Ser cruceño en tiempos de Evo

Mientras que en el occidente boliviano la guerra del gas de octubre de 2003 propulsó la nacionalización de los hidrocarburos y una refundación del país, en el oriente –principalmente en Santa Cruz– desató una reivindicación autonomista e identitaria en la que se escudan los intereses de la elite con un fuerte rechazo a los indígenas andinos.

Entre las carpas de la céntrica plaza 24 de septiembre, que albergaban a cientos de huelguistas de hambre contra el gobierno, surgió un grito. Presuntamente, un hombre había estado tomando fotos de los manifestantes quienes, al percatarse de sus rasgos andinos, lo calificaron de inmediato como espía del MAS (Movimiento al Socialismo, en el poder). Aunque trató de escapar, fue salvajemente golpeado, mientras las cámaras de televisión registraban en vivo la golpiza. Fue el 10 de diciembre, en Santa Cruz de la Sierra, centro de la más férrea oposición al gobierno de Evo Morales Ayma. A tal punto, que desde hace años el mandatario boliviano no pone un pie en esa plaza.

La aprobación de la nueva Constitución –sin la presencia de la oposición de derechas– y el recorte de la coparticipación a los departamentos de los impuestos provenientes de la actividad hidrocarburífera impulsó la decisión del movimiento regionalista de avanzar de facto a la autonomía mediante la aprobación de estatutos autonómicos en los cuatro departamentos de la denominada “media luna” suroriental del país: Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, con el lema “ya somos autónomos”. Pese a la tregua favorecida por las fiestas de fin de año y el cansancio de la población después de largos meses de crispación política, el avance del proyecto autonomista en el oriente y del proyecto nacionalista indígena en el occidente (cada uno con fuerte legitimidad en su región) anuncia nuevas escaramuzas, la amenaza de un “doble poder” y la perspectiva de continuidad del denominado “empate catastrófico” que vive el país. A pesar de la victoria que cada uno de los bandos proclamó (...)