El segundo encuentro entre los dirigentes de las dos Corea, que debe concretarse este mes en la capital norcoreana, se inscribe en el contexto de un mejoramiento de las relaciones entre ambos países, y de la perspectiva de un giro decisivo en las relaciones entre Pyongyang y Washington. La cumbre, prevista inicialmente para agosto, fue aplazada a causa de las inundaciones que afectaron a Corea del Norte. Pero, en realidad, se realizará con seis años de atraso, debido a los errores de la administración Bush que enfriaron la histórica relación con Seúl.
Fue en Pyongyang que los jefes de Estado de Corea del Norte y de Corea del Sur se entrevistaron por primera vez en su historia, en junio de 2000. Kim Jong Il, el dirigente de la República Popular Democrática de Corea (RPDC) debía a su vez viajar a Seúl, pero finalmente recibirá nuevamente a su homólogo surcoreano en Pyongyang.
El presidente de la República de Corea, Roh Moo Hyun, y su predecesor, Kim Dae Jung, pusieron fin a décadas de glaciación aplicando una política de reconciliación llamada del “rayo de sol”. Décima potencia industrial mundial, Corea del Sur está mucho más avanzada que la RPDC. A Seúl no le costaba mucho mostrar una paciente política de apertura, dejando así que Kim Jong Il creyera que era él quien decidía sobre el calendario. Por otra parte, al aceptar la invitación, Hyun espera sin duda obtener un rédito político: al no poder postularse para un nuevo mandato, el jefe de Estado surcoreano, cuya popularidad está en baja, probablemente espera aumentar las chances de su sucesor en las elecciones de diciembre próximo.
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