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¿Tiene relevancia enseñar hoy Religión, Filosofía o Ética? Por Juan Pablo Espinosa

La pregunta tiene para algunos una respuesta clara: ¡Saquen todo lo que les haga pensar! ¡Vendamos los libros muy caros para que así nadie tenga la posibilidad de adquirir conocimiento y convertirse en sujetos críticos! ¿De qué te sirve reflexionar si lo que importa en la sociedad de mercado es producir bienes tangibles que puedan tasarse en la oferta y la demanda? ¿Qué produce la Filosofía, la Religión o la Ética? Otros, en cambio, más utopistas, creemos que nuestras disciplinas aún contribuyen a crear un proyecto de humanidad que enfrente, crítica y dialogantemente la realidad social presente. Lo que pretendemos en estas líneas no es realizar una apologética dogmática de nuestras propias vocaciones como pedagogos en Religión, Filosofía o Ética, sino que se pretende generar un espacio de reflexión sobre la irrenunciable vocación al pensamiento, al aprender por aprender, al vivir inmersos en la acción intersubjetivamente subversiva del diálogo con otros desde temáticas tan abstractas pero tan ciertas como las que desempeñamos profesionalmente.

Primer momento: ¿En qué estamos como sociedad?

¿Cuál es el motor de praxis en la sociedad actual? Respuesta: Producir bienes de consumo. Así lo manda el neoliberalismo. Es más, hay un decálogo del imperio, regido por una teología neoliberal y por una ética del mercado. Es en medio de la dictadura del mercado en la cual nacen mandamientos tales como:

· “Tenderás a eliminar cualquier forma de propiedad pública, dejando el gobierno de la sociedad en manos de empresas privadas.

· En todas tus acciones defenderás la prioridad de la economía sobre la ética y la política.

· Renunciarás a defender la justicia social, superstición estéril, y a practicar el altruismo, actitud cuasi religiosa igualmente estéril.

· No tendrás en cuenta las necesidades de los pobres, los marginados y los excluidos, que son población sobrante y no generan riqueza; practica el darwinismo social”[i]

La dialéctica de la sociedad de mercado favorece justamente la exclusión de todo aquello que tenga que ver con lo público, los proyectos éticos, el concepto de justicia social, visto por muchos como marxista[ii] o lo religioso como opio. Veamos la realidad de cargas horarias en los colegios de nuestro país. Horas promedio de Filosofía son dos a la semana, divididas en Psicología para el NM3 y en Filosofía para el NM4. En algunos colegios más avanzados se está utilizando e implementando el programa de “Filosofía para niños”, el cual consiste en la búsqueda del desarrollo del pensamiento abstracto desde los primeros cursos básicos. En otros establecimientos educaciones se propone lo que se conoce como diferenciados o electivos de Filosofía divididos en Teoría del conocimiento y Lógica y Argumentación. Es el panorama de la Filosofía. En el caso de la Religión el panorama es menos auspicioso. En algunos colegios, en su mayoría confesionales, se continúa enseñando la Religión. En otros, en su mayoría laicos, se ha cambiado la Religión sacándola de las aulas y proponiendo lo que se conoce como “Desarrollo personal”, que es una especie de clases de valores o de ética. Por experiencias directas, la situación educativa en los colegios no es muy auspiciosa para los docentes. A nivel de las mallas curriculares, la Religión por ejemplo no aparece evaluada con nota, sino que con conceptos (MB, B, R, etc). Se la promedia generalmente con Historia o Lenguaje. Lo mismo pasa con la Filosofía, aunque en su mayoría si se la evalúa con nota sumativa, la que se conoce popularmente como “directa al libro”.

