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Una Breve Reflexión Sobre Bienestar-Felicidad. Por Alfonso Eduardo Sánchez Riquelme*

La posmodernidad ha generado un espacio complejo en el devenir de la existencia humana, básicamente por la desmedida valoración del consumo, acarreando con ello insatisfacción en términos políticos, sociales y filosóficos, lo que ha conducido a un despertar en la búsqueda del bienestar y la felicidad. Ambos términos complejos en su definición, pero que representan una condición positiva y deseada en la humanidad. El mundo globalizado ha tenido como estandarte del bienestar de las naciones un parámetro macroeconómico conocido como Producto Interno Bruto (PIB), el cual cada vez más queda en la obsolescencia, dando paso a nuevos paradigmas de desarrollo, más acordes con la felicidad y el bienestar social en armonía con el planeta.

“El Producto Interno Bruto (PIB) sólo compensa a los gobiernos que aumentan la producción material. […] No mide adecuadamente los cambios que afectan al bienestar, ni permite comparar correctamente el bienestar de diferentes países […] no toma en cuenta la degradación del medio ambiente ni la desaparición de los recursos naturales a la hora de cuantificar el crecimiento. […] esto es particularmente verdadero en Estados Unidos, donde el PIB ha aumentado más, pero en realidad gran número de personas no tienen la impresión de vivir mejor porque sufren la caída de sus ingresos” Joseph Stiglitz.

Introducción

Durante el proceso formativo de los Médicos Veterinarios, muchas veces hemos consultado sobre qué se entiende por ética, cultura, valores y sobre todo en la necesidad de formar personas con integridad intelectual y cultural. Las respuestas en general han sido más bien difusas, es decir, no sistematizadas, ya que no existe un patrón curricular, ni deontológico para la amplia diversidad de “estilos de formación profesional” (1). Entonces cabe la pregunta: ¿Es la reflexión social y cultural un tema relevante en la formación de profesionales en Latinoamérica? Al parecer, la respuesta sistémicamente no está definida. Sin embargo, es posible palpar la inquietud de muchos noveles profesionales por instruirse en estos temas y otros de orden político, social y filosófico. Pensamos que existe un compromiso moral, para los colegas con mayor experiencia, de entregar algunas luces de reflexión a las nuevas generaciones en un lenguaje concreto. Por esto afirmamos, sin ambages, que existen suficientes razones para continuar con el análisis y discusión de tan relevantes cuestiones.

Ante tal panorama nos parece que siempre será oportuno y necesario hacer una mirada interior para reflexionar sobre los valores fundamentales que deben guiar las acciones y decisiones de todas las personas, pero muy en especial de quienes tienen, o tenemos, una responsabilidad profesional y formativa. El presente artículo pretende ser un aporte para despertar el espíritu crítico y reflexivo que como seres humanos todos llevamos dentro.

 Contexto Histórico - Posmodernidad

Indudablemente la forma en que las personas nos establecimos y nos relacionamos en el mundo está determinada por el período histórico que nos corresponde vivir. De este modo debemos reconocer que habitamos en la posmodernidad, período histórico que se inicia alrededor de la segunda mitad del siglo XX y que corresponde a un concepto que se asocia a cambios en la esfera cultural, una cultura de la superproducción y el gasto. Es un período en que ha desaparecido la confianza en la asociación entre los juicios científicos y los morales, la estética ha triunfado sobre la ética en tanto preocupación fundamental en el plano social e intelectual, las imágenes dominan en las narrativas, la transitoriedad y la fragmentación tienen prioridad sobre las verdades eternas y las políticas unificadas, y las explicaciones se han desplazado del ámbito de las fundamentaciones materiales y económico-políticas hacia una consideración de las prácticas culturales y políticas autónomas (2).

