Por qué Bush se obstina con Irak

Con la próxima campaña presidencial estadounidense ya lanzada, dieciocho meses antes de las elecciones de noviembre de 2008, los principales candidatos para suceder a Bush tantean en el terreno la impopularidad masiva de la guerra en Irak. Hasta los dirigentes republicanos quisieran salir lo antes posible de ese berenjenal, para poder abordar otros temas y conservar así una oportunidad de ser elegidos. Sin embargo, en la Casa Blanca, el presidente parece no querer oír, y no excluye una nueva aventura.

¿Un informe desplazó al otro? El 10 de enero de 2007, el presidente de Estados Unidos anunció una política de “escalada” (en inglés, surge) inspirada por un análisis del American Enterprise Institute, una usina de ideas neoconservadora. En lugar de un repliegue, recomendado por el “informe Baker” de diciembre de 2006, se enviará un refuerzo de 21.500 soldados suplementarios a Irak. Pero el Congreso refunfuña. El presidente de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reed, opinó el 18 de febrero en CNN que esta aventura militar constituye un error aun más grave que el de Vietnam, también marcado por una cadena del tipo “otro fracaso, otra escalada”.

Hace algunos meses, sin embargo, se anunció la vuelta al poder de los “realistas”. Mientras Irak se hundía en la guerra civil, los neoconservadores más conspicuos –Paul Wolfowitz, Richard Perle, Douglas Feith, Lewis Libby, John Bolton– abandonaban el centro de la escena. Tanto el unilateralismo como el militarismo aparecían como despropósitos.

Áspero revés para la Casa Blanca, las elecciones del 7 de noviembre pasado permitieron a los demócratas llevarse la mayoría de los asientos en las dos cámaras del Congreso. George Bush reconoció haber recibido una “paliza” y prometió adoptar un “nuevo enfoque” en Irak. Donald Rumsfeld fue reemplazado en el Ministerio de Defensa por Robert Gates, cercano al ex presidente Bush y miembro del “grupo de estudio sobre Irak”, una comisión de diez notables (cinco republicanos y cinco (...)