“La Bandera de Chile es usada de mordaza
y por eso seguramente por eso
nadie dice nada”
Elvira Hernández
- Ese año, no hubo banderas
- en los mástiles del barrio.
- Las calles vaciaron las salidas
- y entradas, para enfrentar a lo terrible.
- Hubo muertos en las calles,
- prisioneros y torturados en estadios,
- hombres y mujeres abusadas
- en gritos de exterminio
- en casas clandestinas.
- No hay banderas para esta primavera.
- Todo lo vivido
- Lo sentido y caminado
- Lo visto y lo que vendría
- quedaron para siempre
- en el papel de las fotografías.
- Un disparo. Una fotografía.
- Un disparo. Un silencio.
- Un disparo. Una imagen,
- para nacer a la memoria
- y decir que todos los que no están
- quedaron atados en nuestros pechos.
- No se escucharon más
- las marchas que anunciaban el porvenir
- de las manos unidas, de las manos extendidas
- y empuñadas a las luchas en contra del oprobio.
- Fue del congreso y no del pueblo
- que los días vaticinaron el golpe.
- No el pueblo, ni las manos extendidas,
- sino de aquellos que en el pedestal sacrosanto
- de los que hacen de la política
- el lavado de manos,
- para condenar a los justos.
- Esa bandera, para acallar la memoria.
- Pero los justos no tienen
- la riqueza de las corbatas
- y las solapas anchas de verbo.
- A los justos les queda recibir,
- esperar, llorar y beber
- de la propia sangre derramada.
- Ya no hay mástil que sostenga una bandera.
- Los días se volvieron silencio.
- El silencio que dejan los muertos
- entre las metrallas de militares
- guiados por un asesino,
- juzgando a sus desconocidos,
- a los que su lucha
- por pobreza, obrera,
- trabajadora y libertaria,
- se les volvió sangre
- y sus sueños,
- sin cuerpo.
- Sin cuerpos los nombres
- de hombres y mujeres.
- Niños,
- que no vieron un amanecer.
- Los y las arrojaron sobre nosotros.
- Son nuestras heridas,
- nuestras cicatrices
- nuestras lágrimas, nuestro cielo.
- Un disparo hizo hablar a los muertos
- Un disparo regaló las imágenes
- que llevaremos como banderas.
- Los ríos caen, vienen desde tarde,
- desde lejos, desde tiempos.
- El sonido de las aguas,
- la densidad de la corriente,
- las voces silenciadas,
- no son los muertos
- porque están vivos,
- los que resuenan en el alma
- en nuestro contra olvido.
- La imagen del río Mapocho
- Un disparo. Una fotografía.
- Cicatriz, herida,
- huella que rastrean los hijos,
- los niños, de quienes buscan una palabra:
- justicia.
- Ni el egoísta, ni el asesino
- podrán ver por dónde pasan
- quienes en la memoria
- siembran flores,
- quienes por historia
- navegan sin olvido.
- Para el egoísta y el asesino
- No hay imagen, ni fotografía
- No hay disparo que aguante
- el registro de la crueldad.
- El amor nos cuide
- del egoísta y el asesino.
- Aún hay lobos con ansias de comer.
- Y los ríos caen silentes
- dejando al descubierto nuestra sequedad,
- pues nos estamos quedando secos.
- ¿Quién escucha el llanto,
- los gemidos de quienes
- no pueden beber?
- ¿Quién escucha el llanto
- de quienes en canto
- serenan las aguas,
- en baldes compartidos,
- para regar el hambre, la vida,
- en el amor que otros no riegan?
- En nombre de la herida,
- a quienes silenciaron,
- hoy, los que dejaron de ver,
- pero no cesan de hacer luz,
- de las que perdieron
- el aroma de las flores,
- pero no dejan de respirar esperanza;
- abran todas las aguas de esos ríos
- que emergen de nuestra sangre,
- para regar lo venidero
- de lo que una imagen
- una cicatriz, un disparo,
- puede aunarnos en un abrazo,
- por lo que se escribirá siempre,
- una y otra vez:
- que los muertos, los caídos
- serán las flores del desierto
- la ola y la roca
- el viento que trae el tiempo,
- el mástil donde irá nuestra bandera.
- Nuestros ojos, nuestro olfato,
- nuestras manos y nuestros pasos,
- para las huellas de un pasado,
- del que toda espera,
- se vive.
- Todo lo vivido
- Lo sentido y caminado
- Lo visto y lo que vendría
- quedaron para siempre
- en el papel de la fotografía.
- Un disparo. Una fotografía.
- Un disparo. Un silencio.
- Un disparo. Una imagen
- para nacer a la memoria
- y decir que todos los que no están
- quedaron atados en nuestros pechos,
- para ser levantados
- con las manos extendidas
- En una imagen
- que revienta en luz.
- Porque es luz
- el disparo que sostiene
- nuestra memoria.
Nelson Rodríguez Arratia