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Reflexiones teórico-prácticas desde la cotidianeidad de la exclusión social por Andrés Cabrera

En la lucha, la crítica no es una pasión del cerebro,
sino el cerebro de la pasión,
no es el escalpelo anatómico, es un arma
Karl Marx, 1844.

Hace un par de días, me tocó vivir una experiencia sobre la cual, estimo conveniente efectuar un par de reflexiones teórico-prácticas que se desplegarán en la segunda parte de este texto. Antes de ello, ofreceré al lector un breve relato de lo vivenciado en ese entonces.

Me encontraba en mi lugar de trabajo, una concurrida librería de Viña del Mar. A eso de las 8 de la noche, y en un momento de escasa afluencia de público, lancé una rápida mirada a las afueras del local. En un costado de mi plano periférico, me encontré con una niña de unos 9 años de edad. Probablemente, el factor que gatilló mi atención fue la pesadumbre de su rostro, agudizada por unos ojos hinchados derivados de un llanto que -desconozco los motivos-, la había acongojado unos instantes atrás. Unos segundos después, aquella específica observación comenzó a abordar un mayor número de rasgos: ropaje desdeñado, acuciosa delgadez y, en su mano derecha, unas cuantas tiras de parches curita. Aquella imagen, tan común en las calles aledañas a “los centros” de las ciudades de nuestro país, ciertamente, no representaba demasiado para los transeúntes que salían rápidamente de mi cuadro observacional.

La preocupación adquirida en ese momento, prontamente fue desviada por las contingencias de mi trabajo, la venta de un par de libros me hizo perder el rastro de aquella niña. Minutos después, ya sin recomendaciones literarias de por medio, pasó algo inédito: La pequeña ingresaba a la librería. Acto seguido, comenzaba a caminar por entre las mesas de libros atiborrados. Sus evidentes cuotas de nerviosismo, se lograban neutralizar, en parte, por una férrea convicción que, unos momentos más tarde, alcancé a comprender: ¡llegar a la sección infantil! Una vez que hubo alcanzado este espacio, su curiosidad no disminuyó, por el contrario, se fortaleció, ya que sabía que lo que buscaba prontamente sería encontrado, tan sólo era cuestión de tiempo.

Antes de que ese evento sucediera, decidí cooperar con la búsqueda. Me acerqué a ella y le pregunté, con el tono más amable que podía brindar en ese momento: -¿qué es lo que buscas?- Su respuesta no se hizo esperar. Señalando con su dedo índice el sector de la vitrina, me dijo: -el libro que está ahí-. Al instante, sin enunciar palabra alguna, fuimos raudos hacia las afueras del local, nos detuvimos en el lugar que, hace unos instantes, amparaba infructuosas ventas de parches curita. ¡Ese de ahí es!- me indicó. Volvimos a entrar, saqué la obra, la observé, y rápidamente se la entregue. Era un libro “para niñas” que, en su portada, mostraba un dibujo de hadas madrinas que parecían emular su misma edad: ¡Estás invitada al mundo mágico de las Hadas! Era la rimbombante frase incluida en dicha tapa. -¿Cuanto vale?- Preguntó. Mi despreciable respuesta: -$ 7.530- (¿Cuántos parches curita vendidos equivalen a ese monto?; ¿75?).

Tras el sonido de mi voz, se marchó precipitadamente, negándome con ello la posibilidad de resolver, en ese instante, el dilema ético que hace breves minutos me había aquejado: ¿Satisfacía la curiosidad infantil de esta pequeña niña comprándole un producto que, en un futuro cercano, le permitirá concebir que la superación de su marginalidad estará mediada por la aparición de entidades de ensueño que, en un abrir y cerrar de ojos, cambiarán su condición de pobreza presentándoles a un príncipe azul que, venido desde el seno de la clase pudiente y ostentosa, logrará borrar de un plumazo las precariedades de una vida marcada por la injusticia? En la particularidad de la cotidianeidad misma, la inquisitiva pregunta efectuada por Lenin, volvía a actualizarse en un nuevo dilema: ¿Qué hacer?

La marginalidad de lo cotidiano en su imbricación con el orden capitalista contemporáneo: Explicaciones primigenias para la emergencia de la crítica.

Ciertamente, las interpretaciones que podemos otorgar a este relato (falto de pulcritud estética, mas no de compromiso) son muchas. Permítanme enarbolar una que, desde mi punto de vista, es sumamente relevante, vale decir: la variante teórico-práctica. Para ello utilizaré, de un modo básico y general, el modelo de análisis hegeliano desde una óptica marxista.

