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“Alicia en el país de las maravillas”: el cuerpo sin contradicciones. Por Paquita Rivera y Alex Ibarra

Las contradicciones lógicas o las paradojas son hechos mentales que aparecen como eclipsados del horizonte de sentido. Lewis Carroll es considerado un maestro en la representación del sin sentido y sigue siendo un referente literario vigente con su sorprendente obra.

El tema de las paradojas y la contradicción ha sido abordado por varios autores de la tradición filosófica. En la filosofía clásica la contradicción es un problema que importunaba a Parménides, Aristóteles y los estoicos; en el siglo pasado grandes filósofos como Wittgenstein y Foucault se sintieron llamados a darle algunas vueltas a la concepción estandarizada, abriendo el paso a la comprensión de éstas como ejercicios intelectuales. Después de todo, el lenguaje puede ser aceptado como un conjunto de juegos diferentes. ¿Cómo soportaríamos la existencia sin paradojas o comprensiones?

Entre los filósofos chilenos el tema tampoco ha pasado inadvertido, desde la década de los setenta, tanto la obra de Juan Rivano (en el libro “Limericks”) como la de Jorge Millas (en el libro “Escenas inéditas de Alicia en el país de las maravillas”), en algún sentido, abordan esta cuestión. La terrible década del setenta en nuestra historia nacional encuentra un sentido de comprensión desde la paradoja.

Todo esto expuesto sólo para dejar la posibilidad de seguir hablando desde la música y la filosofía. En esta ocasión la excusa es la presentación del ballet “Alicia en el país de las maravillas” dirigida por la destacada coreógrafa Uruguaya Sara Nieto que está siendo exhibida en el Teatro Nescafé de las Artes. No dejemos pasar la oportunidad de destacar que en la historia de la danza en Chile reconoce un importante lugar a esta bailarina radicada por años en nuestro país.

No es sorpresa encontrarnos con un ballet remozado desde la estética hasta el abordaje de contenidos técnicos con una perspectiva contemporánea si bien se mantiene el lenguaje técnico de vieja escuela. Hay dos hechos que sobresalen aun cuando son un sinnúmero los elementos a destacar. El primero es la controversial, pero indudablemente útil e inteligente, utilización de escenografía Led, prescindiéndose del elemento orgánico como eje principal escenográfico (salvo algunas sillas, mesa y un par de maceteros). Más allá de todo juicio estético, el cual por ser subjetivo sería un error emitir, sorprende en gran manera cómo la tecnología puede transformarse en un puente hacia ese mundo absurdo y sin sentido creado por la mente de Alicia, y de qué forma natural y mágica, somos inmersos en los colores, tamaños, texturas y hasta sensaciones, que experimenta la protagonista, en su viaje por el país donde de pronto sus lágrimas se transforman en un mar en el cual podemos ver como diversos seres, danzantes e inanimados, se ven sumergidos y podemos llegar a sentir la amenaza, el miedo; emociones que la música de Tchaikovsky, junto a los oníricos colores brillantes de imágenes que se acercan y vuela junto a los bailarines y su vestuario que se entremezcla con las imágenes proyectadas, nos transmite e impacta. Así mismo nos “maravillamos” (utilizando el mismo lenguaje de Lewis Carroll) con la metafórica presencia de la oruga y su narguile que nos conduce hacia Oriente y sus misterios, o el Gato Risón y sus enormes ojos que aparecen y desaparecen desconcertantemente, así como somos espectadores de los efectos de los hongos que convierten a Alicia en gigante y al momento en un minúsculo ser; y que gracias a la tecnología, ya no es necesario interpretar desde la metáfora sino que, como la mente sin contaminar del niño, podemos “ver” a través de las imágenes de las grandes pantallas que cubren el escenario y son las responsables de generar la atmósfera necesaria para que la obra de Carroll sea respetada en la reinterpretación de Nieto y Germán Droghetti (escenógrafo y vestuarista) .

No es menor hablar del impacto que nos provoca, dado que éste montaje ha sido enfocado a un público familiar y mayoritariamente de niños que no harán una elaboración intelectual como la nuestra, sino que se dejarán llevar por los sentidos y las emociones generadas directamente sin el adulto y sobre-valorado filtro de la racionalidad, a la cual desafortunadamente se nos hace tan complejo eludir.

El otro hito que hemos considerado importante destacar, trata de la inclusión de un bailarín representando a la Reina de Corazones. La estética onírica pasa a delirante ante la aparición de este personaje que contrasta con la fragilidad de Alicia (notablemente interpretada por la bailarina Isabel Barras). En esta ocasión no es la crueldad del personaje lo que nos llama la atención, sino el sarcasmo y el sinsentido de su propio ser, que como espectadores desciframos prontamente como un transformista en papel de prima ballerina, incluso por su incursión en la interpretación en puntas, una osadía técnica que genera explosiones de aplausos espontáneos. Esta reina no deja de sonreír burlescamente y sus pestañas postizas las podemos observar desde la última fila. Estamos ante la verdadera reina de corazones, la que desea que le corten la cabeza a cualquiera que contradijere sus deseos, y que se emplaza en su trono de drag queen como quien sabe que es la “reina del show”. Una reinterpretación sólida y contemporánea ejecutada por Ederson Teaiva y que, según cita la propia Sara Nieto “…tiene un papel muy importante en todo el segundo acto. Y la hace un varón, porque quería una reina imponente, muy soberbia y caprichosa”.

Sin duda, un espectáculo que, como sexto montaje de la Compañía Nescafé de las Artes; denota un trabajo cuidado y exigente, con primeros bailarines muy bien escogidos y con una preparación fuerte dado el movimiento constante de las escenas. El Sombrerero (Jean Paul Bauer) y el Conejo (Alejandra Ubilla) también son personajes destacables, el primero con sus acrobacias, impecable técnica y su empatía con el público ya predispuesto a encontrarse con un personaje amable; y el Conejo con sus movimientos nerviosos y constantes, que posiblemente sea el más querido por los niños asistentes a este regalo de fantasía invernal.

Paquita Rivera.
Alex Ibarra Peña.
Colectivo Música y filosofía:
“desde la reflexión al sonido que palpita”.

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