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¿Qué es eso de la Iglesia del Vaticano II? por Juan Pablo Espinosa Arce

Luego de los controvertidos sucesos que se provocaron con el tema del Cardenal de Santiago, Mons. Ricardo Ezzati A., y tres presbíteros de Santiago (Mariano Puga, José Aldunate SJ y Felipe Berríos SJ), surgieron varios temas como consecuencia de éste mismo suceso. Uno de ellos fue una expresión común: “La Iglesia del Concilio” o “la Iglesia del Vaticano II”, temática que conozco porque estuvo presente en la formación universitaria y porque me ha correspondido dictar algunos cursos y capacitaciones sobre éste paradigma eclesiológico[i]. A raíz de esto, me preguntaba ¿sabrá el cristiano católico de a pie qué es esto de la Iglesia del Vaticano II? ¿Manejará algunas nociones sobre la eclesiología post conciliar? Varias respuestas surgieron, entre ellas la posibilidad de que más de alguno lo conozca por la formación pastoral que se brinda a menudo o porque estudiaron alguna área de la teología católica. Otra posible respuesta fue que algunos viven lo que es la renovación eclesiológica pero no conocen sus raíces y el núcleo de la discusión que supuso el paso de una Iglesia centrada en la Jerarquía a otra bajo la imagen bíblica y patrística[ii] de Pueblo de Dios. El propósito de éste desarrollo no es seguir alimentando la controversia, sino que es aportar a la formación tanto del Pueblo cristiano como de aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que se interesan por la historia y misión de la Iglesia Católica. Éste objetivo que se persigue responde a uno de mis primeros afanes como profesor de Religión y Filosofía.

Algunas breves consideraciones sobre lo que fue el Vaticano II

La monumental obra humana que representó el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962 – 1965) y el proceso de aggiornamento[iii] o de ponerse al día que este provocó, favoreció un profundo cambio de paradigmas teológicos, eclesiológicos y pastorales que aún repercuten en las comunidades. Lo que el Concilio propuso fue una revalorización de los aspectos históricos, de la cultura y de las ciencias humanas, las cuales comprendió como necesarias en el diálogo que la Iglesia debía establecer con el mundo. Junto con esto se concibió una Iglesia desde la imagen del Pueblo de Dios en contraposición a una Iglesia meramente jerárquica.

El Concilio fue convocado por el Papa San Juan XXIII el año 1960 y comenzó el 11 de Octubre de 1962. Se desarrolló a lo largo de cuatro periodos de sesiones entre las cuales Juan XXIII fallece (1963) y es sucedido por Beato Pablo VI quien continúa el desarrollo del Concilio concluyéndolo solemnemente el 8 de Diciembre de 1965. El Vaticano II tuvo una repercusión de alcance universal, tanto en la consulta universal realizada a los Obispos y a las Universidades Católicas como también en la participación de Iglesias de continentes del tercer mundo como América Latina, así como de Iglesias cristianas de tradición protestante y de tradición oriental (ortodoxos).

La Iglesia Pueblo de Dios: Algunos puntos de Lumen Gentium (LG)

Decíamos anteriormente que el cambio de paradigma eclesiológico que experimenta la Iglesia es el paso de una Iglesia “jerarcológica” a una bajo la imagen de Pueblo de Dios. Esta expresión constituye toda una revolución y renovación en la eclesiología, ya que viene a superar una visión centrada sólo en la jerarquía para centrar su mirada en el sujeto primario, es decir, el conjunto de bautizados que forman el Pueblo de Dios. El documento conciliar que aborda principalmente este concepto es la Constitución Dogmática Lumen Gentium (LG), que traducido es “La luz de los pueblos” y que aborda el tema del Misterio de la Iglesia, es decir cuál es el origen, naturaleza, misión y destino de la comunidad creyente.