Precisamente es la difundida exacerbación de los mercados masivos lo que ha encumbrado el materialismo, el exitismo, el consumismo y la corrupción de la sociedad contemporánea a lugares tal vez inimaginados. Hoy en día podría considerarse generalizada la opinión según la cual la humanidad se está viendo trágicamente afectada por las nefastas consecuencias de su propio progreso material y los efectos indeseados de las transformaciones científicas y técnicas introducidas en el mundo. A ello podría sumarse el ostensible desconcierto espiritual que parece inundar la vida presente. La ausencia de valores compartidos, el individualismo y la extrañeza moral podrían considerarse como los caracteres más ilustrativos de la personalidad de nuestro tiempo (3).

Podríamos señalar que otro rasgo de la posmodernidad, es que nos hemos empeñado a tal manera en producir, en acumular y en progresar que hemos sacrificado el tiempo.

Nuestros juguetes son trofeos con los que no podemos jugar porque nos falta tiempo, ya que le arrancamos sentido al presente porque lo consideramos un mero trampolín para el mañana. La moderna fe en el trabajo disuelve una fraternidad previa; la ilusión de la igualdad rompe la experiencia de la comunidad, la noción moderna de igualdad es de uniformidad (ser uno como todos) más que de pertenencia comunitaria (ser uno en el todo). La autonomía idolatrada por el hombre moderno termina en la angustia del solitario. Y esa soledad tiene otras implicaciones que contribuyen a la sensación de desastre, a la sensación del vacío, a la inminencia de una época apocalíptica, al consumo como ideal de felicidad (4).

Un actor relevante de nuestro período histórico es un nuevo mito tribal, el consumo, que ha llegado a ser la moral de nuestro mundo actual y está destruyendo las bases del ser humano, es decir, el equilibrio entre las raíces mitológicas y el mundo (5). Esa nueva mitología ha descompuesto las relaciones de los hombres porque en la lógica de los signos, como en la de los símbolos, los objetos ya no están vinculados en absoluto con una función o una necesidad definida. Precisamente porque responden a algo muy distinto que es, o bien la lógica social, o bien la lógica del deseo, para las cuales operan como campo móvil e inconsciente de significación (5).

En la posmodernidad, la idea del desarrollo y su práctica acarrea consecuencias a veces insospechadas (10), destacándose las siguientes:

 A pesar de poder impulsar el crecimiento económico, no es generador de desarrollo en el sentido amplio que hoy lo entendemos.

 Los supuestos de racionalidad económica son profundamente mecanicistas e inadaptables, por lo tanto, a las condiciones de países pobres, donde la miseria no puede erradicarse como consecuencia de la liberalización de un mercado del que los pobres se encuentran, de hecho, marginados.

 En mercados restringidos y oligopólicos, donde los grupos de poder económico no se enfrentan a fuerzas capaces de limitar su comportamiento, la actividad económica se orienta con sentido especulativo, lo que deriva en resultados concentradores que son socialmente inaguantables.

Considerando el panorama presentado en las ideas anteriores, nos parece pertinente recordar que somos nosotros, los miembros de la sociedad de consumo, quienes hacemos posible cualquier modelo de desarrollo o sistema de organización social, luego es indudable que la responsabilidad del orden imperante es de nuestra absoluta competencia, para lo cual se requiere una toma de conciencia, especialmente considerando que hemos adquirido conocimientos sin precedentes sobre el mundo físico, biológico, psicológico y sociológico. La ciencia ha hecho reinar, cada vez más, a los métodos de verificación empírica y lógica. Mitos y tinieblas parecen ser rechazados a los bajos fondos del espíritu por las luces de la razón. Y, sin embargo, el error, la ignorancia, la ceguera, progresan, por todas partes, al mismo tiempo que nuestros conocimientos (6).

Bienestar y Felicidad

Dado este orden de cosas nos parece pertinente aproximarnos a las nociones de bienestar y felicidad, de manera de comprender y evaluar mejor la realidad de nuestros tiempos y nuestra realidad (ineludible). Para analizar la idea de felicidad, tomaremos como referencia elementos de la psicología social, en la cual se utilizan algunos conceptos que están extraordinariamente cerca unos de otros, aunque ello no significa que finalmente aludan a lo mismo, por ejemplo los términos bienestar subjetivo y satisfacción con la vida (7).

