Samuel Huntington, el hombre del "choque de civilizaciones", se inquieta ante la presencia cada día mayor de latinoamericanos en EE.UU. Sin embargo, el país de sus sueños no está amenazado. Porque llegado el momento entrarán en juego varios factores decisivos: la enorme capacidad de asimilación del mercado, que constituye el corazón de la ideología estadounidense, la evolución conservadora de los sectores latinos que acceden al status de clase media, y el retraso que la comunidad latina acumula en la conquista del poder político.
Entre las ocres montañas que circundan el verde valle todo brota: verduras, hortalizas tempranas, frutas, viñedos. Salinas Valley es una de las comarcas que hacen de California uno de los primeros productores agrícolas del mundo. Un ultrasofisticado sistema de irrigación alinea sus tuberías a lo largo de kilómetros. Los trabajadores cosechan, arrodillados en los campos. Como ellos, los capataces que los controlan durante 60 horas semanales son mexicanos, pero tienen alguna dificultad en hacerse entender. La mayoría de sus empleados no habla español. Son indios triquis y mixtecos originarios del Estado de Oaxaca, los campesinos más pobres de México. Aquí ganan alrededor de 7 dólares por hora, diez veces más que en su país. "Para nosotros, los indígenas, no hay manera de vivir allá" dice con una mueca Ramiro, de 20 años, envarado en su ropa deportiva con el logo de Fortyners, el equipo de fútbol americano de San Francisco. "Tienes que elegir: o quedarte en el pueblo con tu familia y ver cómo se muere de hambre, o irte, venir aquí, ganar dinero y enviárselo para que sobrevivan". En el linde del campo se alinean los símbolos de su nueva vida: autos de segunda mano en buen estado, que compraron a menos de 1.000 dólares. A la hora de hacer la pausa -no más de media hora- sacan del bolsillo un teléfono celular para charlar con los amigos.
En un español chapurreado o a través de un traductor se quejan de los (…)
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