiento de un nuevo campo, altamente influenciado en la Latinoamérica por el marxismo y las corrientes de orden militante en las ciencias sociales, se destaca en este periodo histórico la influencia importante de Fals Borda desde la sociología militante y la incorporación de la Investigación Acción participante (IAP) y Paulo Freire desde la pedagogía de la liberación (Freire, 1971).

Un segundo periodo de desarrollo puede ser observado en el marco de los procesos de resistencia y fortalecimiento en la lucha por la defensa de las garantías democráticas y el respeto a los DDHH en el marco de las dictaduras latinoamericanas. Este proceso posibilita un marco de acción el campo tejido social vivo y organizado de las comunidades, especialmente en los países donde las dictaduras latinoamericanas gozaban de buena salud.

Un tercer periodo puede ser caracterizado por lo que Montero y Alfaro describen como los procesos de recuperación democrática en la América latina o la recuperación democrática (Montero, 2011; Alfaro & Zambrano, 2009). Este proceso es de alta relevancia, pues marca el proceso de institucionalización en muchos países del cono sur de prácticas propias de la PC en el marco del desarrollo de políticas sociales de los nacientes estados democráticos, marcando una inflexión histórica, política e institucional de alta relevancia y de insospechados impactos para el desarrollo propio de la PC en estos países.

La PC desde Chile no ha estado ausente de las tensiones, crisis y desarrollo propios de los procesos globales así como también de las profundas transformaciones que ha tenido nuestra sociedad en los últimos 50 años, particularmente el campo de lo comunitario y lo denominado históricamente lo popular (Salazar, 2009). En este contexto se advierten dos líneas de tensión que instalan una discusión abierta y necesaria, urgente y pertinente para quienes se identifican con este campo de acción disciplinar y para quienes sostienen que las comunidades deben constituirse en algo más que meros consumidores o ciudadanos que participan desde los marcos institucionales generados por la domesticación transicional chilena.

En primer término se observa un campo de alto desarrollo en el marco de la década del 90 con la apertura de nuevos espacios académicos, la generación de escuelas de psicología y la diversificación de las prácticas. Este primer impulso posibilito el tránsito de un conjunto de saberes, tecnologías y operadores del campo de la academia al de la naciente institucionalidad democrática chilena. Otorgando el soporte para el desarrollo y sostenimiento en el campo aplicado de un conjunto de políticas sociales que tenían como objetivo intervenir desde el estado sobre algunos aspectos que se consideraban como prioritarios desde el ejecutivo.

El proceso descrito posibilito la apertura de un campo de acción temático amplio pero con una estricta subordinación a los tiempos y sentidos transicionales e institucionales impuestos por los gobiernos de la concertación, quienes descomprimieron el capital social y cultural acumulado durante años de trabajo de organizaciones de base y lo sustituyeron por una racionalidad técnica, altamente burocratizada que fue incapaz de aportar de manera efectiva en el desarrollo de procesos transformacionales de la sociedad o en la generación de embriones de poder territorial que modificaran o contrarrestaran la embestida valórica, cultural y económica que la misma clase política dominante imponía desde la acción de otros ministerios del aparato. Todo coloreando un contrasentido propio de nuestra identidad nacional, terminando por reproducir una práctica de lo comunitario en el campo institucional que no hizo otra cosa que terminar reduciéndose a acciones remediales y anestésicas que contrarrestaran los efectos del verdadero proceso de transformaciones del país, cuyo norte era la consolidación del neoliberalismos como matriz de desarrollo y crecimiento.

De manera complementaria se observa un grupo de académicos que desde los espacios universitarios y resistiéndose de manera critica al entreguismo suicidaría de “los comunitarios” insertos en el campo de la acción del estado desde la política pública. Levantan una matriz de pensamiento crítico, muy rica y nutritiva en el marco de la vida académica, pero carente de vinculación absoluta con procesos de orden comunitarios, autogestionarios y participativos. Este segmento de la PC en Chile posibilita la construcción de una retorica de la reflexividad critica sin posibilidades concretas de incidencia en el plano de lo empírico o lo aplicado, por tanto perdiendo de manera sistemática los espacios de lo real y lo trasnformacional, fundando es su defecto una subjetividad del descontento que logro traducirse en la generación de prácticas para una nueva correlación de fuerzas.

Ambas perspectivas descritas, la del entreguismo suicidario y la de la subjetividad del descontento han sido incapaces de traducir una matriz de trabajo consistente en lo teórico y lo empírico que nos permita posicionar una PC desde una práctica trasformadora, ética y redistributiva que posible la acumulación de un capital cultural que le brinde al país la posibilidad de un salto cualitativo en materias reñidas con la igualdad el ejercicio de la democracia plena y directa y el desarrollo de sus organizaciones. Y comunidades desde lógicas de gobernanza o desarrollo endógeno.

En el contexto descrito tal vez la principal lección de los movimientos sociales, tanto de estudiantes como de pobladores y gremios que han invadido nuestro país durante la última mitad de la década, es que siempre los procesos colectivos no han desbordado, nos toman sorpresa y pillan mal situados. Resulta interesante interpelar desde la misma PC por una psicología comunitaria que no se situé desde el estrado o desde la descripción académica de los procesos, el desafío es aportar a la práctica de una matriz disciplinar que emerja desde los movimientos sociales.

Marco Silva Cornejo.
Psicólogo, Mg. en Ciencias Sociales Aplicadas, UFRO.

Bibliografía.

Inzunza, J. A., & Constanzo, A. Z. (2009). Psicología comunitaria y políticas sociales en Chile. Psicologia & Sociedade, 21(2), 275-282.

Jiménez-Domínguez, B. (2011). La Psicología Social Comunitaria en América Latina como Psicología Social Crítica. Revista de Psicología, 13(1), Pág-133.

Montero, M. (2004). Relaciones entre psicología social comunitaria, psicología crítica y psicología de la liberación: Una respuesta latinoamericana. Psykhe (Santiago), 13(2), 17-28.

Montero, M. (2011). De la realidad, la verdad y otras ilusiones concretas: Para una epistemología de la psicología social comunitaria. Psykhe, 8(1).

Torres, H. B., Diaz, F. H., & Salazar, D. A. (2012). Psicología Comunitaria: prácticas en Valparaíso y visión disciplinar de los académicos nacionales. Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, 11(31).

Zúñiga, R. (2000). La evaluación comunitaria: contextos éticos y políticos. Cuadernos de trabajo social, (13), 211.

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