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¿Tienen derecho a la memoria las generaciones post-Golpe Militar? Por Juan Pablo Espinosa

Es un hecho que llegado el mes de septiembre, junto con la celebración de las Fiestas Patrias otro de los temas que causa más división que unión es lo acontecido el año 73’ en el Golpe Militar que derrocó la estabilidad democrática que imperaba en Chile hasta esa mañana del Martes 11. En esto, una de los temas recurrentes es aquello que sostiene, con falta de verdad, que la memoria es sólo propiedad de aquellos y aquellas que vivieron en carne propia lo ocurrido hace 41 años atrás. En otras palabras, las generaciones que van desde la década del 80 hasta nuestros días no tenemos derecho a pensar en lo positivo o negativo del acontecimiento histórico más relevante en el siglo XX Chileno. Lo que pretendemos hacer en esta reflexión es indagar de manera rápida en el concepto de memoria y en el derecho que a ella tenemos las últimas generaciones.

Primer momento: ¿Qué nos dice el imaginario social?

Algunas de las expresiones propias de los conciudadanos que vivieron lo acontecido el 11 de Septiembre de 1973 y que privan de la memoria a las nuevas generaciones son:

 Tú no lo viviste. No tienes derecho a opinar.
 ¿Qué sabes tú de tener que pasar hambre porque los comunistas tenían escondida la comida?
 ¿Puedes acaso hablar si a ti no te tomaron preso a un familiar?
 ¿Qué sabes tú si naciste en democracia?

Pueden ser más expresiones nacidas del imaginario social. De ello estoy seguro. Sin temor a equivocarme a más de alguno que me lee le ha tocado escuchar una de estas frases o algo similar a ellas. ¿De verdad no somos sujetos de la memoria? ¿Dónde queda entonces eso de que un pueblo sin memoria no tiene derecho a existir ni a tener futuro? Sin duda, y objetivamente no vivimos lo acontecido esa mañana de martes de septiembre. Sólo nos han llegado o lo que nuestros padres o mayores nos han contado, siempre con un grado de subjetividad por estar en uno u otro lado. Puede que también lo hayamos aprendido en algún curso en Historia. Quizás lo hayamos aprehendido gracias a los reportajes o documentales que llegado Septiembre abundan en los mass media. Por cualquiera de estas vías nos ha llegado lo que nuestros padres y abuelos vivieron más de cuatro décadas atrás. Pero a pesar de lo subjetivo de las opiniones ¿podemos gozar del derecho humano de la memoria?

Segundo momento: ¿Qué decimos cuando decimos memoria?

Si vamos a la RAE y buscamos el significado de memoria, la primera definición que aparece es: “capacidad de recordar” y como segunda acepción: “Imagen o conjunto de imágenes de hechos o situaciones pasados que quedan en la mente”. En ambos casos se nos habla de acontecimientos de antaño que son transmitidos a través de lo que podríamos llamar la memoria social. Ahora bien, justamente la memoria aparece como un sentido aglutinador socialmente hablando. Así, un pueblo recuerda los acontecimientos importantes del pasado y los celebra anualmente porque representan para ellos hechos fundacionales, por ejemplo la Pascua Judía con la liberación de Egipto por Yahvé en su mediador Moisés.

Así, la memoria aparece como un ejercicio hermenéutico, una comprensión de la realidad total en la cual los sujetos de desarrollan. Por el sólo hecho de haber nacido de una comunidad determinada, la persona posee el derecho inalienable de poder recordar y de que se le recuerden aquellos acontecimientos que dieron forma, positiva o negativamente a lo que él conoce hoy como nación o comunidad. Si la persona no tiene una memoria social, por pequeña que sea, es allí cuando no podría opinar de lo acontecido, pero desde el instante en que el sujeto aprehende una serie de hechos puede hablar con propiedad, en el sentido de la pertenencia a un grupo humano.

Tercer momento: Los y las generaciones jóvenes: ¿Podemos hablar de lo ocurrido hace 41 años?

Decíamos que la memoria es un derecho humano y social que posee la persona por el sólo hecho de ser tal, entendiendo a la persona como una red de relaciones interminables. Ahora bien, también descubrimos que la memoria posee aspectos positivos y negativos, que lamentablemente en Chile se expresar más los de carácter negativo. Veamos por qué. Sin duda el “11” es un día que divide, porque algunos consideran que fue bueno lo hecho por los militares frente a la realidad económica que vivía Chile producto de la inflación. Otros en cambio consideran que los excesos objetivos de los grupos golpistas atacan a la dignidad de la persona. A mi entender lo que se debe buscar es el justo medio que propone la ética de Aristóteles. Una memoria social bien vivida busca el entendimiento y el recuerdo justamente en la capacidad de leer la historia no desde la violencia injustificada de las armas o de una Guerra Civil, sino que la hermenéutica que ha de realizar es una que apueste por el remendar los daños del pasado para que el presente proyecte un futuro mejor, más humano, más libre.

Aquello que sí debemos criticar es aquella actitud de grupos minoritarios de menores de edad que destrozan luminarias, señaléticas, pequeños kioskos o grandes oficinas frente a un discurso “anti sistema”. ¿Se construye verdadera memoria social a partir de la marginación del sistema, de la Polis, de la participación cívica? Si Chile vivió cerca de 30 años bajo un régimen que impidió las libertades de expresión, tanto personales como sociales, en donde era un delito pensar diferente, ¿es válido la destrucción si por lo que abogamos es justamente lo contrario, esto es el diálogo humanizador?

Nuestro derecho a la memoria hemos de ejercerlo y exigir hacerlo frente a un imaginario que muchas veces nos niega esta facultad propia del animal pensante. Pero hemos de vivirla y construirla desde aquello que por ejemplo sostiene el Papa Francisco en la Carta Encíclica Lumen Fidei (2013): “la persona vive siempre en relación. Proviene de otros, pertenece a otros, su vida se ensancha en el encuentro con otros (…) el lenguaje mismo, las palabras con que interpretamos nuestra vida, nos llega a través de otros, guardado en la memoria viva de otros. El conocimiento de uno mismo, sólo es posible cuando participamos en una memoria más grande” (LF 38). Que sea justamente esta cultura del encuentro la que nos permite caminar hacia una Patria más grande, más amplia y dialogante, en la que la historia, que hagamos cada día, que nace de la memoria y que llevamos siempre en vasijas de barro siempre quebradizas, sea nuestro proyecto y tarea constante.

Juan Pablo Espinosa Arce. Licenciado en Educación (UC del Maule) Profesor de Religión y Filosofía Docente de Ética en IP Santo Tomás – Rancagua @juanpirancagua (Twitter)

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