Al término de la Segunda Guerra Mundial, ningún europeo ignoraba el rol de la Unión Soviética en la victoria sobre los nazis. Un largo trabajo de obliteración de la historia lleva ahora a una parte de la población a creer que sólo Estados Unidos salvó al Viejo Continente. Un fenómeno similar de reescritura de los hechos se está produciendo a propósito de los combates en el teatro de operaciones chino.
Mientras Pekín celebraba el octogésimo aniversario de su victoria sobre Japón, los medios de comunicación occidentales presentaron o difundieron análisis que apuntaban a minimizar el rol del Partido Comunista Chino (PCCh) durante la Segunda Guerra Mundial. Los puntos de vista más radicales sugerían que China simplemente no había tenido ningún papel en el conflicto. El 4 de septiembre pasado, la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas, expresó la sorpresa que había sentido al escuchar a un representante ruso referirse a Moscú y Pekín como si estuvieran entre los vencedores de 1945. “¡Ok, primera noticia!”, comentó con una mueca irónica (1).
Sin embargo, es difícil sostener semejante posición sin poner en peligro la propia credibilidad. Los combates en el teatro de operaciones chino fueron devastadores en el transcurso del que fue el conflicto más largo sufrido por uno de los Aliados, dado que comenzó en 1937 con el ataque del Imperio del Japón al norte de China. Ocho años más tarde, habían muerto 20 millones de personas y hasta 100 millones fueron desplazadas.
Coalición amplia
De ahí que haya surgido una segunda lectura, desarrollada por Pierre Haski en France Inter el 3 de septiembre. China habría luchado, admitió, pero “la mayor parte de los historiadores serios concuerdan en el hecho de que los comunistas dosificaron sus fuerzas contra los japoneses durante la guerra, dejando que el ejército nacionalista de Chiang Kai-Shek fuera a la cabeza. (...) Durante la Segunda Guerra Mundial, los comunistas se preparaban, de hecho, para los combates por venir: la guerra civil que siguió a la capitulación japonesa, y que terminó con la victoria de Mao y la proclamación de la República Popular el 1º de octubre de 1949”.
Este análisis coincide con el formulado al día siguiente por Steve Bannon, ex asesor del presidente estadounidense Donald Trump. Evocando, ante la National Conservatism Conference, la cumbre de la Organización de Cooperación de Shangai de 2025, Bannon explicó que el evento no tenía otra finalidad que “dar al PCCh la pátina de un vencedor de la Segunda Guerra Mundial, cuando en realidad no hizo prácticamente nada más que luchar contra los nacionalistas (...) porque su plan siempre fue, una vez finalizados los combates con los japoneses, tomar el poder y conquistar el país” (2). En general, este tipo de relato se apoya en un hecho: el aumento de los efectivos de las tropas comunistas, que pasaron de unos 40000 soldados en 1937 a más de 900000 en 1945. Semejante aumento sólo se podría explicar de una manera: la reticencia del partido a combatir le habría permitido crecer en número. Pero si este planteo de situación tiene la ventaja de explicar el ascenso del PCCh al poder por su oportunismo, más que por cualquier apoyo popular, no hay ninguna evidencia histórica que lo respalde.
La China que libró la guerra chino-japonesa estaba profundamente dividida. El Partido Nacionalista (o Kuomintang, KMT) había logrado avances considerables en la reconstrucción del país. Incluso estaba a punto de destruir a su principal adversario interno, el movimiento comunista, cuando Tokio inició las hostilidades. Entonces, todo cambió. Dentro del gobierno y entre la población, se hicieron urgentes los llamados en favor de una amplia coalición nacional. Chiang Kai-Shek al principio se negó, creyendo que el comunismo representaba una amenaza mayor que Japón. Pero después de ser secuestrado en Xi›an en diciembre de 1936 por uno de sus propios generales, que quería obligarlo a forjar una alianza, tuvo que aceptar la formación de un frente unido.
En los papeles al menos, fue un país unificado y decidido el que entró entonces en la guerra para defender su territorio. Comenzó una larga y áspera guerra de resistencia que exigió enormes sacrificios. La destrucción generalizada redujo a la nada gran parte de los progresos económicos alcanzados antes de los combates. Durante los primeros años del (…)
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