Es difícil no pensar y recordarnos de Paulo Freire, el insigne pedagogo brasileño quien divide la pedagogía en la de carácter bancaria y en la de tipo liberadora. A grandes rasgos, la educación bancaria la define Freire en los siguientes términos: “es una donación de aquellos que se juzgan sabios a los que juzgan ignorantes. Donación que se basa en una de las manifestaciones instrumentales de la ideología de la opresión: la absolutización de la ignorancia, según la cual ésta se encuentra siempre en el otro”[iii]. Esta educación es de carácter pasiva. Se enmarca en un monólogo, dirigido por el que sabe a los que no saben. La barrera de la separación es insalvable. La ignorancia acusada por Freire es la misma que la ideología del mercado propone como experiencias únicamente válidas de aprendizaje. ¿Cómo se manifiestan? Eliminando espacios de aprendizaje dialógicos como la experiencia filosófica, la comprensión de la religión o la interiorización de la ética. ¿A quiénes salva la educación alienante? A aquellas áreas que significan un saber productivo, sin despreciar a aquellos colegas que enseñan asignaturas diferentes de las nuestras.

Segundo momento: Utopistas de la “dialogicidad”

Junto con la educación bancaria, aparece la educación de corte liberadora o dialógica. Ella se resume en lo siguiente: “el educador ya no es sólo el que educa sino aquel que, en tanto educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado, también educa. Así, ambos se transforman en sujetos del proceso en que crecen juntos (…) ahora, ya nadie educa a nadie, así como tampoco se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión y el mundo es el mediador”[iv]. Lo que se propone este tipo de educación es problematizar el mundo, es decir, pensarlo, crearlo y recrearlo continuamente. Ahora bien, son justamente nuestras disciplinas las que favorecen la reflexión utopista y subversiva, entendiendo por lo subversivo aquello que está bajo el verso o la historia oficial. La memoria social que impera en la sociedad de mercado es una de carácter oficial, alienante y que utiliza elementos legitimadores de una praxis excluyente. Será justamente en la educación, entendida como motor de cambios sociopolíticos y culturales que se logre recrear el espacio público.

Si contertulios y contertulias. La religión, la filosofía y la ética, sus planteamientos y la enseñanza que hagamos de ellas, son esas herramientas que se utilizarán en una historia que no está concluida. P. Freire hablaba de que los educadores y los educandos son seres que se “están haciendo”, que poseen “intencionalidad” y que tienen la capacidad de la “dialogicidad”. La educación reflexiva, la problematizadora y liberadora son pedagogías que se deben a un quehacer permanente. Son contrarias proféticamente hablando a la educación bancaria. Ojalá que aunque nuestras disciplinas no produzcan un elemento de consumo, no provean al mercado de objetos para tasarlos en las dialécticas de oferta y demanda, podamos encontrar en ellos espacios utópicos, y que seamos capaces de soñar con que la humanización es aún un proyecto viable para todos.

Juan Pablo Espinosa Arce Licenciado en Educación (UC del Maule) Profesor de Religión y Filosofía Docente de Ética en IP Santo Tomás – Rancagua @juanpirancagua

Rancagua, 2 de septiembre 2014

[i] TAMAYO, JUAN JOSÉ. Otra teología es posible, pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo. Biblioteca Herder, Madrid, 2011, p. 122.

[ii] El Obispo Católico Hélder Cámara de Brasil (1909-1999), decía recurrentemente: “Si ayudo a los pobres me dicen SANTO. Si en cambo pregunto porque los pobres están en esa situación me acusan de COMUNISTA”.

[iii] FREIRE, PAULO. Pedagogía del Oprimido. Siglo Veintiuno Ediciones, Buenos Aires, 2002, p. 79. Algunas de las características de este tipo de educación (la bancaria), son: el educador es el único que educa, él es el quien sabe, los educandos no saben. El educador es el sujeto del proceso, los educandos no son capaces de pensar. El educador es quien actúa mientras que los educandos son aquellos a quienes jamás se escucha. Y lo más grave, el educador es el sujeto, los educandos los objetos.

[iv] FREIRE, PAULO. Pedagogía del oprimido., p. 92.

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