En este sentido, el primer nivel a considerar, se configura sobre algunas de las características del fenómeno anteriormente descrito. En términos de relevancia ponderativa, podemos mencionar como características predominantes: A) la condición de explotación vivenciada por la pequeña niña; B) la “naturalización” de la exclusión social y; -sin la intención de pecar de autorreferente-, C) el cuestionamiento ético de quién escribe.

Un segundo nivel de análisis se corresponde con las posibles explicaciones que, desde un ámbito más general, logramos otorgar a las particularidades de los hechos sintetizados en el párrafo anterior:

A) ¿Dónde conseguimos encontrar una explicación coherente al trabajo infantil? ¿Acaso la irrefutable venta de parches curitas que ejercía nuestra protagonista es un derivado de un acto placentero análogo a la satisfacción que representa en los niños el juego? Sino es así: ¿Cuáles son las necesidades que llevan a nuestra pequeña a incurrir en esta práctica? Ciertamente, la aplicación de este tipo de preguntas, nos hacen observar que el fundamento contenido en las particularidades asumidas por la exclusión social, se vuelven visibles al momento de rastrear sus implicancias e imbricaciones generales. En este caso, el modo con que opera el sistema económico en su versión monetarista, posibilita (y se nutre) de este tipo de sucesos. No sólo la flexibilidad laboral y las bajas remuneraciones recibidas por la clase obrera (aquella mano de obra terciarizada de cuello y corbata que trabaja en las grandes tiendas del retail, los temporeros agrícolas, los subcontratados del cobre, etc.) son los ejes sobre los cuales se alimenta la acumulación de capital, también lo son los altos niveles de cesantía con los cuales se sucede el recambio de amplios contingentes de trabajadores. Probablemente (volvamos por un momento a la particularidad) Ud. ya ha escuchado una expresión proveniente de esta última modalidad: ¡Si no le gusta se va, la puerta es ancha y hay muchos que quieren su puesto de trabajo!

B) ¿Y la indiferencia de las personas que pasan por al lado de nuestra niña? En el nivel de la particularidad, creo que seria un error atribuir una malignidad brutal a quienes pasan con el filo de la indiferencia ante la presencia de la pequeña, probablemente, la mayoría de estos pensará -y con justa razón- que sus bolsillos no permiten comprar todo lo que los marginados venden en las calles. No obstante aquello, y volviendo al nivel de la generalidad, la dominación que ejerce un modelo como el que actualmente impera, inhibe la posibilidad de pensar una estrategia que posibilite un cambio fehaciente y efectivo. La creencia en la “naturalización de las diferencias sociales” (pobres siempre han existido y siempre van a existir) en el mejor de los casos, nos puede llevar a replicar, en “clave realista”, aquel inocente cuento de hadas que aún sigue en vitrina: la historia telenovelesca de María la del Barrio o el penetrante jingle publicitario Partiste a jugarte un Loto, no son más que expresiones de un sistema de dominación que otorga irrisorias y, prácticamente, nulas posibilidades al cambio social.

C) Por su parte, el cuestionamiento ético de quién escribe, también lo podemos concebir como un derivado de una generalidad más amplia, la cual, llamaremos en esta ocasión como: tendencia o corriente antihegemónica. El dilema de “poner en duda” una creencia fuertemente arraigada en una determinada época histórica no deviene de un antojadizo escepticismo individual. Si bien, es la persona la que “manifiesta el síntoma” de la duda, su emergencia esta posibilitada por una historia de movimientos criticistas que constituyen un caudal de experiencias que vuelven nuevamente a actualizarse. Este tipo de eventos, que erosionan potencialmente el statu quo, adquieren su plena realización en su vinculación con organizaciones que crean modos de operar distintos a las lógicas desarrolladas por la institucionalidad vigente.

Finalmente, el tercer nivel de análisis a incluir (con lo cual, culmina provisoriamente la evaluación y explicación dialéctica: particular–general–particular), volverá a situarse en el nivel de las particularidades, no obstante, lo hará desde una óptica radicalmente opuesta. Con ello, no se pretende negar el fenómeno de exclusión relatado, sino que, por el contrario, intenta “asirlo” desde sus imbricaciones generales. En efecto, la comprensión de un fenómeno de marginalidad es, desde una perspectiva más amplia, el paso primigenio para enunciar una crítica que rechace la “naturalización de las desigualdades sociales” y proponga, desde la propia marginalidad, un orden social distinto al engendrado por el sistema capitalista actual.

En este contexto, es donde se torna pertinente volver a repetir la frase expresada por cierto referente de la tendencia o corriente antihegemónica: la crítica, una vez efectuada, obliga.


Andrés Cabrera Sanhueza. Licenciado en Historia con mención en Ciencia Política (PUCV). Magíster © en Análisis Sistémico aplicado a la Sociedad (UCH). Integrante de la Universidad Popular de Valparaíso. Contacto: andres.cabrera.s@gmail.com

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