El bienestar subjetivo se refiere a que la satisfacción con la vida y la felicidad, aunque muestran comportamientos idénticos en algunos puntos, no son lo mismo, pues la primera sería una afirmación cognitiva y la segunda un estado emocional (8). Cabe señalar que a lo largo de los últimos años se está asistiendo a una recuperación del término felicidad, dejado de lado por su carácter enormemente filosófico, recuperación que intenta enfatizar el estudio de aquellos aspectos que inciden en que las personas experimenten estados de bienestar psicológico y de satisfacción con la vida, y los correlatos comportamentales que tal experiencia tiene en el terreno tanto individual (autoimagen) como social (altruismo) (9).

Otro concepto que merece nuestra atención es el de calidad de vida, para el cual se señala: Calidad de vida representa un término multidimensional de las políticas sociales que significa tener buenas condiciones de vida objetivas y un alto grado de bienestar subjetivo, y también incluye la satisfacción colectiva de necesidades a través de políticas sociales en adición a la satisfacción individual de necesidades (10). La complejidad en la interpretación de estos conceptos, a juicio de este autor, guarda una tremenda relación con la subjetividad de los mismos y con el lenguaje mediático imperante, donde el bienestar y la felicidad de las personas son determinados o definidos por parámetros económicos-materiales más que de otro tipo. Al respecto resulta extraño encontrar que en el paradigma de la sociedad del bienestar y desde la década de los 60s, ya existiesen voces que enunciaran la no correspondencia entre el progreso, el desarrollo, el buen vivir y la felicidad, porque parecía claro que ambas debían ir en la misma dirección, el progreso debía garantizar el bienestar y por consiguiente o concomitancia debía generarse la felicidad tan anhelada por la humanidad. Aunque el desarrollo y el progreso hubiesen generado las condiciones para que una pequeña parte de la población lograse el bienestar, no se encuentra claro que este estuviese ligado a la felicidad que aparece acá como una promesa no cumplida (4). Producto Interno Bruto

Se ha señalado que la supuesta llave de la felicidad de todos, y el explicito propósito de los políticos, es el crecimiento del PIB y que este es medido en función de la suma total de dinero gastada por la población. Agregando además que, el método más aceptado para calcular el “producto bruto” y su crecimiento, y en particular el guarismo fetiche que la política actual extrae de él, descansa sobre una presunción no verificada y rara vez explicada abiertamente, a pesar de las repetidas impugnaciones de la que es objeto. Según dicha presunción, la suma total de la felicidad humana aumenta a medida que mayor cantidad de dinero es transado (11).

Cabe destacar que una estrategia utilizada para medir el desarrollo de las naciones es el PIB, el cual refleja una gran variedad de productos del trabajo humano, intelectual y físico, y que está orientado fundamentalmente a expresar el crecimiento o la disminución de la disponibilidad de productos y registrar la cantidad de dinero que cambia de manos en el curso de las transacciones de compra y venta (12).

El modelo de PIB que domina la manera como los miembros de una sociedad líquida moderna, consumista e individualizada piensan el bienestar o el “bien social” es notable no tanto por sus clasificaciones erróneas o tergiversadas, sino por lo que directamente deja fuera de ellas, por todo aquello que elimina de plano de sus consideraciones y sus cálculos, restando de esa manera y en la práctica toda relevancia real al tema de la riqueza nacional y el bienestar individual y colectivo (12).

Es así, como se ha entendido en las últimas décadas que progresar produce descontento, insatisfacción, malestar. Varios pensadores han pretendido entender como la idea de progreso arraigada, hegemónica y predominante ofrece más insuficiencias que medios para atender las necesidades. Parece como si la búsqueda humana de la felicidad fuera un engaño. Todos los datos empíricos disponibles sugieren que entre las poblaciones de sociedades desarrolladas puede no existir una relación entre una riqueza cada vez mayor, que se considera el principal vehículo hacia una vida feliz, y un mayor nivel de felicidad (4).

