Rivales ancestrales, turcos e iraníes han vivido un acercamiento inédito desde la llegada al poder de Erdogan en 2003, basado en el intercambio comercial y energético. Sin embargo, desde las “primaveras árabes” y el inicio de la guerra en Siria, distintos focos de tensión oponen de manera recurrente a Ankara y Teherán.
A lo largo de su historia, Irán y Turquía dieron muestras de pragmatismo en sus relaciones bilaterales, a pesar de su rivalidad e intereses a veces divergentes (ver recuadro). Sin embargo, las revueltas de la “primavera árabe” revelaron –y a veces crearon– profundos antagonismos. Desde el inicio de la crisis en Siria, surgieron los desacuerdos. Tras haber invitado (en vano) al gobierno de Bashar Al-Assad a llevar a cabo reformas, Ankara –aunque cercana a ese país en el marco de su política de “cero problemas con los vecinos”– ofreció su apoyo a la oposición. Fue una versión muy diferente la que hizo oír Irán, cuya estrategia en el Levante se basa en Damasco.
Teherán apoyó al régimen y movilizó a sus aliados libaneses, entre ellos Hezbollah, así como a otros relevos: milicias chiitas iraquíes y voluntarios chiitas provenientes de diversos países; estos últimos se destacaron particularmente en los combates por la toma de Alepo-Este...
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