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Longueira y el catecismo de la UDI. Por Crisóstomo Pizarro C.

Columnistas, políticos, académicos y think tanks de la derecha han escrito contra el financiamiento de las políticas sociales mediante la aprobación de reformas tributarias durante siglos y lo más sorprendente, es que nunca han cambiado el tenor y el contenido de sus críticas. En el Chile contemporáneo, sólo quiero recordar los argumentos expuestos por la UDI contra la primera reforma tributaria propuesta por el primer gobierno de la Concertación y cómo sus catastróficas profecías se desbarataron estrepitosamente.

Los mismos que causaron el empobrecimiento y el aumento de la desigualdad en Chile durante la dictadura militar a la cual prestaron irrestrictamente su apoyo, se oponen hoy, al igual que antes, a la idea de una reforma tributaria que asegure los ingresos permanentes necesarios para financiar responsablemente las reformas sociales que los chilenos demandamos hoy.

Apoyada en estudios supuestamente serios elaborados por CEP y Libertad y Desarrollo, la UDI sostenía que la reforma tributaria debía ser rechazada porque perjudicaba el ahorro, la inversión, el empleo, desincentivaba el trabajo, empobrecía y arriesgaba los equilibrios macroeconómicos y que bastaba el crecimiento económico.

El entonces diputado Pablo Longueira, presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados y el único miembro de la Comisión que se opuso a la idea de legislar- junto con el Senador Guzmán-, sostenía que un estudio del Banco Mundial demostraba una correlación inversa entre la carga tributaria y el crecimiento económico en el mediano plazo. Esto explicaba por qué la mayoría de las naciones estaban reduciendo sus impuestos: “Los impuestos originaban el círculo perverso y vicioso del subdesarrollo: más impuestos, menos crecimiento, menos empleo, más pobreza”.

Sin embargo, el gobierno demostró que la supuesta correlación inversa entre carga tributaria y crecimiento económico en el mediano plazo, no contaba con las evidencias que se desprendían de estudios llevados a cabo en Estados Unidos, Alemania Federal, Holanda, Bélgica y Francia, y en países de desarrollo intermedio tales como Corea del Sur, Malasia y Singapur. A tasas de tributación mucho más altas que las propuestas por la reforma, también correspondían tasas de inversión más altas. En el mismo caso chileno, la reducción de las tasas de tributación decretadas por la dictadura causó una caída de la tasa de inversión equivalente a un 8% del producto. La apreciación ex-post de los efectos de la reforma tributaria fue claramente favorable a los argumentos del gobierno. Como dijo el ministro de Hacienda de la época, Alejandro Foxley, “no ocurrió la catástrofe”.

El aumento de la recaudación tributaria se asoció a una mejoría de todos los principales indicadores económicos y sociales como lo han demostrado, además de Alejandro Foxley, Ricardo Ffrench Davis, y Joaquín Vial, entre otros.

Para Jaime Guzmán la reforma tributaria resultaba inconveniente e innecesaria para el imperativo moral consistente en la reducción de la pobreza. Pero... ¡cuidado!, nos advertía que tal reducción no debería confundirse “con una propuesta a favor del igualitarismo, con una utópica búsqueda del igualitarismo que ninguna nación jamás ha alcanzado. En nombre de ese mito... no sólo conculcaron toda libertad durante décadas sino que fracasaron rotundamente en sus promesas de brindar creciente bienestar”.

Hoy Longueira identifica la reforma tributaria como una “consigna”, la cual junto con “fin al lucro” y “educación gratuita”, no tiene “contenido”. Lo mismo dice Jovino Novoa y Hernán Büchi.

Vale la pena anotar lo que destaca éste último con respecto a las propuestas tributarias. En una respuesta a dichos del ex Presidente Lagos sobre el veto de la derecha a numerosas reformas, señaló en entrevista dada a El Mercurio el 8 de enero de 2012 que “una reforma tributaria dañaría a los pobres”. Dieciseis meses más tarde volvió a decir que quienes proponen esa reforma “olvidan que a mayor crecimiento del país, mayor recaudación. Ni siquiera analizan sus efectos en inversión y empleo”. O sea, sigue repitiendo el mismo catecismo que LyD había profetizado que ocurriría si la primera reforma tributaria propuesta por la Concertación resultaba aprobada. Eso ocurrió, como lo señalé, pero la catástrofe no se produjo. Las propuestas tributarias son para Büchi parte de la “lista de temas impuestos como políticamente correctos”.

Otro de los temas políticamente correctos es la igualdad. “En nombre de la igualdad se han cometido, acá y en otras latitudes, grandes desatinos. Las consecuencias han sido pobreza, violencia y autoritarismo” (El Mercurio, domingo 12 de mayo, 2013). Pareciera que Büchi estuviese reeditando las mismas aprehensiones que expresaba Guzmán hace más de dos décadas.

La dogmática derecha se rehúsa a aceptar el mérito de la evidencia empírica hoy disponible. Solo así podría tender un velo de ignorancia a su propio pasado. Y por eso, podemos decir que en nombre del mercado y “con la fuerza de la libertad”, como reza el título del libro de Novoa, se han cometido acá [en Chile] “grandes desatinos cuyas consecuencias han sido precisamente pobreza, violencia y autoritarismo”. Parece increíble constatar la desfachatez con que la derecha se aferra a sus dogmas.

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