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Sobre la esclavitud, las colonias y la superioridad de la civilización occidental

“¡Desgracia! Nuestros ciudadanos, encadenados en estos sitios
contribuyen a consolidar este odioso asilo;
erigen con una mano en los hierros envilecida
esta sede del orgullo y de la tiranía.

Pero, créeme: apenas a sus vengadores avisten
destruirán ellos mismos este horrible edificio,
instrumento de su vergüenza y de
su esclavitud”.

Así llama a la liberación de su pueblo un “americano” de Perú reducido a la esclavitud por los españoles. En la obra dramática Alzira o los americanos, escrita en 1736, Voltaire se apiada del destino de los esclavos del Nuevo Mundo, simpatiza con su revuelta y proclama la reconciliación final, fundada en la liberación de todos.

Joseph Mosneron, oriundo de Nantes, asiste en 1766 a la representación de esta obra, a bordo del Comte d’Hérouville. Y pese a que la princesa Alzira, heroína epónima, es interpretada por un fornido marinero de aspecto hercúleo, los versos que oye lo conmueven. Sin embargo, en las calas, debajo del puente que los actores utilizan como escenario, se pudren cientos de seres humanos apresados en África, y que el navío se apresta a transferir al Caribe.

¿Cómo explicar esta esquizofrenia? El mismo texto de Alzira la favorece, al evocar la esclavitud de los “americanos”, pero omitir toda mención al tráfico transatlántico de los africanos, que alcanza su apogeo en el momento en que Voltaire escribe. El universitario estadounidense Christopher L. Miller, que relata el episodio del Comte d’Hérouville en The French Atlantic Triangle, señala: “Los marinos –y yo diría que también Voltaire– tenían entonces la capacidad de ‘compartimentar’ los problemas, al punto de poder emocionarse por la suerte de una princesa peruana mientras bajo sus pies africanos encadenados aguardaban la gran travesía, y una vida de esclavitud, si sobrevivían”.

Artículo completo: 311 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de mayo 2008
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Alain Gresh

Director adjunto de Le Monde diplomatique, París.

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