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Un sórdido acuerdo

Trabajadores norcoreanos para infierno ruso

En el curso de múltiples celebraciones, el 16 de febrero Corea del Norte festejó “en medio del alborozo popular” el cumpleaños 64 de su “querido líder” Kim Jong-Il. No por eso el país deja de ser presa de un desastre económico, y su población sigue siendo sistemáticamente víctima de penurias. Hasta el punto de que para pagar su deuda con Moscú el poder no vacila en “vender” a Rusia una mano de obra objeto de una explotación sin límites.

“No tengo miedo de contarle mi historia porque es la verdad”. El hombre parece venir directamente de lo más recóndito de los bosques del gran norte de Rusia. Sobre su rostro están tatuados años de esfuerzos. “Soy originario de la ciudad de Nampo, en Corea del Norte”, cuenta con una voz que busca las palabras adecuadas. “Era chofer, y durante diez años, antes de tener problemas de salud, trabajé para el gobierno. Cuando me quedé sin dinero, decidí intentar suerte viniendo a los campos de desforestación de Rusia. Llegué a comienzos de 1995. Me enviaron al campo de Tynda ”.

Hace varias décadas que leñadores norcoreanos trabajan en la taiga del Extremo Oriente ruso, en especial de la región del río Amur, al norte de la ciudad de Khabarovsk. El “Far-East” ruso, es el 5 % de la población que vive en un territorio que cubre un tercio de la inmensa federación. Un desierto humano donde la fuerza de trabajo escasea. Por razones históricas y geográficas, esta región siempre mantuvo contactos privilegiados con la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte), vínculos que prosiguieron aun después de la caída del régimen soviético. Los encuentros oficiales son regulares. Un vuelo semanal une Vladivostok con Pyongyang y se reabrieron las vías férreas que comunican los dos países.

Artículo completo: 324 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de junio 2006
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Alain Devalpo

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