La expresión Pueblo de Dios es extraída desde la Escritura y significa aquellos que son convocados por Dios para ser el pueblo de la herencia. El término pueblo es una categoría central teológica, y tiene dimensiones sociales, políticas y culturales. Pueblo es el sujeto colectivo de una experiencia histórica, una cultura indígena, una religión propia, una moralidad peculiar, un idioma o habla diferenciado y un destino común. De otro lado, pueblo equivale, en su raíz histórica y bíblica, a grupo humano oprimido, por su contrario: la clase social restringida y dominante.

Veamos lo que sostiene LG en relación a esta expresión: “fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente (…) sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente” (LG 9) y más adelante agrega: “Este pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo (…) la condición de este pueblo es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios (…) tiene por ley el nuevo mandato de amar como el mismo Cristo (…) y tiene como fin, el dilatar más y más el reino de Dios” (LG 9).

Este pueblo está compuesto por los fieles quienes por el bautismo pasan a formar parte del sacerdocio común, el cual y junto al sacerdocio ministerial (Orden Sacerdotal, Diáconos, Presbíteros y Obispos) o jerárquico, “aunque diferentes esencialmente se ordenan el uno al otro pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo” (LG 10). Lo que el Concilio quiere hacer al exponer esto es otorgar carta de ciudadanía a los laicos, superando la visión jerárquica que se había venido trayendo especialmente desde los Concilios de Trento (S. XVI) y Vaticano I (S. XIX).

Anteriormente hacíamos mención a los laicos y a la jerarquía, veamos ahora como se comprenden y relacionan ambos estados de vida dentro de la totalidad del Pueblo de Dios. El Concilio comprende a los laicos, hombres y mujeres, como “los fieles incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios (…) ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos les corresponde” (LG 31), es decir, ejercer la evangelización en las estructuras temporales (política, educación, ciencia, economía, cultura, etc). Por su parte el Concilio comprende que la jerarquía no puede estar al centro del Pueblo de Dios, sino que “los ministros que posean la sacra potestad estén al servicio de sus hermanos” (LG 18).

¿Cómo se aplicó el cambio de paradigma eclesial? El caso de América Latina

Alguien dijo que los tiempos en la Iglesia, especialmente los de aplicación nuevas praxis pastorales es largo y conlleva un trabajo conjunto, de consagrados y laicos. La Iglesia Pueblo de Dios, que hunde sus raíces en la experiencia de la primera comunidad cristiana (Hechos de los Apóstoles 2, 41-47), también representa un esfuerzo de voluntad en cuanto a su aplicación. Sería una empresa muy grande comentar cada caso de aplicación del Concilio, pero quiero detenerme en lo que significa nuestra realidad Latinoamericana. Gracias al Concilio Vaticano II la Iglesia peregrina en América Latina asumió una capacidad de adultez frente a la Iglesia de Europa esto porque fue capaz de pensar la fe desde su propio lugar vital. Personajes como el chileno Manuel Larraín, Obispo de Talca o Hélder Cámara, Obispo de Recife en Brasil, representan estos Pastores Profetas que supieron leer los signos de los tiempos, otra categoría central en el Concilio, y aplicar las enseñanzas del Vaticano II en la realidad vernácula. Así, el primer esfuerzo fue la realización de la II Conferencia del CELAM (Conferencia Episcopal Latinoamericana) en Medellín, Colombia el año 1968 y que tuvo la tarea de leer el Concilio a la luz de los cambios en el continente. De ella surgirá unos pocos años más tardes la Teología de la Liberación propuesta por el peruano Gustavo Gutiérrez y más tarde por el brasilero Leonardo Boff entre otros. Expresión eclesiológica del Pueblo de Dios serán las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) que eran comunidades cristianas populares que nacen al amparo de las Parroquias. Más tarde vinieron las Conferencias de Puebla, México (1978) que propone la categoría de la Opción Preferencial por los Pobres, Santo Domingo 1992 y finalmente Aparecida (2007) con la eclesiología de los discípulos – misioneros.

