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Terremoto social grado 10 en Chile. La caída de los paradigmas. Por Sonia Brito y Lorena Basualto

Chile está triste, hemos sido testigo en estos días de un país que explota y se congrega en la calle, protestando por la violencia económica y simbólica que se ha ido acumulando con el paso de los años. La subida del pasaje del metro es solo un detonante y el corolario de 30 años de inequidad sistemática. Hoy, la tristeza y desesperanza se apodera del pueblo y de la sociedad, quienes observan por la TV y por las diversas plataformas a un país donde se expresan demandas legítimas, pero se oscurezcan con los saqueos, los incendios y el daño al mobiliario público.

Mi camino no es la violencia, hay quienes creen que sí, no lo comparto, ahí se dividen las aguas de las diversas posturas políticas, sociales y económicas. Pero creo que la vía de la instalación del caos vandálico no es el camino. Ni menos la de una orquestada manifestación dantesca y de saqueos que, curiosamente, se realizaron en la tarde noche del sábado en diversos puntos del país, esto no es un fenómeno improvisado. Algunos podrán justificar que la historia ha demostrado, que no hay cambios reales sin el uso de la fuerza y la violencia.

De esta manera, los descontentos legítimos de la ciudadanía son utilizados por grupos organizados que además aprovechan la escasa reflexión crítica de algunos y la “pillería” de otros, pues, no puede ser que, luego de los desmanes, personas con autos y carritos de la feria continúen llevándose mercadería y electrodomésticos argumentando que grandes empresas tienen muchos capitales, aplicando la lógica de quien le roba a un ladrón... ¿Serán los saqueos la solución? No es el todo vale, ahí no hay ideales, sólo se es un aprovechador o un ladrón que la ciudadanía rechaza.

Estas conductas sólo se pueden comprender desde la inequidad profunda y brechas inalcanzables, donde se perdió la perspectiva; estas inequidades tienen diversas expresiones que se manifiestan en el descontento social. Sin embargo, es necesario discernir aquello que viene del malestar social y de aquello que proviene de la doctrina del shock, cuyo único objetivo es atemorizar a la población: caos en el transporte público, desabastecimiento, falta de efectivo por la destrucción de bancos, corte de luz y de agua, inseguridad, entre otros. ¿Quién maneja la orquesta? Los medios de comunicación muestran algunas cosas y los videos caseros otras, ¿Alguien puede explicar conductas inadmisibles de uniformados como pegarles a los niños, incendiar buses, locales comerciales y estaciones de metro? ¿Todo lo que sucede es obra de antisociales, infiltrados, anarquistas, entre otros? ¿Por qué en el valle del Aconcagua apareció el agua por tantos años restringida a la población y pequeños agricultores? ¿Habrá un liderazgo político que conduzca a un discurso que construya una vía política de solución? Hoy Chile busca la oportunidad de manifestar las legítimas demandas, por eso la reconstrucción en este sentido es una tarea titánica, profunda, honesta, creativa y reconciliadora de nuestra historia. Por favor la dictadura otra vez no… Mi postura: cambiar el paradigma.

Creo que es necesario plantearse el bien común como un imperativo ético. Ciertamente, es necesario analizarlo desde múltiples aristas. En este sentido, el diálogo es imprescindible, de manera de lograr un discurso que tienda al justo medio, de modo de evitar los slogans incendiarios y también la evasión de toda responsabilidad. Es necesario que surjan los buenos argumentos, que den cuenta de un país que crece en conocimientos, donde los análisis sociales, políticos, económicos y educacionales se realicen con altura de miras. Lo anterior, demanda emplazar a las y los políticos para que cumplan con su deber, dejando las riñas pequeñas y mezquinas que solo beneficia a sí mismos y a sus coaliciones. La inmensa mayoría de las chilenas y chilenos observamos con rechazo y descredito sus actitudes infantiles y falta de criterio.

