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Un atentado. Por Juan G. Ayala

La intencionalidad de trasladar una obra de arte, reconocida en su logro estético y expresión plástica por más de 30 años, cual es el caso de la escultura “La Reunión” del artista Mario Irarrázabal, desde una céntrica Galería comercial de Viña del Mar, debiera activar un sistema de recuperación y puesta en valor de las obras que, aunque se emplacen en recintos privados, implican a los ciudadanos, sus autoridades edilicias y gubernamentales de cultura. Lo implicativo comparece en tanto conviven, por un lado, la legítima atribución de los propietarios del recinto, y por otro, por la propia naturaleza del negocio al integrar flujos y circulaciones de ciudadanos, genera una corresponsabilidad por parte de los beneficiarios al proveerles gratuitamente un valor simbólico, ese que solo el arte puede entregar.

Cuando una ciudad no es habitada por personas de recto juicio, ni está conducida por autoridades responsables de su rol director del bien común, acontecen barbaridades propias de un primate inferior. Quienes ejecutan atentados a una obra de arte, habitualmente lo hacen por desconocimiento o ignorancia, no saben que la ciudadanía se construye al amparo de los bienes superiores, cuales son la cultura, las artes y la ciencia. El atentado a bienes artísticos aunque fuere en espacios privados, debe estar regulado por criterios de defensa patrimonial y cultural. Es por lo tanto oportunidad para que nuestras autoridades, comiencen a educar a la población.

La obra de arte en lo público se resemantiza cada vez que un ojo atento se deposita en ella, esa mirada se educa en la sensibilidad y el pensamiento crítico, y esa función construye personas conscientes de su destino histórico, cuestión que va mucho más allá de ganancias inmediatas. Esto lo ha expuesto reiteradamente Mario Irarrázabal, nominado “artista bicentenario” por el gobierno de Chile, en quien puedo asegurar que el desplazamiento de su obra “Reunión”, le causa un gran dolor. Tuvimos la oportunidad de disfrutar en el año 2000, de su conferencia “El Arte y su Trascendencia Socio Cultural”, en la que expusiera respecto de los valores de la creatividad. Dijera que su afán era despertar un fuego interior de humanidad, y que si esa llamarada podía activarse en algún otro, daba su tarea por lograda. Es el momento de despertar institucionalizadamente el “fuego interior”, demostremos que ya somos homínidos.

Juan G. Ayala, Profesor Departamento de Estudios Humanísticos, Universidad Técnica Federico Santa María

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