Las peligrosas vinculaciones de los “sin fronteras”

Hacia el final de los años 1970, la aparición de las asociaciones humanitarias “sin fronteras” se construyó sobre algunos puntos de referencia: el carácter no religioso de estas organizaciones, su apoliticismo, la voluntad de un acceso universal para las víctimas, una voluntad de independencia con relación a los Estados e incluso, en sus orígenes, en el financiamiento, así como una voluntad de poder dar cuenta de situaciones constatadas en el terreno, con el fin de dar testimonio de las realidades sanitarias o de los mecanismos generadores de situaciones a veces dramáticas.

Para poder acceder a las víctimas y reivindicar una cierta libertad de expresión, es muy importante no aparecer ni como parte de los conflictos que desgarran a algunos países, ni como dependientes de la política de la nación de origen de la organización. Sin embargo, en los lugares de conflicto, algunos cambios recientes han hecho más compleja la percepción del posicionamiento de las organizaciones no gubernamentales (ONG).

Las recomposiciones políticas producidas después de 1989 y la implosión de la Unión Soviética tuvieron como consecuencia, entre otras cosas, la reactivación de los antagonismos culturales, étnicos o religiosos (reales o instrumentados) en unas cuantas regiones o países. Así, la cuestión religiosa –y en particular las divisiones entre Occidente y el mundo árabe musulmán– se ha convertido en una preocupación central para los grupos humanitarios. Hay que ponerla en perspectiva, conjuntamente con otro fenómeno contemporáneo de importancia como es la mundialización de la información.

Cuando a comienzos de febrero de 2006 surgió en Europa el debate en torno a la publicación en Dinamarca de las caricaturas del profeta Mahoma, esta cuestión dio la vuelta al mundo. El 12 de febrero, bajo esta presión, las ONG escandinavas debieron reducir sus efectivos y preparar la evacuación de su personal de Darfur, región de Sudán situada a miles de kilómetros de Copenhague…