Algeria vivió el mes de Ramadán menos violento desde hace quince años, con veintisiete muertos, contra trescientos en promedio en la década de los ’90. Esta confirmación de la tendencia al apaciguamiento subraya el declive de los grupos islamistas. Sin embargo, la adhesión del Grupo Salafista para la Prédica y el Combate (GSPC) a Al-Qaeda preocupa, y en primer lugar a Francia, calificada de “enemigo número uno”.
En un video difundido el día del aniversario de los atentados del 11 de septiembre, Ayman Al-Zawahiri, número dos de Al-Qaeda, anunciaba una “buena noticia”: la incorporación oficial a Al-Qaeda de una organización argelina conocida bajo el nombre de Grupo Salafista para la Prédica y el Combate (GSPC). Francia, que se jacta de haber sabido mantener una forma de “neutralidad” en la guerra estadounidense contra el terrorismo, es considerada claramente un objetivo al mismo nivel que Estados Unidos: “Esta unión bendita será un hueso atravesado en la garganta de los cruzados estadounidenses y franceses (...) y hará nacer el miedo en el corazón de los traidores e hijos infieles de Francia”.
Al día siguiente, el emir argelino del GSPC, Abu Mussab Abd Al-Wadud, respondía a Zawahiri publicando una carta de adhesión en la que prometía seguir a Ben Laden “hasta el martirio”. En ella, detallaba las razones que lo habían llevado a unirse a Al-Qaeda: su línea “se ajusta al Corán y a la Tradición del Profeta”, “sus fatwas (dictámenes jurídicos) son acordes con la sharia (ley islámica)”; “su política es sabia y está bien guiada”. Pero fundamentalmente declara: “Tenemos entera confianza en la fe, la doctrina, el método y el modo de acción de sus miembros, así como en sus jefes y líderes religiosos”.
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