El bien común, necesita articularse con el destino universal de los bienes y con la propiedad privada y esto implica normar los capitales. El modelo neoliberal se jacta de una mano invisible que regula el mercado, sabemos que esto es insuficiente y es allí donde el Estado no puede vender los recursos del país y su gente. Sabemos que los capitales son movibles, versátiles y que levitan, pero, no por eso, vamos a permitir una política laboral injusta donde las transnacionales paguen sueldo de miseria sobre todo a nuestros jóvenes.

Necesitamos infraestructura, pero no por eso vamos a permitir que desplazarnos por el país sea un privilegio para algunos debido a los altos costos de los peajes o, que cada mes la cuenta del tag empobrezca a las familias trabajadoras. Necesitamos educación de calidad, pero no permitiremos que los grandes capitales eduquen a nuestros hijos, ni que las políticas educacionales se muevan en torno al mercado. El Estado necesita de impuestos para ser obras sociales, pero no por eso vamos a permitir la evasión de impuestos de las grandes empresas, donde este acto es aplaudido como una buena gestión. Necesitamos la política y toda su estructura, pero no permitiremos que diputados y senadores trabajen cuando quieran sin ninguna regulación de asistencia, ni sigan ganando sueldos que estén por encima del promedio de los chilenos y chilenas. La ciudadanía necesita expresarse, pero no podemos permitir el caos social, ni la destrucción de los bienes públicos.

¿Qué necesitamos del Estado?, necesitamos de un estado laborioso que no se jacte de súper suficiencia, un Estado encarnado por personas que leen los contextos, que entienden las legítimas demandas. Un estado diligente que observe, que comprenda, un Estado proactivo y no reactivo. Necesitamos además políticos con altura de miras, inteligentes y formados, no solo de conocimientos técnicos y teóricos, sino de sensibilidades, consientes y que actúen a escala humana, en donde la dignidad sea el horizonte. En este sentido, es impresentable ministros y políticos mofándose de situaciones graves que aquejan a un número significativo de la población; mandándolos a levantarse más temprano o, en su tiempo, el ministro de educación sugiriendo bingos para resolver problemas profundos en la educación escolar.

En este punto sin retorno, el dialogo se constituye en una posibilidad de volver a hacer otros pactos, con otros derroteros, con otros acuerdos, sin embargo, para que ello suceda debemos crear nuevos fondos de pensiones, nuevas previsiones, nuevos sistemas de salud, nuevos sistemas de educación, evitar la colusión, diseñar una ley de pesca justa, reajustar el sueldo mínimo, regular el alto costo de los medicamentos, recuperar los servicios básicos para Chile, nueva ley de agua, entre otros.

Los que hemos vivido la dictadura, queremos la democracia, y la democracia hay que cuidarla. Por este motivo, esta es una oportunidad, para que asuma la misión de crear un estado solidario, para lo cual se necesita una adecuada política pública. En este sentido, es necesario que se gestione la paz social y se intencione desde la participación, donde las necesidades reales de la población sean abordadas desde la política pública que es necesario evaluar permanentemente para renovarla.

No podemos olvidar a nuestros vecinos, vivimos en América Latina, un continente en desarrollo. En este contexto nos hemos creado una imagen de una sólida economía, pero creo que es preferible la imagen de nación fraterna, conciliadora y de acuerdos, que de jaguares que corren su propia carrera sin mirar donde está el otro.

En definitiva, cambiar el paradigma desde el bien común, la política pública y la fraternidad latinoamericana. Todos elementos que permiten fortalecer la democracia desde la lógica de robustecer la dignidad de sus ciudadanos y no desde la lógica de las trincheras; desde la reconciliación de la historia y no desde la hegemonía; en definitiva, desde la patria y la matria querida que se levanta exigiendo justicia, paz y libertad.

Dra. Sonia Brito Rodríguez
Mg. Lorena Basualto Porra

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