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Todos quieren ser candidatos por Enrique Villanueva

Los hechos políticos relevantes en nuestro país caminan por dos líneas paralelas, nunca se juntan, por un lado, y hemos sido testigos de ello, una nueva manifestación social, de miles de personas, mayoritariamente estudiantes, quienes expresaron su decisión de cambios en el sistema educativo y por ende de construir un país distinto, mas humano e igualitario que el actual. Una expresión valiente y decidida que se estrella con una verdadera muralla de contención, el sistema de democracia de mercado que cada día pierde mas de su escencia y legitimidad, En el otro carril y en contraste con el momento de agitación social que recorre todo Chile, aunque disperso, el gobierno solo amenaza y amenaza, no tiene ideas ni argumentos para orientar al país hacia el rumbo de cambios que necesita, por el contrario con sus opiniones y medidas burocrático formales lo que esta haciendo es profundizar la situación de descomposición existente entre la sociedad civil y el mundo político. Lo mismo es válido para la oposición concertacionista la que día a día da menos el ancho para hacerse cargo del futuro del país, no da respuestas ni tiene propuestas claras a los cuestionamientos del modelo económico, social y político, heredado de la dictadura de Pinochet. Hasta ahora no se constituye en una alternativa al descontento social, asociado a la desigualdad y al abuso hacia los ciudadanos en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

Pareciera que la denominada clase política no se da cuenta que ya no se trata de pactos eleccionarios o de propuestas que disfracen lo viejo sin intención de cambiar, o de convencer a la ex presidenta que vuelva a Chile como salvadora de la Concertación. Lo que estamos reclamando los chilenos (as) en su mayoría, lo que están pidiendo los estudiantes con sus manifestaciones multitudinarias, es conformar un frente de ideas único que por su validación en la base social, se convierta en el organizador y director de los cambios que se necesitan para vivir en un chile distinto. Como si lo anterior fuese algo lejano y que sucediera en el planeta Marte, no llama la atención a la clase política, al menos en la manera que debiera hacerlo, esta sigue pendiente de sus prioridades, la proximidad de las elecciones y de la nueva “moda” las primarias. Todos quieren ser candidatos pero discutiendo solo lo que el sistema económico les permite para su consolidación, formando parte de un sistema político totalmente subordinado a sus objetivos, por eso le sacan el cuerpo a los problemas reales, entre otros, a la propiedad de las riquezas nacionales, a las desigualdades, a la exclusión social o a la educación.

Por todo esto es válido preguntarse de que sirven las elecciones bajo el actual sistema electoral, si están amarradas a un pacto binominal viciado y que por ende entonces solo juegan un rol de formalidad que legitima el sistema económico y a la Constitución. Pero como éste invento de los ideólogos de la dictadura le sirve a todos los que están en el ruedo político, continua vigente, no se atreven a cambiarlo, si a rejuvenecerlo con un “tri o un cuatriminal”, manteniéndose así el bloqueo a lo esencial de la democracia, que es el ejercicio de la soberanía popular y la dimensión ciudadana, que en ultimo termino valida o invalida su existencia.

La situación que vivimos es de tal concentración del poder económico y político en pocas manos, que desde el propio sistema, de los partidos, surgen propuestas que serán positivas en la medida que estas se implementen de la manera correcta. Me refiero a las “primarias” que son un mecanismo de solución para resolver conflictos internos en los partidos para la asignación de candidaturas o de quienes brincan de un partido a otro engañando a los electores, agrego a los diputados y senadores designados que ocupan un lugar en el Congreso, elegidos por voluntad partidista o en honor al clientelismo político. Pero lo mas importante es que si se antepone el argumento que la igualdad de los derechos ciudadanos y su participación en los asuntos públicos, van más allá de la elección de representantes que supone la democracia electoral, la organización de primarias por actores independientes puede ser la solución para designar de una manera transparente a los candidatos de los partidos a las elecciones. Representa una buena manera de trasladar la decisión de las nominaciones a los electores, le quita poder a las élites, a los “jefes máximos” y a las estructuras de los partidos y le regresan a la sociedad la fuerza de la decisión.

Aunque esto no elimina el clientelismo al menos lo aminora, ya que con un mecanismo como este los presidentes de la república, los jefes de partidos, los alcaldes o los funcionarios facticos, ya no serían los que a través de señalamientos “dedocráticos” y usando todo el poder de las instituciones, deciden candidaturas en función de la complicidad, la sumisión, los intereses personales y no sociales. Pero nada esto es posible mientras no se cambie la Constitución actual y el propio sistema electoral, bajo las actuales condiciones el elector, con o sin primarias, solamente refrenda la decisión que toma el dedo del poder en nombre de la sociedad, pero a favor de los intereses propios o del que tiene los medios para imponer candidatos, que son los actores aceptados por el binominal.

