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Terminó el paro, siguen pendientes nuestras reivindicaciones. Por Enrique Villanueva

Una movilización impresionante de miles de almas indignadas que salieron a las calles a exigir un trato salarial digno, se vio paralizada por ministros, dirigentes de partidos políticos y negociadores, que por años vienen repitiendo e imponiendo el mismo esquema. Administrar lo que para este conjunto político – económico, es un “modelo exitoso”, que cuenta, por el como se ha gestionado en los últimos 27 años, con la plena confianza del FMI, el Banco Mundial, el BID y la OCD.

Quienes manejan los hilos políticos sabían que eso terminaría así, entrampado en el esquema de los consensos entre la derecha y la vieja concertación, con resultados acotados en el margen de lo que se establece con anterioridad para las negociaciones finales. Un modelo en el cual las bases sociales, gremiales y sindicales no son determinantes a la hora de decidir en sus organizaciones, reproduciendo el ejercicio de una democracia representativa anacrónica que neutraliza la participación.

Y sucede así porque Chile es un país aprisionado entre dos derechas lo que hace difícil pensar que, en este contexto político, surjan soluciones a favor de los trabajadores y trabajadoras. Una derecha heredera de Pinochet que intenta limpiar su pasado, renombrándose como centro derecha, que difunde el desprecio por lo público, exalta el individualismo y la propiedad privada, transformando esto último en la piedra angular de la vida social, política, económica y cultural del país.

La otra es la derecha concertacionista, que disfrazada en un discurso de centro izquierda abandonó la dimensión política, social e intelectual, que le constituyó históricamente en una alternativa a la explotación del ser humano. Hoy es una centro izquierda obsesionada en alcanzar pactos y consensos políticos para mantenerse en el poder, manejándolo en una lógica contraria al interés social y publico, sin intención de resolver los problemas de fondo.

Por lo tanto, en este contexto la alternativa está el con el pueblo en las calles, con la oposición de dirigentes que representen y se comprometan con el interés de los trabajadores y trabajadoras. Esta es la única alternativa para neutralizar las recetas y soluciones que ahogan los conflictos sociales, entregando ajustes y reajustes salariales, sin salirse de los márgenes estrechos que la economía neoliberal deshumanizada permite. En nuestro país se olvida rápido, pero lo sucedido con el reciente paro, sucedió antes y con los mismos actores, pocos recordarán que uno de los actuales ministros políticos de Bachelet, Nicolás Eyzaguirre. El mas cuestionado del actual gabinete, ex Ministro de Hacienda de Ricardo Lagos, ex funcionario del FMI, se negó en su oportunidad a que el estado cobrara royalties a las compañías mineras extranjeras, aduciendo que “produciría la ruina del sector” y perjudicaría los nuevos proyectos de inversión extranjera.

De la misma manera que, con estos mismos argumentos, tanto este ministro y otros, así como parte de los actuales parlamentarios, dirigentes de los partidos de la derecha, aliados con la vieja concertación, permitieron que el sistema previsional se transformara en una gigantesca maquinaria financiera. Por años fueron cómplices de este sistema, que transfiere los recursos de las pensiones de todos, hacia una pequeña elite del mundo corporativo y de las finanzas, para alimentar sus inversiones y riquezas. Un modelo criminal, que durante toda la vida laboral le quita las jubilaciones a las personas, condenando a millones de chilenos y chilenas a una vejez empobrecida.

Esta suerte de oligarquía política, quieran reconocerlo o no, es manejada por un grupo de empresarios y banqueros, quienes controlan las principales entidades financieras, los grupos empresariales y los medios de comunicación. Un grupo selecto que ha corrompido la política, financiando a partidos y a políticos para que estos legislen a su favor y para mantener sus privilegios.

Con todo esto lo que queda claramente demostrado es que al final, por 42 años, diecisiete de dictadura y 25 de gobiernos democráticos (en realidad en una democracia protegida), hemos sido gobernados, hasta hoy, por la idea original del modelo de país que diseñó Jaime Guzmán, quien señaló que “La Constitución debe procurar que si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría”.

Esta es la realidad que enfrentamos los chilenos y chilenas, atrapados entre los que defienden el modelo neoliberal desde su imposición en 1973 y los que posteriormente se transformaron en sus eficientes administradores. Proponiéndonos cada cuatro años, para cada elección presidencial, una apariencia de cambio mas o menos progresista, con el fin último de que la base, el núcleo del sistema, permanezca incólume e inalterado. Pero bueno, la lucha por una sociedad más justa e inclusiva nunca ha sido fácil, sobre todo en la sociedad en que vivimos, en la cual la voluntad y el fin del sistema es la acumulación del dinero, primándola por encima del bienestar de la sociedad. Contexto en el cual los chilenos y chilenas, quedamos a merced de elites económicas y políticas a las cuales no les interesan ni saben de nuestras necesidades, simplemente somos parte del engranaje de una máquina destinada a enriquecerles a costa de los abusos y carencias que todos sufrimos.

El reciente paro de los y las trabajadoras del Estado y otras manifestaciones de inconformidad y hastío ciudadano, que vienen repitiéndose desde el 2006, nos dejan lecciones que debemos asimilar, la principal de ellas es que no podemos confiar nuestro futuro al discurso vacío de un crecimiento abstracto, que inmoviliza y que nunca redunda en beneficio de la mayoría. Por mas que crezca la economía, como ya ha sucedido, el fruto de ese crecimiento y de la riqueza, no nos llegó ni llegará, sino que, solo en migajas para paliar en parte sueldos indignos.

Ese discurso se agotó, como también, la confianza en políticos que lo han propagado por años, quienes han renunciado a toda consideración social de tipo universalista, subordinando la moral a la codicia, y han caído en un materialismo mezquino y rabioso. El camino al futuro empieza en la movilización social sin esperar a que sean otros los que resuelvan nuestros problemas, ya sabemos que organizándonos desde abajo se les exige a los de arriba, en una lucha que es de clases y que sigue existiendo. En Chile el país mas desigual del planeta, la lucha de clases no es una elección estratégica, es una imposición pragmática de las elites en el poder, por lo cual organizarse y luchar por nuestros derechos es la única salida a un modelo neoliberal que nos ha corroído el alma y nuestras vidas.

Para los eternos candidatos: La política más que una profesión es una pasión de orden creadora, donde la preocupación central es ayudar a los demás…
Pepe Mujica

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