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El regreso del “turco mecánico”

Teletrabajo basura en internet

Durante mucho tiempo se creyó que la “inteligencia artificial” permitiría algún día a la computadora prescindir de las personas. Error. La computadora acabó comprendiendo que era más rentable pagarle a una persona –una miseria– por las tareas menores que ella misma no sabía hacer.

En 1769, el ingeniero húngaro Johann Wolfgang von Kempelen causó sensación en Europa presentando al autómata más sofisticado de la época: una marioneta que jugaba al ajedrez. Apodado el “turco mecánico”, el autómata tenía la apariencia de un muñeco del tamaño de un hombre, con bigotes y turbante, sentado con un enorme mueble detrás que, al abrirse, mostraba un delicado sistema de tubos, varillas y engranajes: un mecanismo al que había que dar cuerda regularmente con la ayuda de una larga llave, pero que, según su inventor, dotaba al autómata de una inteligencia artificial capaz de desafiar a la mayoría de los seres humanos. Y en efecto, el “turco” jugaba bien. Durante su periplo por Europa, ganó la mayoría de las partidas que jugó: venció, entre otros, a Benjamin Franklin en París y al emperador Napoleón Bonaparte en Schönbrunn, durante la batalla de Wagram.

Pero se trataba de una superchería: detrás de los engranajes colocados en primer plano, el mueble tenía un compartimento secreto donde se ocultaba un verdadero maestro de ajedrez. Mediante un juego de espejos, éste observaba las piezas y dirigía los movimientos del autómata. Si el “turco mecánico” jugaba tan bien, se debía sólo al talento de ese jugador escondido; la inteligencia artificial no había nacido todavía.

Debieron pasar dos siglos, hasta 1997, para que un campeón mundial de ajedrez, Gary Kasparov, perdiese contra un verdadero autómata. Esta vez no hubo trampa: la computadora Deep Blue de IBM se convertía en la primera máquina que derrotaba a un campeón oficial con las restricciones temporales de un torneo tradicional. Cabía entonces pensar que pronto, para numerosas actividades intelectuales, la materia gris ya no (...)

Artículo completo: 360 palabras.

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Pierre Lazuly

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