Rutas múltiples que surcan cielos, cruzan mares, atraviesan fronteras, burlan controles, se expanden a otros continentes, transnacionalizan lo ilícito. El narcotráfico se globaliza y se hace poderoso al tiempo que erosiona Estados, contamina economías, sociedades y sistemas políticos.
Aviones, avionetas, lanchas, barcos, y hasta submarinos, son utilizados para transportar los grandes cargamentos de droga hacia América del Norte, África y Europa. Se utilizan pistas clandestinas –sólo en Venezuela se destruyeron 223 el año pasado–; aeropuertos comerciales, ríos de selva, las hidrovías por donde fluye el comercio internacional, y los puertos marítimos.
Los “corredores” más importantes involucran desde el área andina, con Colombia a la cabeza, a todo Centroamérica y México, la zona del Caribe con Venezuela y Guyana. Un corredor relativamente nuevo, el llamado “euro-africano”, une países como Colombia, Venezuela, Guyana y Brasil con Togo, Cabo Verde, Nigeria y Guinea Bissau. Este último país se ha convertido en sede de narcotraficantes colombianos. Las cargas, en el caso específico de cocaína, son redistribuidas hacia Europa occidental y Rusia, Asia y Australia. Rutas secundarias cruzan toda América Latina, alimentando los cada vez más florecientes mercados internos...
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