A partir de este año Francia dedicará el 10 de mayo a la memoria de la esclavitud y la trata. En esa misma fecha, en 2001, el Parlamento francés reconoció que se trata de “crímenes contra la humanidad” y adoptó la ley Taubira, por el nombre de la diputada de Guyana que la propuso. El sentido de esta conmemoración es reflexionar sobre la actualidad del racismo sin demagogia. La sociedad estadounidense, principal beneficiaria de la esclavitud y la trata, es aquella en la que el debate y la investigación histórica son los más ricos y exhaustivos.
Hace mucho tiempo que la trata de negros es objeto de un encarnizado debate. El combate moral y político iniciado por quienes se oponían a ese comercio durante la segunda mitad del siglo XVIII prosigue todavía, se ha injertado en la lucha y los discursos anticoloniales, y luego en los análisis críticos de la modernidad y del poscolonialismo. De modo que el comercio negrero se convirtió en un tema explosivo, sobre el cual está mal informado incluso un público medianamente instruido.
Sin embargo, en Estados Unidos, historiadores y otros especialistas llegaron a un amplio consenso sobre múltiples cuestiones, reconstruyendo sobre sólidos fundamentos cómo surgió ese tráfico a lo largo de la costa occidental de África, cómo logró englobar Europa y América y cómo transformó la sociedad a uno y otro lado del Atlántico.
El estudio de la trata atlántica, al igual que el de la esclavitud, comienza con una condena profundamente arraigada en el campo de la investigación. Pero luego de haber puesto el acento en el sufrimiento de las víctimas, nos hemos concentrado en la organización de la trata y en la resistencia que se generó contra ella.
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