Los grandes problemas que hoy prevalecen en la humanidad se enraízan en la incapacidad de reconocer que el PIB está – en la actualidad – completamente obsoleto como única medida de progreso (13). Este mismo autor afirma que si el consumo mantiene sus actuales ritmos de crecimiento, se requerirán tres planetas en 2050 para absorber las necesidades humanas, haciéndose urgente dar paso a un nuevo modelo donde el capital humano sea más importante que el capital físico.

Propuesta de Futuro: Felicidad: Hacia un Nuevo Paradigma de Desarrollo

“Queremos creer, aquí y ahora, que más allá de la angustia mortal que, como se repite obstinadamente, pesa sobre nuestra sociedad en crisis, la representación del porvenir abre la puerta a una nueva esperanza. A fin de cuentas, Freud había llegado a cierta concepción trágica de la propia intimidad, que está muy alejada del cada-cual-para-sí que caracteriza nuestra época. ¿Por qué no podría convertirse este hallazgo, al mismo nivel de la revolución, en una idea nueva en el mundo” Alain Badiou y Élisabeth Roudinesco. La nueva propuesta, Nuevo Paradigma del Desarrollo (NPD), define a la felicidad colectiva como una sensación perdurable de armonía con el mundo natural y con el resto de los hombres. Esto se logra satisfaciendo las necesidades de las personas, pero teniendo en cuenta que el planeta tiene límites. El NPD tiene cuatro pilares: la conservación del medio ambiente, el desarrollo socioeconómico sustentable y equitativo, la preservación y promoción de la cultura, y el buen gobierno. En base a ellos se definen ciertos indicadores, como el uso del tiempo para el trabajo, la familia y los amigos. La vitalidad comunitaria, que comprende lazos significativos con los vecinos, por ejemplo. La cultura y la resiliencia, que incluye el respeto y promoción de las tradiciones y pueblos originarios. Un buen gobierno, con participación de la sociedad civil y transparencia. Por último, la felicidad individual (13).

Muchos autores, entre ellos varios latinoamericanos, han contribuido con aportes en los que se propone un modelo económico donde la visión de felicidad colectiva sea vista como el eje para mejorar la calidad de vida, dejando definitivamente atrás al obsoleto PIB (13, 14, 15). A continuación se presentan algunas propuestas que derivan de las posiciones de dichos autores enunciados anteriormente:
 El PIB debe ser reemplazado por una medida más holística de desarrollo, medida que debe estar basada en la felicidad. En este sentido, proponen directamente reemplazar el PIB por un indicador de “felicidad societal” y evaluar nuestro progreso en base a la capacidad que tengamos de mejorar en los aspectos recogidos por este indicador.

 El modelo e indicador mencionado, debe recoger diversos aspectos claves para el progreso de una sociedad. Por ejemplo, los autores creen que se debe seguir dando importancia a los aspectos materiales. Sin embargo, deberían incorporarse nuevos elementos. Por ejemplo, salud y educación deben ocupar un rol clave en el indicador de progreso.

 El NPD propuesto es urgentemente necesario ya que el antiguo modelo está llevando a la destrucción del planeta junto con el empeoramiento en la calidad de vida de los seres humanos. En este sentido, los ritmos de consumo deben disminuir drásticamente. Por lo tanto, se debe poner énfasis en cambiar los estilos de vida a estilos más sencillos donde se priorice lo intrínseco y no lo material. La educación debe tener un rol clave en la formación de una sociedad más sustentable, menos materialista y más feliz.

 Para un NPD basado en felicidad se requiere un cambio en nuestros valores y en los que trasmitamos como sociedad. Por lo tanto en dicho modelo, el altruismo y la generosidad deben ser valores claves a trasmitir. Debe por tanto ser la cooperación entre los seres humanos, y no la competencia, el motor del progreso y la fuente principal de satisfacción y felicidad.

