A pocas horas de la guerra en Ucrania, esta región autónoma de Moldavia de lengua turca y alma ortodoxa vota en bloque por Moscú. Televisión rusa, dinero opaco y promesas incumplidas: mientras los jóvenes emigran, el Kremlin consolida su influencia.
El ambiente es tranquilo en las calles de Comrat, capital de la región autónoma de Gagaúzia. Las banderas de la región ondean sobre todos los edificios de la calle principal, la calle Lenin. En la plaza central, una estatua del mismo Lenin se yergue frente al parlamento regional, la Asamblea Popular de Gagaúzia. A media tarde, no es raro oír a los niños de la escuela entonar el “Tarafim”, himno a la gloria del territorio, mientras que, al atardecer, los habitantes se reúnen y pasean en pequeños grupos por las callejuelas de la ciudad.
Pero Gagaúzia se encuentra bajo tensión. Unas semanas antes, el 25 de marzo de 2025, Eveghenia Guțul, gobernadora de la provincia autónoma (llamada localmente bachkan), fue detenida por las autoridades anticorrupción moldavas en el aeropuerto de Chișinău, cuando se disponía a despegar hacia Estambul. Se la acusa de mantener vínculos con Ilan Șor, oligarca israelí-moldavo y prorruso, fundador del partido político que lleva su nombre, al que pertenecía Guțul hasta su prohibición por la Corte Institucional en junio de 2023.
Un pueblo entre imperios
El arresto provocó numerosas manifestaciones, en cada rincón de la provincia. En Comrat, cientos de personas se reunieron para pedir su liberación. La responsable local incluso pidió ayuda al propio Vladimir Putin. Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, solicitó a las autoridades que “renunciaran a este tipo de métodos y concedieran libertad de acción a todas las fuerzas políticas del país” (1). Tras ser encarcelada inicialmente en una de las prisiones más antiguas del país, Guțul fue puesta bajo arresto domiciliario, antes de ser condenada a siete años de prisión el 5 de agosto de 2025.
Desde la caída de la URSS, Gagaúzia es una región estratégica, trampolín de la influencia rusa en Europa. Situada en el sur de Moldavia, arrinconada entre Ucrania y Rumania, este territorio de 1.800 km2 está habitado por 130.000 gagaúzos, un pueblo de lengua turca y de religión cristiana ortodoxa. Originarios de Dobruja, una región compartida entre la actual Bulgaria y Rumania, los gagaúzos se instalaron en Budzhak, una región fronteriza a veces llamada Besarabia del Sur, a fines del siglo XIX, tras un intercambio de poblaciones entre los imperios ruso y otomano. Los gagaúzos, ortodoxos, fueron “invitados” a colonizar las tierras de Budzhak, anexionadas por el Imperio ruso en 1812. Los tártaros y turcos de esta región, de religión musulmana, hicieron el camino inverso y se unieron a Dobruja, que siguió siendo otomana.
Influenciada por los pueblos balcánicos y las culturas eslava y moldava, Gagaúzia constituye una “simbiosis ultural en una encrucijada histórica”, según Stefanida Stamova, directora del museo de Ceadîr-Lunga, segunda ciudad y capital cultural de la región, con 16.000 habitantes. “La gente siempre ha atravesado nuestro territorio hacia el oeste y hacia el este, por lo que tenemos vínculos muy estrechos con otros pueblos, tanto del oeste como del este”, añade la especialista local, rodeada de cuadros y túnicas tradicionales que adornan los pasillos del pequeño museo. El juego de influencias históricas ha convertido a los gagaúzos en una especie de ovni de Europa del Este: primero bajo la autoridad del Imperio ruso de Alejandro I, luego bajo el dominio rumano, Moldavia se integró finalmente en la Unión Soviética en 1944. Durante estos dos períodos de control de Rusia, el uso de la lengua gagaúza estaba totalmente prohibido. “Recuerdo que en la escuela estaba totalmente prohibido hablar gagaúzo. Todo debía hacerse en ruso”, relata una periodista local que prefiere permanecer en el anonimato.
Una lengua que resiste
Todavía hoy, la inmensa mayoría de la población tiene el ruso como lengua materna. Aunque su uso cotidiano es poco frecuente, el gagaúzo resiste y se transmite a las nuevas generaciones para no desaparecer. Tras la caída de la Unión Soviética, (…)
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