En Estados Unidos, la derecha supo aprovechar la animosidad que decenas de millones de ciudadanos de ese país experimentan contra los “intelectuales”. En las elecciones presidenciales de noviembre de 2004, George W. Bush obtuvo tantos votos como su rival en el electorado blanco, de clase media y con diploma universitario. Pero entre los electores del mismo grupo racial que no habían cursado estudios superiores, aplastó al senador John Kerry.
Desde fines del siglo XVIII, en Estados Unidos se considera que la “elite” es “condescendiente, despilfarradora, artificial, afeminada, manipuladora, más intelectual que práctica, y dependiente del trabajo de los demás”. Un cierto “populismo” conservador y religioso supo sacar partido de ese fondo cultural para proteger a los poseedores del poder económico y dirigir su ira contra la elite “instruida y amoral”, presuntamente hostil a la gente impregnada de sentido común y de principios virtuosos.
A pesar de que el “antiintelectualismo” es un género bastante antiguo, quienes se sienten más inclinados a censurarlo muestran rápidamente una forma de “racismo de la inteligencia”, siempre vivo en el seno de las minorías ilustradas. Hace unos años, hubo incluso quienes adjudicaron la victoria electoral del presidente Bush al bajo cociente intelectual de sus electores. Los republicanos apenas se atreven a soñar con que alguien presente un cuestionamiento tan estúpido, que les serviría para reforzar su imagen de defensores de la gente simple que gana el pan con el sudor de su frente...
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