Según la televisión estatal, varios manifestantes detenidos en junio de 2009 habrían admitido haber actuado “bajo la influencia de la BBC y de la Voice of America (la Voz de Estados Unidos)”. Los medios de comunicación oficiales han denunciado hasta la saciedad las injerencias occidentales, y en primer lugar las del Reino Unido, dos de cuyos diplomáticos fueron expulsados de Teherán. Podría no verse allí más que la propaganda de un Estado que elige chivos expiatorios para la vindicta popular.
Excepto que, en la memoria colectiva del pueblo iraní, la historia contemporánea estuvo marcada al rojo vivo por las intervenciones extranjeras y los intentos de fragmentar el país, en primer lugar aquellos llevados a cabo por “la pérfida Albión” designada hoy como el enemigo, incluso antes que Estados Unidos.
Después de largas crisis, el Estado iraní moderno renació, en el siglo XVI, con la instalación de la dinastía de los Safavidas. Al querer afirmar la autonomía de su país ante el poderoso imperio otomano, turco y sunnita, Ismael I decidió convertirlo al chiismo, aun por la fuerza. Como le faltaban teólogos para imponer la nueva fe, los “importó” de Jabal Amil (el actual sur del Líbano), inaugurando así relaciones que nunca cesaron entre los chiitas del Líbano y los de Irán. A pesar de su unificación, el país siguió en el centro de las rivalidades entre el imperio otomano, el imperio ruso y el británico, que controlaba las Indias. Las crisis se sucedieron y, hacia fines del siglo XVIII, se asistió al advenimiento de la dinastía de los Qajars...
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