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VENTURAS Y DESVENTURAS DEL SOBERANO por Carlos Sandoval (1)

“…la ideología tiene que ver directamente con

el encubrimiento de la verdad de los hechos,

con el lenguaje para ofuscar u opacar la realidad…”[2]

Hace algunos días, puse a disposición de quien tuviera paciencia un escrito titulado “Los vientos que soplan”; allí hablé -en más de una ocasión- sobre el pueblo; quien es el único “Soberano”. Su nombramiento puede confundirnos con aristocráticas y decadentes formas de gobierno y dominación. No obstante debemos tener en cuenta que la evocación conceptual varía (y variará) a través del tiempo; pensar lo contrario es contrariar el progreso en las relaciones sociales y humanas. Relaciones y tejidos sociales que pocas (o nunca) nacen de acuerdos o consensos, sino por el contrario nacen de cruentos enfrentamientos entre el conservadurismo y la transformación social. Ese es el instante histórico da como resultado la emergencia activa de un nuevo “soberano”.

No obstante, aunque las proclamas, las propuestas y las intenciones dirigenciales (aparentemente) declaran su más absoluta consecuencia de respetarlo, parece ser que siempre termina siendo olvidado, invisibilizados o derechamente sometido.

Así ocurrió en múltiples hitos históricos. Ocurrió en la Francia “igualitaria, libertaria y fraterna” que pos convulsiones sociales, políticas e incluso militares, dio paso a la democracia de la “representatividad”. Es decir, prácticamente, emulando a la lógica monárquica ibérica de los “rústicos” que declaró interdictos a los mapuches, por consiguiente necesitaban un “tutor” que los representara y guiara, se instaló en el poder una elite auto considerada “preparada” para representar y gobernar a la llanura social. De nada valió el asalto a “La Bastilla” para demoler los muros de la opresión; ahora vendría de la mano de otras caras y empalagosos relatos que hablaron de la libertad e igualdad ante la ley.

Algo no muy distinto aconteció con la Rusia revolucionaria que entregaba “todo el poder al pueblo” y que concluyó centralizando la democracia en manos de su vanguardia: el Partido.

En nuestro país tampoco fue distinto. A fecha de “independizarnos” del imperio peninsular, menudearon las proclamaciones y declamaciones de defensa del “pueblo”. No obstante, a poco de andar y usando la fuerza militar (algo no novedoso en estas tierras) la inspiración política y axiológica cambió radicalmente. Quedó atrás la idea de pueblo, quedó sepultada la aspiración democrática de “cabildos” y “aldeas” bajo la lógica mercantil-portaliana. La avalancha comercial-castrense de construir “poderes impersonales” o “Estado en forma”[3] se instaló y fundó estructuras gobernantes que re-editaron el verticalismo excluyente, parido en la mochila “del peso de la noche”[4], es decir abrigado en una lógica monárquica y eclesiástica. Pero esta forma de gobernar “desde arriba” excluyendo “lo de abajo” no es un fenómeno del pasado remoto. Por el contrario, y hemos estado frente a evidencias muy contemporáneas que nos debieran llevar a construir caminos que garanticen el logro de los objetivos de los excluidos. Las expresiones de la elite gobernante (cualquiera sea su impronta) ha usado persistentemente, ante la reivindicación o exigencia estudiantil, el aforismo de “que las instituciones funcionen”[5]. En y con las instituciones es la única forma para que las aspiraciones del soberano sean discutidas democráticamente. O sea en y entre la elite, sea esta gobernante o dominante, se construirá (desde arriba y desde fuera) la solución para los padecimientos de miles de jóvenes y sus familias.

Vemos entonces que del icono revolucionario que es el Pueblo (soberano) rápidamente se pasa a abstracciones (Estado, Instituciones, Orden Público, etc.) que pretenden más la dominación de los mandatarios que la liberación de éste. Se trata de instituciones, lógicas, objetivos y valores que responden más a las necesidades de quienes tienen la fuerza del poder, prescindiendo de la razón y objetivo de su origen. Atrás queda la declamada aspiración de “justicia social”, para imponer estructuras, normas, economía, símbolos, etc.

