La crisis golpeó duro a Rusia: caída de la producción industrial y del Producto Bruto Interno, reducción de salarios y aumento del desempleo. Pero afecta de forma muy diferente a las distintas ciudades y regiones. Vladivostok, ubicada en el Extremo Oriente ruso, fue duramente sacudida por los efectos paradójicamente contraproducentes de las medidas proteccionistas recientemente adoptadas por el gobierno de Moscú para sortear la recesión. Por su parte, Pikalevo, en la región de San Petersburgo, se encuentra al borde del estallido social por la quiebra de las principales industrias de la ciudad.
¡Vladivostok es una ciudad torturada! Torturada, primero, por su situación geográfica. Imagínese una población de seiscientos mil habitantes, en el extremo de una península de treinta kilómetros de largo, que sólo posee dos vías de acceso. Una sinuosa, con dos carriles llenos de baches –que parecen cráteres–, y otra, con cuatro carriles, pero en la que los embotellamientos son proverbiales, peor que en Moscú, lo que es mucho decir.
Por supuesto, está el mito, al que todo remite en esta configuración entrecortada que ofrece zonas portuarias magníficamente parceladas. Este “Cuern o de Oro” –tal su significado en español de su nombre en ruso–, dividido entre puertos militares y comerciales, se abre al Bósforo Oriental, y las pequeñas bahías que allí desembocan tienen nombres homéricos: Diomedes, Ulises, Ajax, Patroclo… El lugar es fantástico, pero muy abrumador. En la ciudad, prácticamente toda la costa está ocupada por instalaciones portuarias de acceso prohibido, lo que implica que sólo hay en el centro una playa de 300 metros de largo y algunos accesos públicos que desafían la imaginación, dignos de una zona industrial napolitana...
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