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Réquiem. Por José Bengoa

Rabia. Siento mucha rabia. Hay tantas cosas por las cuales sentir rabia en estos días en que se ha destapado casi todo... Hemos sentido rabia por el desprecio, por el “rotear” al prójimo, por las instituciones políticas, por las de la salud, el precio inicuo de los remedios, y hemos compartido la rabia de miles de chilenos. Esperanza de que cambien las cosas de este país. Mucha rabia por los jóvenes que han perdido sus ojos buscando un mundo mejor. Pero hoy escribo escuchando los últimos minutos de Radio Beethoven, Fernando Rosas dirigía hace unos minutos la Orquesta Juvenil de Chile en la Quinta Sinfonía de Beethoven y en este momento Claudio Arrau, interpreta, esa es la palabra adecuada, el Concierto El Emperador del mismo Beethoven, y dirige Juan Pablo Izquierdo con otra orquesta formada por jóvenes de este país. En unas horas más no habrá ni una radio en Chile que transmita música clásica, música culta, buen Jazz del maestro Roberto Barahona, música contemporánea de Oplustik, y la voz de la franja del No de Patricio Bañados. Solo Reggaetón. Quedaremos a merced de la incultura más absoluta. Y no me digan que esa música es de las élites solamente. Por cierto que si no hay dónde escuchar buena música, ya sea culta o popular, el “sagrado Pueblo” se transforma en “Querida Chusma”.

Se dice que el empresario dueño de la señal se la ha vendido a los evangélicos. Pareciera broma. Símbolo de la época. Tuve la oportunidad de asistir a una ceremonia evangélica en la Gran Avenida. Un galpón atestado de gente. El predicador de cuello y corbata gritaba incoherencias y la feligresía le respondía: Amén, Amén. En un momento se las endilgó contra Charles Darwin. Increíble. Santiago de Chile año 2018. Entre amenes y amenes gritaba que algunos decían que veníamos del mono. En un momento se dio vuelta y bajándose un tanto el pantalón preguntó por el micrófono si tenía o no tenía cola. La gente enardecida respondía entre amenes que no, que no había cola, que no éramos monos. Estos empresarios mercanchifles nos están cambiando la posibilidad de escuchar a Claudio Arrau por una abominable combinación de Reggaetón e incultura absurda. No se quejen después que saqueen supermercados con el fin último de robar una televisión de tamaño descomunal para ver sandeces, escuchar groserías, oír música fea, y estar al arbitrio de la “Trump Culture”. Así nos va a ir.

No tengo nada contra los evangélicos pero es de toda evidencia que las emisoras que compran a destajo son con dólares provenientes del norte. Así lo hicieron en Brasil y llegó Bolsonaro, por si alguien se le olvida y recién en Bolivia en que con una enorme Biblia en la mano están matando indígenas. El asesinato de la cultura es parte de una ofensiva política que puede terminar muy mal en este país.

No tengo nada contra la música popular, hay de la buena. En estos días se escucha en las plazas y calles buena música: “El baile de los que sobran” de Los Prisioneros, “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara, y mucha buena música como el maravilloso canto/acto de las feministas jóvenes de Valparaíso que ha dado la vuelta al mundo. No es ser elitista, por el contrario. Una Radio como la Beethoven, abre la posibilidad que personas, jóvenes, escuchen una “otra música”. Que exista diversidad. Los hacendados no enseñaron a los inquilinos a leer, ya que decían: ¡para qué, si no tienen libros¡ Hijos de puta. Hoy debe haber muchos que dicen lo mismo. ¿Para qué escuchar música latera, enredada, si al populacho le basta con Radio Corazón?. Mejor, dirán, que el pobrerío esté encerrado en el circuito infernal de la teleseries turcas (de Turquía)…No hay al parecer ni un empresario que quiera salvar la única emisora de música clásica. En estos días de imaginaciones, Cabildos y sueños del futuro, bien se podría pensar en una Cooperativa o asociación de personas, que rehiciera una Radio emisora del estilo de la Radio Beethoven, quizá con más música popular de alta calidad, que nos permita escuchar a nuestros autores e intérpretes. Y si hay una Nueva Constitución porqué no exigirle al Estado que cumpla con el Derecho a la Cultura, en un sentido amplio de diversidad.

Pero, ni el Estado, ni los empresarios, parece preocuparle demasiado este asunto. Así como no se pronuncian respecto a lo que ocurre en Chile, no sueltan un peso ni para mejorar los salarios, las pensiones, ni tampoco la cultura. Son una clase alta, altamente inculta, pura rapiña…Y para qué decir el Ministerio de la Cultura (“Curtura…”), que mejor se dedique a financiar al gran Iván Arenas, ex Profesor Rosa, que nos hace reír a punta de “chuchadas”.

José Bengoa, 30 de noviembre de 2019

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