Incomodar debería ser un ejercicio cotidiano, una práctica reflexiva necesaria e incluso esencial en nuestra labor como integrantes de este país tan diverso, variopinto y multicultural. Bajo esta lógica, es fundamental revelar esa geografía oculta, invisibilizada y escondida para quienes no la experimentan día a día.
Es deber de la geografía, y de todas las ciencias sociales, interpelar la realidad con palabras, párrafos e ideas, visibilizando lo que viven nuestros compatriotas, miembros de esta tierra que, día a día, buscan un futuro mejor en esta delgada franja de tierra llamada Chile.
Por esta razón, las opiniones que expresamos deben tener un compromiso ético con la denuncia de la injusticia y la desigualdad, especialmente ante situaciones tan graves como la malversación de fondos públicos para pagar favores políticos, algo que hemos visto en la Universidad San Sebastián, la cual se ha constituido como un bastión de una derecha que ha construido narrativas de odio y división durante años en nuestro país.
Marcela Cubillos, exministra de Educación y rostro visible de la oposición durante el estallido social y la instauración de la Convención Constitucional, se ha convertido en un símbolo de la desigualdad estructural que persiste en nuestro país. Mientras miles de chilenos y chilenas se levantan cada madrugada para ganarse la vida con su esfuerzo, enfrentando condiciones laborales precarias, soportando distancias aberrantes entre la casa y el trabajo, y recibiendo paupérrimas remuneraciones.
Por ende, la existencia de figuras políticas como Cubillos, Chadwick y compañía refleja una profunda desconexión con la realidad cotidiana de la mayoría de los ciudadanos de este país.
No cuestionamos por ningún motivo oponerse a remuneraciones justas, sino que el cuestionamiento va si los 17 millones de pesos mensuales son una cifra justificable para académicos que no aportan nada al desarrollo del país, que no inciden en su transformación y, en definitiva, actúan como auténticos "buitres políticos", que no son nada más que figuras que se dedican a hacer proselitismo de bajo calibre, sin compromiso ético, sin responsabilidad social y sin cumplir con la vocación de servicio público que se les exige.
Estos personajes no solo se alejan de sus deberes fundamentales, sino que contribuyen a deslegitimar las instituciones y perpetuar la desconfianza en quienes deberían liderar con integridad. El verdadero problema es el simbolismo que encierra toda esta tragicomedia.
En un país con altos índices de desigualdad, estas cifras alimentan el resentimiento, erosionando la confianza en las instituciones, aumentando la percepción de que el poder se usa para mantener privilegios y no para atender las necesidades justas de sus ciudadanos. La señora Cubillos no es un caso aislado, sino un fiel reflejo de cómo se distribuyen las oportunidades y los recursos en Chile, con un sistema político y económico en donde las élites políticas parecen actuar de espaldas a la realidad de quienes dicen representar.
Ante el escenario político que se avecina, debemos ser conscientes del impacto de nuestras decisiones. Las elecciones que pronto vendrán no solo definen quién ocupará un cargo, sino también la dirección que tomará nuestro país. Por eso, es crucial votar por quienes realmente estén dispuestos a enfrentar las estructuras de inequidad y corrupción, por quienes se comprometan a defender los intereses de la mayoría y no solo de una minoría privilegiada.
Recordemos las palabras del presidente Pedro Aguirre Cerda, quien en 1938 afirmó que “gobernar es educar”. Por ende, quienes dirigen deben dar el ejemplo con integridad y compromiso, para así construir un proyecto de país donde las decisiones políticas se tomen con transparencia y justicia social. Por ello, no debemos ignorar en el presente el silencio y la omisión de muchos actores académicos e importantes intelectuales, quienes, al guardar silencio frente a las conductas desleales, oscuras y nocivas de la señora Cubillos, se convierten en cómplices pasivos de este sistema de abuso y desigualdad.
En este contexto, debemos entender que nuestro país no solo necesita cambios estructurales, sino también una profunda regeneración ética, centrada en la búsqueda de la justicia como un imperativo máximo. Solo pedimos un mínimo de honestidad, coherencia y valentía, porque solo así podremos construir un futuro en el que la política esté al servicio del pueblo y no de los intereses particulares de ciertas élites.
BIBLIOGRAFÍA:
Cortina, A. (2017). Aporofobia, el rechazo al pobre: Un desafío para la democracia. Paidós.
Santos, M. (2022). Por otra globalización: Del pensamiento único a la conciencia universal (M. Arroyo, M. L. Silveira & J. Martín Barbero, Prólogos). CLACSO Coediciones.
Springer, S., & Barrera de la Torre, G. (2023). Las raíces anarquistas de la geografía: Hacia la emancipación espacial. UNAM, Instituto de Geografía.
Reclus, É. (2024). La conciencia de la Tierra: La geografía social como instrumento de la teoría política (J. C. Lechado, Ed.). Editorial Catarata.
Fabián Esteban Lizana Vásquez
Profesor de Historia y Ciencias Sociales, Magíster en Geografía de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, es candidato a Doctor del Programa de Doctorado en Geografía del Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile. Financiamiento: ANID DOCTORADO NACIONAL 2022-661370. Correo: fslizana@uc.cl