Así, bajo esta arquitectura se pudo, por ejemplo, acorralar a los “pueblos” y sus líderes autonomistas. Así, bajo esta ingeniería política, en la que se mezcla argucia y violencia, se desalojó de sus tierras ancestrales al pueblo mapuche. Así, bajo este arte de dominación, en el que se combinó falsedad y terror, se súper-explotó al obrero salitrero y carbonero. Así, bajo esta ciencia, en una argamasa de falsedad y represión, se intenta controlar y mezquinar respuesta a las legítimas demandas no sólo estudiantiles sino de la mayoría ciudadana chilena.

PRONTUARIO DEL SOBERANO

Pero… ¿quién este ente al que llamamos “Soberano”, “nuestro” soberano y que (al parecer) se ha convertido en una especie de mártir perpetuo? Su figura se configura en el quehacer cotidiano. Así como lo encontramos en el caliche y el socavón; lo vimos en la textil, en la siderúrgica y en el “tajo abierto” del sueldo de Chile. Hoy lo escuchamos y sentimos en el aula de clases o en el consultorio del barrio; en el edificio que se yergue a sus espaldas; en la sede sindical o asociación gremial construyendo sus esperanzas colectivas; en las calles reclamando por los abusos de la costra elitista que profita de riquezas ajenas.

O sea, el soberano se nos presenta como no “único” e “irrepetible” y de aires “mesiánicos”. Por el contrario, a lo largo de nuestra historia se muestra diverso y multiforme; muchas veces con aspiraciones y objetivos que a vista rápida parecen distintos e incluso contradictorios. Tampoco se levanta como un “ideal” pletórico de virtudes y carente de vicios. Su labor diaria, sus sueños y aspiraciones niegan toda leyenda negra, construida por la cresta social, de que su flojera y vicio son los únicos responsables de las malas condiciones de vida en que se ha debatido por decenios y centurias. Muy por el contrario, cuando germinaba su condición de llanura social se preocupó del socorro mutuo y de la moralización de sus pares. Asimismo construyó caminos para que la letra fuera amistosa entre los pobres. Por ello fundó decenas y quizás centenas de diarios y periódicos. Tampoco le fueron ajenas el aula y la ternura de enseñar; por ello levantó escuelas e incluso Universidades Obreras para que sus hijos y ellos mismos recorrieran los saberes del progreso material y espiritual. Asimismo, se organizó mutual, mancomunal y sindicalmente. Ello no lo obligó a ser de izquierda, de derecha, cristiano, laico o ateo. Sólo supo (y sabe) luchar por un mejor futuro y por consiguiente enfrenta (enfrentó) las injusticias que cayeron (caen) sobre sus espaldas.

Algunos fueron poetas, inventores, filósofos e incluso profetas, que con sus largas y albas barbas arropados en un “mameluco”, sirvieron de freno a la violencia castrense que asoló nuestras calles, iglesias y hogares en años recientes. También es soberano el joven de verso rebelde que, esculpida en un ajado papel, se escapa clandestinamente de la censura y el relato oficial. Soberano es aquel que traza imágenes de dolor y denuncia en telas expuestas en el borde externo del consumismo.

En resumen, este es parte de su rico prontuario como soberano y que día a día se hace visible en la historia de nuestro país, a pesar de los frecuentes intentos elitistas por ocultarlo tras el accionar de las instituciones y el orden público.

DE CUANTO FUE UTIL Y DE CUANTO SE FRUSTRÓ

¡¡Proteste…no importa cómo lo haga…pero proteste[6]!!! Fue el llamado del año 83. El pueblo respondió con mucha generosidad. Salió a la superficie para cantar, gritar y bailar; se organizó al calor de la esperanza de un Chile mejor y para todos. Decenas de muertos con sus miradas yertas quedaron en las calles; centenas de relegados aumentaron la población en recónditos poblados y aldeas y; muchos otros terminaron con sus cuerpos secuestrados en oscuras y malolientes celdas de una prisión castrense. Eran los costos que un pueblo estaba pagando por recuperar su soberanía, que no es otra cosa que el cimiento de la democracia. No fueron meses de padecimiento, fueron años. Sin embargo el pie se mantuvo firme hasta cuando las élites se dieron cuenta del riesgo que los asediaba por su inflexibilidad. El objetivo fue cambiar todo para que nada cambiara. Fue en este momento de peligro para el elitismo social que empezó a fraguarse la invisibilización del movimiento social. Hubo muchos y complejos pasos para que ello sucediera. En ese afán estuvo el tipo de relación de los partidos de izquierda con la sociedad popular chilena.

