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Debemos llevar al Elíseo la energía solar

No sólo en la reunión del GIEC, Grupo Intergubernamental de Expertos en el Cambio Climático, que tuvo lugar en París a fines de enero, sino también en las sesiones siguientes, se remarcó lo urgente de una reacción frente al desafío del desarreglo climático. En otros términos, ya todos sabemos que, como mencionaba en 2002 el presidente Jacques Chirac, en la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo, “la casa está ardiendo”. Pero para que nuestro modo de vida se vuelva rápidamente más respetuoso del medio ambiente, los ejemplos de nuevas y buenas prácticas deben venir desde arriba.

En 1973, Estados Unidos sintió de lleno el primer impacto petrolero. Un año después, Richard Nixon estudiaba la implantación de un programa que tenía por objetivo el desarrollo masivo de energías renovables. Pero fue más que nada su sucesor, James Carter (1977-1981), quien pasó a la acción: según prevé su programa “Solar America”, Estados Unidos funcionará en un 100% con energías renovables en 2050. En 1979, como prueba de su determinación, Carter hizo colocar en el techo de la Casa Blanca dos paneles solares térmicos, con el objetivo de cubrir las necesidades de agua caliente para uso sanitario del edificio a su cargo.

Los emblemas de unos son la idea fija de los otros. Ni bien llegó a Washington, Ronald Reagan hizo desmontar esos equipos. No era de extrañar, puesto que la campaña del presidente “cow-boy” fue financiada por las empresas petroleras norteamericanas, como declaró el diputado alemán Hermann Scheer en un artículo del diario Frankfurter Rundschau del 28 de marzo de 2003.

Artículo completo: 279 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de junio 2007
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Philippe Bovet

Periodista.

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