Por todo esto una parte de este país tenemos desconfianza con el sistema y con el orden de cosas actual, por eso concuerdo con lo que plantean algunos actores políticos y comparto la totalidad de los planteamientos de la carta publica entregada por el diputado Sergio Aguiló, en el sentido que los firmantes del documento mas reciente propuesto por la Concertación a Chile, “ De cara al futuro” propone un conjunto de desafíos que son compartidos, como priorizar la lucha por la superación de la desigualdad, pero sin observar un detalle importante, que entre los firmantes se encuentran los principales defensores del sistema neoliberal y de las grandes empresas que se han beneficiado de esta desigual distribución del ingreso en nuestro país.

Para quienes no compartimos el proceso engañoso de renovación ideológica del socialismo o de la izquierda, que no fue mas que correrse al centro perdiendo su identidad e historia, el proyecto político no esta al margen de la naturaleza social del hombre y de su desarrollo histórico. Es decir que los firmantes y actores principales por veinte años del sistema, quizás apurados por la cercanía de las próximas elecciones, intentan desconocer la dependencia del mismo de su práctica social, es decir, ocultan su dependencia respecto a una sociedad clasista y excluyente que han ayudado a construir.

En todo caso el fenómeno de la renovación ideológica se realizó en el marco del sistema neoliberal del capitalismo chileno, de la mano con la reproducción y recomposición de las elites económicas, que postdictadura emergieron al alero de las privatizaciones fantasmas de Pinochet y a la generación real de nuevos mercados y capitales extranjeros que se han insertado en la economía chilena. Así irrumpió el empresariado y el sistema financiero chileno, como un actor protagónico asociado al supuesto éxito económico del país construido en dictadura, al cual los diferentes circuitos políticos renovados se sumaron en la promoción de la libre empresa y la defensa del modelo económico. Por todo esto es tiempo de levantar la cabeza y mirar al país, dejando atrás egoísmos y ambiciones personales por validas que estas sean, Chile necesita una propuesta en la cual la izquierda tiene un papel y un lugar que ocupar y jugar. Necesitamos urgentemente salir del estancamiento que ha provocado, en el plano político, el moverse entre proyectos personales y cupulares, vicios de los 22 años de una democracia construida entre cuatro paredes y pactos secretos, oscilando entre opciones de populismo y de una democracia recortada.

Lo concreto es que las situaciones cambiantes que nos muestra el mundo hoy, las crisis actuales, las condiciones socioeconómicos del chile de hoy, no permiten seguir caminando por el mismo camino conocido, es un contexto en el cual hace falta una mirada de país y al largo plazo, estratégica. En este terreno no hay dogmas, surgirán variadas posiciones, incluida una izquierda que recupere su identidad histórica y la proyecte al mundo actual, hacia el futuro, mostrando un camino distinto a lo que hoy tenemos sobre la mesa, que con excepción de algunos es mas de lo mismo.

La realidad que estamos viviendo es difícil y es mas compleja aún para la mayoría del país que trabaja por sueldos de hambre, que esta amarrado como cliente de un sistema financiero que le crea la ilusión del acceso al mercado, pero que en la practica solo les mantiene como clientes cautivos, necesarios para lucrar con ellos, son los deudores eternos o permanentes. Esa es la otra cara de la moneda, una situación que viven el 80 o mas por ciento de chilenos, que se hace cada vez mas difícil de seguir viviendo, en un modelo de país clasista y excluyente, por ende desigual, que se organiza cruelmente con respecto a la propiedad y el control de los medios de producción y del poder. Quiérase o no reconocer, en este siglo 21 globalizado, se reproduce el modelo de sociedad advertido en siglos pasados, un modelo en el cual se reconocen actores sociales que detentan intereses totalmente diferentes, en el que uno de los grupos, el minoritario, se apropia del trabajo excedente del otro mayoritario y establece relaciones de explotación validadas por el establisment político. La realidad es que el modelo económico creado en dictadura en el cual la estructura económica condiciona los procesos de la vida social y política, establece una dominación económica que se convierte en una dominación en cualquier ámbito de la vida, lo que le proporciona a quienes detentan el mando el control político, la dominación y el ejercicio del poder.