Apareció en la boca gobernante la expresión de “en la medida de lo posible”[7]. Todo tendría que estar sometido a la posibilidad y esta dependía del mal o buen humor castrense. Fue la democracia “trucha”, “castrada” o “transición pactada”. Nada debía a escapar a esta práctica de genuflexión. Los trabajadores no podían exigir más de lo que se les daba; los familiares de víctimas de represión sólo debían conformarse con el “dictamen judicial”. Los jóvenes no tenían más que aceptar que otros “construyeran” sus saberes y determinaran jornada escolar completa porque era “necesario que no estuvieran en las calles”[8]; las mujeres, aquellas que salieron a trabajar para sostener a la familia, fueron notificadas por un tribunal de machos que sus úteros ya no les pertenecían[9]; que los carboneros ya no podrían escudriñar las entrañas de la tierra en busca del sustento familiar; que la pandemia del siglo XX sólo se evitaba con la privación de amar…y así fuimos confundiéndonos en una sociedad cada vez más hipócrita, viviendo una democracia de papel y discursos pero nunca real y humana.

Y, así nos fuimos frustrando, amargando, encerrándonos en lo único que se nos permitía y estimulaba: consumir. No teníamos (no tenemos) dinero para adquirir todo lo que dicen que necesitamos. ¡No importa!...nos dieron crédito, nos dieron dinero plástico y podemos pagar a tres cuota, a diez cuota o, a mil cuotas. De protagonistas de historias, de agentes constructores de horizontes fuimos mutando a feligreses de multitiendas y pecadores de los retail. Y nuestras vidas se fueron vaciando de colores, brisas y perfumes. Desde la rebeldía adolescente se gritó “no estoy ni ahí” y por ello se hicieron merecedores del título de irresponsables. Nunca se les reconoció que habían sido marginados, nunca se les confesó que fueron invisibilizados; jamás se les reivindicó…sólo se les estigmatizó.

A los trabajadores que reclamaron por sus derechos conculcados se les respondió que debían modernizarse; que tenían que tecnificar y profesionalizar sus organizaciones y que debían someterse a los acuerdos para mantener la estabilidad política del país. Todo debía postergarse, desde el mejoramiento salarial hasta la seguridad laboral. Había que hacer sacrificios en las crisis y comprender que la cesantía no era un problema, sino un desafío para la creatividad individual. Que el desempleo lo podíamos reemplazar por el emprendimiento. Y así, de miles de cesantes nacieron miles de emprendedores con sus industrias callejeras de sopaipillas, de hamburguesas de soya, de refrescantes helados y jugos caseros.

También surgieron los emprendedores del auténtico retail[10], aquel del menudeo. Las más variadas ofertas del comercio de calzada pigmentaron las calles de las grandes ciudades. De vez en cuando, un neurótico Alcalde los corretea porque son ilegales y cómplices de la delincuencia. Estos emprendedores del intercambio comercial reclaman que las autoridades les impiden trabajar.

De este modo la frustración y la rabia se fueron anidando en miles de conciencia. Los reclamos van de menos a más. Primero susurros, luego gritos que funan el orden económico; aun aislados pero creciendo, extendiéndose por rincones sociales cada vez más anchos. Hasta que…por fin estalla la ira. Y, nuevamente fueron ellos, los jóvenes quienes dejaron de estar ni ahí para pasar a la acción y proposición. En el mochilazo dijeron “No más el “raspe - pase”[11]; en el pingüinazo exigieron “fin a la LOCE”[12] y hoy exclaman “No más lucro”. Salen a las calles, se disfrazan, cantan, bailan, proponen, discuten, emplazan y desafían. Todas expresiones nuevas de un heterogéneo movimiento social.