Mariano Puga, José Aldunate, Felipe Berríos y tantos y tantas anónimos y anónimas son y somos hijos de la Iglesia Pueblo de Dios. Son cientos y miles de cristianos y cristianas que asumen una fe nacida desde lo cotidiano y que apuesta por la inclusión. Es una Iglesia profética y martirial, que anuncia el Evangelio de Jesucristo y denuncia las violencias que atañen la dignidad de la persona humana, y es martirial porque es testigo de que los cielos nuevos y la tierra nueva, esto es el Reino de Dios es una realidad urgente a pesar de todos los conflictos que puedan sucederse. La Iglesia Pueblo de Dios sabe leer la Palabra a la luz de sus dolencias muchas veces acalladas y quiere proponer humildemente no un cisma ni tampoco la creencia falsa de dos Iglesia. Pienso en las palabras de Pablo ¿puede acaso Cristo estar dividido? (1 Corintios 1,3). La Iglesia es una y en ella existe una multiplicidad de carismas que deben ser puestos al servicio de todo el Pueblo Santo de Dios.

La Iglesia no es sólo la Jerarquía, tampoco son sólo los laicos, sino que es Pueblo. Es una gráfica podríamos decir “circular”, en donde Cristo está al centro y todos los ministerios son puestos al servicio de los demás, especialmente de los pobres. Gracias a Dios se va superando paulatinamente la imagen piramidal de la Iglesia. Esto es lo que el Papa Francisco ha denunciado cuando habla del clericalismo. El bautizado, el creyente que se siente y es Iglesia, debe ser cristianamente adulto para pensar, amar y criticar aquello que representa su propia familia.

Vuelvo a repetir que el afán de ésta columna no es crear más leña del árbol caído, pero es una necesidad urgente que los cristianos nos pongamos a pensar y reflexionar para poder actuar, proponer y opinar en conocimiento. Quiera Dios que los caminos que aún le quedan por recorrer a nuestra Iglesia sean más parecidos a esa comunidad itinerante de los campos y montañas galileas.

Juan Pablo Espinosa Arce

Licenciado en Educación (UC del Maule)

Profesor de Religión y Filosofía

Docente de Ética

Notas:

[i] Por “paradigma eclesiológico” se puede entender una forma determinada de ser y hacer Iglesia. Responde a procesos históricos y teológicos, por ejemplo lo que ocurre luego del Concilio Vaticano II (1962-1965) con el paso de una Iglesia centrada en la jerarquía a una Iglesia que es Pueblo de Dios.

[ii] Cuando uno habla de lo “patrístico” hace referencia a los Padres de la Iglesia, que son los escritores eclesiásticos de los primeros siglos, los cuales se suelen dividir en tres grupos: a) Apostólicos que son los que vienen inmediatamente después de los doce apóstoles de Jesús, b) los Apologistas entre el 150 y el 300 que son fundamentalmente defensores del cristianismo ante las autoridades civiles y filósofos paganos junto a los herejes cristianos; c) Padres dogmáticos que son los maestros de la teología gracias a los cuales se sistematizaron los principales dogmas de la Iglesia (Cf. DE PEDRO, AQUILINO. Diccionario de términos religiosos y afines. Verbo Divino – San Pablo, 19904, p. 202). El Vaticano II tuvo como fuentes teológicas principales tanto la Sagrada Escritura como la literatura de los Padres de la Iglesia.

[iii] Es una palabra italiana que significa ponerse al día. Expresa la necesidad de una renovación evangélica, de una mejor respuesta a las exigencias de la historia y de una nueva actitud para dialogar con los hermanos separados. Aggiornamiento será siempre una orientación programática, criterio rector del concilio. El Vaticano II no se propuso condenar doctrinas o pronunciar anatemas sino exponer el mensaje cristiano con un lenguaje renovado para una mejor comprensión por parte del hombre actual.

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