 Los autores afirman que para el NPD debe haber una transformación fundamental en la relación economía – seres humanos – planeta. La economía debe comenzar a estar al servicio de los seres humanos y del planeta, y no los seres humanos ni el planeta al servicio de la economía como ha tendido a suceder hasta ahora. Por último, en la plena consecuencia con los enunciados de este artículo, quisiéramos destacar que en el NPD los seres humanos constituyen el centro y la razón de ser del proceso de desarrollo, lo cual implica abogar por un nuevo estilo de desarrollo que sea ambientalmente sustentable en el acceso y uso de los recursos naturales, así como en resguardo de los mismos; en la preservación de la biodiversidad; que sea socialmente sustentable en la reducción de la pobreza y de las desigualdades sociales y que promueva la justicia y la equidad; que sea culturalmente sustentable en la conservación del sistema de valores, prácticas y símbolos de identidad que, pese a su evolución y reactualización permanente, determinan la integración nacional a través de los tiempos; que sea políticamente sustentable al profundizar la democracia y garantizar el acceso y la participación de todos en la toma de decisiones públicas. Este nuevo estilo de desarrollo tiene como norte una nueva ética del desarrollo, una ética en la cual los objetivos económicos del progreso estén subordinados a las leyes de funcionamiento de los sistemas naturales y a los criterios de respeto respecto a la dignidad humana y de mejoría de la calidad de vida de las personas (6).

Corolario

La posmodernidad y sus implicancias sociales, especialmente el modelo de desarrollo que se ha impuesto en el mundo global, ha llevado a los seres humanos a condiciones que han impulsado la necesidad de revisar y resignificar conceptos como bienestar y felicidad para un mejor vivir. Tal como ha sido señalado por Barrientos (7), se visualiza una necesidad de dialogar, de modo autorizado, con los lugares pertinentes del supuesto saber respecto de la felicidad y la calidad de vida como son el Estado, la Iglesia, la Educación y/o la Ciencia con el propósito de conseguir que las personas puedan llegar a vivir una vida social más plena y autónoma.

* Médico Veterinario (U. de Chile), MSc. (U. Austral de Chile), Dr. (c) Cs. Vet. (U. Austral de Chile), Dip. en Coaching y Cambio Organizacional (P.U. Católica de Valparaíso), Dip. en Formación Pedagógica en Educación Superior (U. Sto Tomás). Profesor Adjunto, Escuela de Medicina Veterinaria, Facultad de Recursos Naturales y Medicina Veterinaria, Universidad Santo Tomas, Viña del Mar, Chile. E-mail: profesanchez@gmail.com

Bibliografía

1. Barrientos, J. Calidad de vida, bienestar subjetivo: una mirada psicosocial. Colección Psicológica. Santiago de Chile: Universidad Diego Portales, 2005.

2. Baudrillard, J. La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras. Madrid: Siglo XXI de España Editores, 2009.

3. Bauman, Z. La Globalización: Consecuencias humanas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1999.

4. Bauman, Z. Modernidad líquida. México DF: Fondo de Cultura Económica, 2003.

5. Bauman, Z. Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005.

6. Guimarães, R. La ética de la sustentabilidad y la formulación de políticas de desarrollo. Buenos Aires: CLACSO, 2002.

7. Harvey, D. La condición de la posmodernidad Investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1990.

8. Hernández, B., Valera, S. Psicología Social Aplicada e Intervención Psicosocial. Santa Cruz de Tenerife: Editorial Resma, 2001.

9. Inglehart, R. Culture shift in advanced industrial society. New York: Princeton University Press, 1990.

10. Max-Neef, M. Desarrollo a escala humana: conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones. Barcelona: Icaria Editorial, 1993.

11. Morin, E. Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Editorial Gedisa, 2011

12. Naranjo, J. ¿Dónde está la felicidad prometida?: ideas sueltas sobre el modelo de desarrollo capitalista. Rev Colomb Cienc Pecu. (2011): 24:671-677.

13. Palomba, R. Calidad de Vida: Conceptos y Medidas. Taller sobre calidad y redes de apoyo de las personas adultas mayores. Santiago de Chile: CELADE / CEPAL, 2002.

14. Sánchez, A. Una breve visión sobre la relación ética, deontología y educación veterinaria. Revista Mevepa, (2008): 21 (2): 3-9.

15. Unanue, W. Por qué se debe reemplazar el PIB por un Índice de Felicidad Nacional Bruta. http://www.socioeco.org/bdf_dossier-8_es.html. 2014

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