En vísperas de los Juegos Olímpicos, el presidente chino Hu Jintao y su primer ministro Wen Jiabao multiplicaron las detenciones y arrestos domiciliarios. Emergen decenas de miles de protestas y el temor a un escándalo público en plena fiesta deportiva activa su energía represiva. Confrontado a una especie de semi-institucionalización de los movimientos sociales, el Partido Comunista Chino (PCC) busca renovar su papel.
Desde el Congreso del Partido Comunista Chino (PCC) en octubre de 2007 hasta los preparativos de los Juegos Olímpicos, pasando por el tratamiento del “caso tibetano”, no puede decirse que China haya ofrecido una nueva imagen de su sistema político. Sin embargo, este conservadurismo “en lo alto” contrasta con la amplitud, la frecuencia y la naturaleza de los movimientos sociales que estallan en el interior del país. En efecto, se asiste hoy en día a una semi-institucionalización de la protesta; ésta no resulta de una presión social exterior al Partido, sino de la acción de individuos y grupos ubicados en el interior mismo del “sistema”. Semejante inflexión obliga a salir del marco habitual del análisis político que a menudo opone un “poder” todopoderoso –de prácticas tortuosas y sin escrúpulos– a una “sociedad” que es percibida alternativamente como indiferente o al borde de la rebelión...
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