Mujica propone “reinventar el capitalismo”

“Cada comarca tiene el fanatismo que se merece”, dice un haiku de Mario Benedetti. En esta comarca de tres millones y medio de habitantes que es Uruguay, la sociedad está políticamente dividida en mitades, derecha e izquierda, aunque el fanatismo de esa polarización es muy vernáculo, pretendidamente civilizado, sin grandes explosiones ni tensiones a flor de piel, quizás porque la derecha no es muy extrema ni la izquierda muy radical. En el medio flota, de outsider, una franja, ausente en el debate, ocupada en el fútbol, la música, la moda, “tinellizada” o simplemente absorbida por las estrategias para sobrevivir día a día.

En el escenario más probable de las elecciones convocadas para el 25 de octubre, unos 30.000 uruguayos, que componen esa franja flotante, concentran un inmerecido poder de decisión: de ellos depende que José Mujica, el ex tupamaro que encabeza la fórmula del gobernante Frente Amplio sea electo Presidente de la República en la primera vuelta. A diferencia del candidato del Partido Nacional, Luis Alberto Lacalle, ex Presidente entre 1990 y 1995, Mujica puede aspirar a consagrar su triunfo con la mayoría absoluta de votos. Cuando restaba apenas un mes, Mujica obtenía en las encuestas un 46% de adhesión; la esperanza de su contrincante, que recoge apenas el 34 por ciento, es que Mujica no llegue a la mitad más uno de los votos emitidos, para forzar una segunda vuelta el último domingo de noviembre y disputar el próximo gobierno.

Para ello necesitará de la adhesión de todo el resto de la oposición: del Partido Colorado, que supo controlar el poder durante casi 100 años y que hoy, de la mano de Pedro Bordaberry, hijo del ex dictador Juan María Bordaberry, acumula sólo el 10% del electorado; y también de los 2 puntos porcentuales que recogería el Partido Independiente, en sus orígenes una escisión del ala más centrista del Frente Amplio...