A ellos se suman los que defienden la naturaleza, los que luchan por mejores condiciones laborales, los que quieren recuperar sus tierras ancestrales, las minorías que piden respeto por sus opciones de vida, en fin es la llanura social que sepulta la apatía troglodita del consumista para dar paso a la vorágine creativa de la ciudanización. Las elites quedaron perplejas. Creyeron que la paz eterna, la pax romana estaba consolidada. Dos décadas de administración democrática del modelo debían garantizarlo. Pero no fue así. La desidia con que trataron al soberano; la inmoralidad de los negociados hechos en su nombre y la perpetuidad en la representatividad del soberano lo terminaron cansando. Y, ahora está en la calle reclamando no sólo lo que le prometieron, sino lo que legítimamente le pertenece. Es decir, quiere ser verdaderamente el soberano y que las instituciones se inclinen ante él.

¡¡TE ESTAN BUSCANDO!!!

Ahora, en estos tiempos parte del “soberano” toma cuerpo en el movimiento estudiantil. Ha sido el que ha puesto en la discusión algo más que un problema presupuestario. El cuestionamiento más o menos generalizado de los estudiantes dice relación con el sistema o modelo impuesto, no sólo en el sistema educativo, sino en todos los ámbitos de la vida nacional. Es una controversia que va desde la exigencia de nacionalización de nuestras riquezas básicas hasta el actuar político y valórico de la clase política dirigencial.

No obstante por la carencia de convicciones de cambio, los arquitectos (todos) de la institucionalidad política vigente han intentado colocar “riendas” y “camisas de fuerzas” a quienes reclaman transformaciones sustantivas que re-configuren el andamiaje político, económico y (por supuesto) social de nuestro país.

La cooptación de las dirigencias sociales (clásica y fructífera arma concertacionista en el pasado) no pudo dar resultados inmediatos. Las razones son dos y muy simples. La Concertación ya no tiene el poder administrativo del país y por consiguiente carece de ofertas corruptoras y la derecha no tiene (nunca la ha tenido) capacidad de construir fuerzas en la sociedad. Probablemente la UDI dio muestras de cierta capacidad, pero por convicción y acción, terminó desafectada del mundo popular. Este es uno de los reclamos de Longueira, quien ahora busca defender al consumidor creyendo a la sociedad chilena como de clase media.

Pero existe una tercera razón y en ella re-surge la sentencia (con cierto aggiornamiento) de que los modelos o sistemas engendran a sus propios sepultureros. Los estudiantes conflictuados (universitarios y secundarios) han aprendido de las contradicciones que sostienen con el modelo. Y, a partir de estas contradicciones han logrado construir una crítica y una propuesta de cambio dirigida a la esencia misma del neoliberalismo. Por ejemplo al momento de vocear un “No al lucro” están dirigiendo sus dardos al sostén o soporte ideológico (y axiológico) del modelo capitalista en su versión neoliberal. Esta propuesta, que además de ser catalizadora de diversas fuerzas sociales, choca irreconciliablemente con los propulsores del sistema y por cierto con quienes --- renovación mediante --- terminaron no sólo adscribiendo a él sino mejorándolo.

Visto así resulta prácticamente imposible que los objetivos estratégicos del estudiantado, sean resueltos en el cuadrante, ritmo y lógica de la clase política actual.

De esta situación arranca la perplejidad inicial de uno y otro bloque (Alianza, Concertación, Gobierno, Parlamento, etc.) ante el estallido del movimiento estudiantil, para luego dar paso al colgamiento y/o comprensión de las exigencias (“tarea noble” dijo Piñera). Los unos (colgados) trataron por distintos medios de re-legitimarse y hacer oposición desde “lo social” con el fin de aumentar sus posibilidades de retorno al poder. Todo ello sin dejar de advertir que no hay que caer en la intransigencia, que se les escuchará, pero que el único espacio democrático para debatir y solucionar el problema es el Parlamento. O sea, que las instituciones funcionen, que estén por sobre el soberano

