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Qué diría doña Inés de Suárez de la revolución estudiantil chilena 2.0 por Dolores Pizarro Vidal

La enseñanza elemental se imparte desde el comienzo de la acción española en nuestro territorio. El primer maestro fue el bachiller Rodrigo de González Marmolejo y como su primera alumna primaria doña Inés de Suárez quien aprendió a leer y escribir en el villorrio santiaguino del siglo XVI.

Los comienzos de la instrucción primaria se desarrollaron en Quillota con la tendencia a doctrinar a los indios, luego el Cabildo de Santiago en 1580 apoya económicamente a Gabriel de Moya para abrir una Escuela.

En ese entonces el salario del maestro se percibía en dinero y en especies y eran tan bajo -nada distinto a nuestros tiempos- que existía poco aliciente para la profesión. De ahí que la tarea la tomaran eficientemente las órdenes religiosas prominentes en Chile.

Desde los tiempos de la colonización existía la preocupación también, por los estudios de enseñanza superior pero las circunstancias del momento la hacían del todo impracticable. Imagine usted, 1567 primera generación de colonos, precaria vida y todos los azares de la guerra. Sin embargo, como es desde los principios nuestros intelectuales criollos no satisfechos y con la generosa billetera de sus padres se trasladaron a Lima a educarse a la Universidad de San Marcos.

La historia continúa, los cabildos al igual que las municipalidades hoy, se interesaron por la mantención de escuelas primarias. En Santiago del 1615 se otorgó la licencia al “criollo” Juan de Oropesa con cargo de que enseñara “buenas y virtuosas costumbres” exigiéndole que su aula funcionara en la plaza de la ciudad y no admitiese en ella más de cien niños, reuniéndose cuatrocientos estudiantes. Una vez más nada difiere del pasado hacinamiento escolar recurrente desde la Colonia.

La educación especial continuaba siendo insuficiente para satisfacer las aspiraciones de algunos criollos. Lima continuaba siendo el centro de la cultura al igual que el siglo anterior. No obstante el obispo de Santiago fray Juan Pérez de Espinoza logro conseguir de la corona el rango de Universidad Pontificia al Colegio Máximo de San Miguel en Santiago. Justo es recordar a unos de sus alumnos más sobresalientes como Juan de la Cerda Contreras, reconocido como el mejor abogado de Santiago y sirvió a la fiscalía de la Audiencia.

De información histórica sólo llegaré hasta aquí, aún falta mucho camino por recorrer para llegar a nuestro siglo XXI. Pero me han bastado dos etapas del Reino de Chile, para ejercitar la mala práctica de la comparación o quizás un recordatorio a lo que aspirábamos como país.

Mi intención es volver a la esencia, a que no perdamos el proyecto que teníamos hace seis siglos atrás, cuando aún éramos parte de la raza indómita de América y partíamos en el proceso de la evolución para ser más cultos y civilizados?

El problema que vivimos actualmente en la educación en nuestro país, (y esto es mi juicio personal), no es un problema de políticas de gobierno (desde Pedro Aguirre Cerda que no tenemos un profesor como mandatario), tampoco las prácticas estudiantiles, esto tiene que ver tan sólo con un derecho elemental del ser humano “derecho a la educación” y a una educación para todos. Desde las culturas más arcaicas la preocupación fue educar, instruir, enseñar y legar a sus niños quizás para reforzar sus batallones y formar la escala natural de oficios necesarios para sus imperios.

Pero que nos pasa hoy, somos un país que ha pasado el umbral del desarrollo -así lo indica nuestro nuevo registro internacional- es acaso tan difícil comprender la inversión v/s capital humano de un país, los pilares fundamentales del desarrollo y progreso del mismo.

Estos niños y jóvenes que vemos en TV en marchas inundadas de performance e ingenio lo quieran o no, son el futuro, el progreso del país y los representantes del desarrollo en potencia hacia nuestras audiencias internacionales. Pero lo más importante de todo “ellos son los encargados de mejorar justamente”, este sistema de cosas.

Qué diría Inés de Suárez, la piedra angular de la casta de la educación chilena si se enterara que existen (datos aprox.) 1.100 estudiantes en DICOM, de 1 millón de ellos 40.000 no egresan, otro 40% abandona, otro 40% vivirá la con deuda contraída desde la universidad y trabajará en cargos para licencia media, y si terminara su carrera asumiría una deuda de $ 20 a 25 millones pagando tazas de interés a la banca privada con un Estado garante que más temprano que tarde paga una deuda que supera una Beca de estudio al 100%.

Qué diría la primera alumna de Chile, si visitará Buin y encontrara a los jóvenes segundarios que desde hace 18 días están en huelga de hambre. Ellos representan a los sectores más excluidos de la educación, aquellos colegios vulnerables al límite de la urbe.

Definitivamente el modelo no ha servido para nuestra sociedad y además, se olvido la esencia de antaño.

Dpv./2011.

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