Por lo tanto ya no sirven los parches, el paso inicial es un cambio de la Constitución y del sistema electoral, en caso contrario el país va a seguir por el camino de una descomposición de su convivencia, de su institucionalidad y de su capacidad de enfrentar los nuevos desafíos que tienen que ver con las expectativas de vida y de cambio que hoy está creciendo en la mayoría de los chilenos. Pero también hay que cambiar el lenguaje, aprender a decir las cosas como son, Chile necesita transformaciones profundas en un sistema económico abusador y gestor de desigualdades, para lo cual hay que hablar sin miedos y con vocación de poder. Como ya se ha dicho lo importante es ponernos a pensar mas allá de políticas de corto plazo, bajarse del carrusel electoral y sacudirse de las “encuestitis”, sino se tiene una propuesta de país, la crisis europea y sino las próximas que vengan, van a impactar en nuestro país de una manera u otra. Estamos frente a un modelo económico que opta por generar riqueza (falsa) por la vía de la especulación en lugar de la actividad industrial creadora de bienes y servicios.

Es un modelo que para sobrevivir adjudica unos costes que los neoliberales no valoran, costes sociales y económicos con efectos brutales para la ciudadanía que se traducen en desempleo, mas pobreza, falta de cobertura social, de salud y en la educación. Y cual es la pospuesta alternativa a esta realidad, no existe no la tenemos, por lo cual cuando llegue la ocasión solo nos quedará seguir bajando la cabeza y sumándonos al carro de la aceptación del mal menor. No importa que sigan diciendo que por pensar así digan que somos animales del pasado, de ser incapaces de adecuarnos al presente y de ver los elementos positivos que acompañaban la nueva e irracional visión económica del mundo. Pero la realidad nos da la razón y se está encargando de demostrar que tenemos razón, porque nuestros planteamientos, hechos desde la izquierda popular, están más vigentes que nunca.

Por eso es que necesitamos una izquierda anti-neoliberal, que proponga una nueva constitución y su validación a través del ejercicio de la soberanía popular, que reorganice al sindicalismo de clase, con presencia en los movimientos sociales, vinculada a las minorías marginadas, al pueblo mapuche, con ideas para dar una salida al modelo económico y político en beneficio del pueblo que trabaja, de los intelectuales, profesionales, de la juventud, la mujer y los inmigrantes. Como en alguna oportunidad quedo escrito, hablo de una izquierda valiente que diga en voz alta que las crisis económicas deben pagarlas quienes las crean, sus responsables, los especuladores financieros y los empresarios que pagan impuestos irrisorios por explotar y enriquecerse con nuestros recursos naturales. Es bueno también acordarse que la izquierda en este país se ha construido con esfuerzos, con sacrificios de vidas valiosas que no pueden quedar en el olvido, por eso hay que salirse del carril del individualismo y aprender a reconocer la valía del otro. En momentos de dispersión como el actual siempre surge “lo mejor, lo autentico, lo único, lo nuevo”, que olvida que hay una historia valiosa y una identidad que construir sobre ella. En este país existió la izquierda con vocación revolucionaria y de poder, que hoy está dispersa, la conforman personas que nunca nos sumamos o fuimos funcionales al sistema neoliberal y a sus estructuras políticas. A esa izquierda y a esos militantes que durante todos estos años han sido excluidos, le debemos al menos un reconocimiento, a su papel en la historia y en la lucha antidictatorial.

Entre muchos ejemplos, hace unos días atrás el 15 y 16 de junio se cumplieron 25 años del cobarde asesinato de un grupo de jóvenes chilenos dirigentes y militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Algunos fueron detenidos y torturados, luego asesinados para simular falsos enfrentamientos. Al estilo cobarde de la CNI y del Jefe operativo de ese organismo represivo Álvaro Corbalán, recientemente organizador desde la cárcel, del ultimo acto realizado para recordar al dictador. Esos jóvenes son parte de nuestra historia como lo son Luis Emilio Recabarren, Clotario Blest, Salvador Allende, Miguel Enríquez, Raúl Pellegrin, ellos son parte de una izquierda revolucionaria que el pueblo Chileno necesita hoy. Por eso no podemos aceptar los llamados al olvido, debemos mirar constantemente hacia atrás, vinculando el pasado a lo que hoy necesitamos construir, interpretando el presente para forjar un futuro mejor, al fin y al cabo como sentenció Salvador Allende “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”

Dr. Enrique Villanueva M, Ex dirigente Rodriguista

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