Los otros (comprensivos) con seudo operaciones de inteligencia, han combinado las alabanzas con acusaciones descalificatorias y represión policial. Iniciaron una campaña publicitaria colocando el énfasis en los encapuchados, al igual que otrora cuando se hablaba de los “terroristas”, de “los marxistas” o de “los violentistas” y así justificar la brutal acción policial sobre los jóvenes estudiantes. Han hecho ofertas mezquinas, como si estuvieran negociando con un sindicato de sus empresas, las que luego amplían para avanzar en sus propuestas. Usan sus medios publicitarios para crear conciencia en la sociedad que se está haciendo todo lo posible y que los cambios que pretenden son la más grande reforma educacional.

Cuando se les demuestra que sus dichos carecen de toda veracidad; cuando se les rebate que tratan de cambiar todo para que nada cambie, ellos responden que el único espacio democrático donde se debe discutir y solucionar los problemas es el Parlamento. O sea, que las instituciones funcionen, que estén por sobre el soberano.

Y el consenso elitista nuevamente empieza a fraguarse. Relieve publicitario adquieren los asépticos pasillos congresales; emergen con desparpajo los rostros de añosos políticos proponiendo fórmulas de acuerdo que son recibidas con entusiasmo y alegría por la contraparte. Al parecer, todo tiende a la normalidad, las elites están más tranquilas y se preparan para seguir administrando el poder. El “orden público” empieza a restaurarse, son cada vez menos y más controlable los canticos y bailes de protesta; el comercio no se siente amagado por los rostros (con capuchas o descubiertos) inquisidores de los jóvenes deudores del sistema. El sismo que vive el modelo, que incluso acusó trizaduras, inicia su extinción. Un manto de invisibilidad empieza a caer en parte y todo del soberano...sin embargo y de ello no hay muchas dudas…éste volverá a arremeter, con más fuerza, con más convicción hasta recuperar lo que es suyo: la soberanía.

La Florida, diciembre de 2011

NOTAS:

1)Carlos Sandoval Ambiado. Profesor de Historia, Magister en Educación y Doctor en Historia.

[2] Paulo Freire. Pedagogía de la autonomía. Editorial Siglo XXI. Año 2002.

[3] Edwards Alberto. La Fronda Aristocrática.

[4] Ibídem.

[5] Conocida frase del ex Presidente Ricardo Lagos (2000-2006) para referirse al único camino que existiría para resolver los conflictos sociales y políticos.

[6] Llamado de la dirigencia sindical del cobre a la ciudadanía para que expresara su descontento con el gobierno dictatorial de Pinochet. Rancagua, mayo de 1983.

[7] Frase célebre del ex Presidente Patricio Aylwin (1990-1994) para referirse a las posibilidades o expectativas que hubo respecto de los juicios por violación a los Derechos Humanos.

[8] Frase memorable del ex Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle (1994-2000) para explicar la importancia de la aplicación de la Jornada Escolar Completa en el marco de la Reforma Educacional de 1996.

[9] Se refiere al Tribunal Constitucional que dictaminó la inconstitucionalidad de entregar la “pastilla del día después” a las mujeres que la solicitaran al estado. Cabe indicar que este tribunal estuvo (¿esta?) compuesto exclusivamente por varones, todos ellos de avanzada edad y mayoritariamente de vetustas creencias religiosas.

[10] La traducción correcta es “vender al por menor o al detalle”.

[11] Denuncia de los estudiantes secundarios respecto de los fraudes que los empresarios privados del transporte colectivos hicieron con la carnés escolares o “pase escolar” en el año 2001.

[12] Reclamo principal de los estudiantes secundarios por derogar la última norma constitucional, dictada en marzo del año 1990 por la Junta Militar (que para entonces actuaba como poder Legislativo de facto) y que normaba la educación chilena. Consigna ilustrativa fue la leyenda escrita en un pancarta de las alumnas del Colegio Carmela Carvajal (Santiago) que decía “Solo sé que no a la LOCE”.

Carlos Sandoval Ambiado. Profesor de Historia, Magister en Educación y Doctor en Historia.

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