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Un nuevo golpe a la educación: eliminar la filosofía. Por Alex Ibarra

Quiero partir señalando dos cuestiones innegables. La primera es la crisis del sistema educativo chileno La segunda las políticas de reformas conservadoras que impulsa el gobierno de la nueva mayoría. Como sabemos estos dos hechos han sido motivo de recurrencia durante todo este año para el análisis político y para el pensamiento crítico.

En esta columna me detendré frente al persistente ataque al cual se ha sometido a la educación humanística en las actuales políticas educativas. Hace poco tiempo atrás la afectada era la asignatura de historia, por estos días le toca de nuevo el turno a la asignatura de filosofía. Estas son las asignaturas que suelen estar atacadas por las reformas educativas teñidas por la ideología propia de la dictadura, que en su afán de destruir la cultura política de corte social chilena atacó duramente la enseñanza de las humanidades en el sistema educativo. Dicho ataque tomaba como fundamento la creencia de que las humanidades resultan peligrosas para proyectos de homogenización debido a que estas estimulan y fortalecen el pensamiento crítico. De este modo se protege cualquier intento de dominio o de gobierno totalizador de esos que en los últimos años favorecen especialmente al mercado.

Este supuesto ideológico es el que ha motivado la desarticulación de las humanidades y la desacreditación ideológica y pública de la filosofía. Algunos de ustedes recordaran el episodio de hace algún tiempo atrás en el cual un ex presidente de la CUT afirmaba que los profesores de filosofía promovían la violencia en las marchas estudiantiles. Este tipo de opinión empeoran la percepción social de este saber, al cual ya no se le califica de inútil sino que de dañina. Hay filosofía que sigues padeciendo la condena socrática de hacer mal a la juventud. En nuestro país claramente la filosofía no es una disciplina que goce de reconocimiento social y la idea de la inutilidad de ésta es la más difundida. Incluso entre los mismos profesores de filosofía no ha faltado el que la defina como “una pasión inútil” o como “un saber complejo”. Este tipo de concepciones sin duda han servido para alejar la filosofía de su sentido más práctico. Negándose así antiguas tradiciones como la aristotélica o más actuales como la marxista a la que algunos todavía le niegan la categoría de estatuto filosófico.

No pretendo agotar aquí temáticas, más bien quiero provocar debate público en torno a la necesidad de defender la enseñanza de la filosofía en el sistema educativo, pero también comenzar a levantar una reflexión en torno a las perspectivas desde las cuales se puede argumentar su defensa. Seguramente, aparecerán más opiniones en torno a este problema.

Mientras tanto quisiera recordar que en los años 90 la filosofía sufrió un brutal asedio para ser eliminada del currículo, en aquella oportunidad se logró una defensa de ésta y aunque perdió horas de clases no se le eliminó. Documentos recientes emitidos por el ministerio dejan ver que hoy nos encontramos frente a un nuevo intento de eliminación de la asignatura en el currículum de educación. Dicha contienda dejó más o menos satisfechos a todos los actores involucrados en la polémica. Este triunfo a favor de los trabajadores de la educación que se emplean en la enseñanza de esta disciplina fue posible debido a que se logró la conformación de un frente nacional de defensa por la mantención de la enseñanza de la filosofía al interior del sistema educativo. Como pocas veces se alcanzó una voz a un tono entre los profesores que trabajan en el sistema de educación secundario y los profesores que trabajan en el sistema de educación superior.

Seguramente la única estrategia posible de defensa de la enseñanza de la filosofía a la cual tenemos que sentirnos convocados quienes cumplimos funciones laborales con ésta es la de formar un frente unificado. Es urgente comenzar a difundir este nuevo ataque a la filosofía que no es más que una parte del plan que pretende debilitar la enseñanza de las humanidades al interior del sistema educativo. Será necesario establecer asambleas para conocer las distintas miradas y aportes de quienes se comprometan en esta defensa y de ahí la organización de una estrategia. De este modo habrá que ir a golpear la puerta al ministerio reiteradamente para que se clarifiquen los aspectos de reforma que se pretenden establecer. Algo más difícil, pero también necesario será alcanzar la simpatía entre otros educadores que puedan tener el convencimiento de lo necesario de la actividad filosófica. ¿El problema mayor será en cómo convencemos a la ciudadanía de nuestra utilidad? Recuerdo una jornada de “filosofía en los colegios” en la cual el reconocido filósofo chileno Humberto Giannini charlaba sobre democracia, hasta que un estudiante le increpó diciendo “¿por qué a los filósofos no los hemos visto en la marchas?”. Considero que la provocación de aquel estudiante nos pone frente a una bonita posibilidad de reencuentro con la ciudadanía. Sin duda la filosofía tiene un lugar de existencia al interior de la vida democrática, pero en esa actitud creo que aún no tenemos evidencia para convencer, hasta ahora se puede seguir creyendo impunemente que la filosofía es cuestión de filósofos.

La defensa de la filosofía no es sólo la defensa de la ocupación para quienes se dedican a ella. No bastará con una defensa epistémica ni valórica del quehacer filosófico. Considero que un aspecto relevante es la cuestión política de la filosofía. La defensa de la filosofía tiene que ver con la oposición al ataque ideológico que las humanidades sufren desde la dictadura y que no ha cesado en la posdictadura. No se pueden eludir los aspectos políticos en la contingencia que vive el país. La crisis de la educación es fruto de la instalación de un “modelito” que favoreció la buena educación sólo para unos pocos y de la cual ya no se puede seguir actuando en complicidad. Defender la enseñanza de las humanidades y con ello a la filosofía que vuelve a estar asediada, implica un compromiso de l@s profesores con la dignidad del ciudadano, ese es el tipo de compromisos que exige una sociedad maltratada que recupera la calle como espacio de manifestación de ideas.

Alex Ibarra Peña
Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada
Docente Universidad Católica Silva Henríquez

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