S.E. Cardenal Tarcisio Bertone sdb
Secretario de Estado Vaticano.
Excelentísimo Cardenal Tarcisio Bertone:
Queremos darle la bienvenida a nuestro país que recientemente ha sido fuertemente estremecido por un gran terremoto y maremoto. Felizmente, entre todos los ciudadanos vamos saliendo de esta tragedia con mucha fe y esperanza en que el bien común sea un verdadero instrumento de progreso y paz para todos.
Como laicas y laicos cristianos educados y formados en la doctrina de nuestra Iglesia católica que es experta en humanidad, queremos entregarle algunas reflexiones que tienen que ver con lo que ocurre en nuestra sociedad chilena. Lo hacemos con respeto y plena fidelidad a las enseñanzas de Jesús que nació en una pesebrera.
Chile, en las últimas décadas de su historia ha tenido que enfrentar diversos acontecimientos sociales y políticos dolorosos, contradictorios y no exentos de una activa participación y acompañamiento de la Iglesia. Caso concreto fue la heroica lucha de la Vicaría de la Solidaridad, fundada por el venerable Cardenal Raúl Silva Henríquez, por el respeto irrestricto de los derechos humanos.
También en nuestro país, el conjunto de la Iglesia y todo el pueblo de Dios ha tenido una activa participación en todas las Conferencias episcopales celebradas en América Latina, desde su inicio en los años 50 con el valioso concurso del recordado obispo, don Manuel Larraín. Especialmente en la última de Nuestra Señora de Aparecida en la que Ud. expresó a los MCS: “la preocupación de la Iglesia Católica por la situación de los países latinoamericanos, quienes sufren “una violencia que asusta”, originada en sus “desigualdades sociales”. Y destacó lúcidamente: “Hablamos de una violencia que afecta sobre todo a las grandes ciudades; violencia del narcotráfico, siempre más agresivo y potente; violencia de las inmensas desigualdades sociales que todavía no se superan”. Y apuntó enseguida a los problemas del desempleo, de las migraciones, del deterioro de la educación que afecta sobre todo a los jóvenes, del déficit de la democracia representativa. (Folha de Sao Paulo, 7 de mayo del 2007).
Cómo no recordar hoy a la luz de los diversos dramas sociales que se observan como consecuencia de las injusticias sociales, esta profunda interpelación de nuestros obispos en las Conclusiones de la Conferencia de Aparecida: “Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio. Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por los pobres hecha en las Conferencias anteriores. Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales. La Iglesia latinoamericana está llamada a ser sacramento de amor, solidaridad y justicia entre nuestros pueblos”. (nº 396).
Nos preocupa enormemente el sistema económico neoliberal que se ha impuesto en el mundo. Estamos conscientes que la Santa Sede en diferentes oportunidades se ha manifestado contraria a los escándalos y abusos que este sistema financiero acarrea a millones de seres humanos. En este aspecto nos parece que ha sido débil la condena a lo que verdaderamente significa para los pobres y desempleados las brutales consecuencias de la crisis global financiera y lo que ocurre cuando la especulación financiera se refugia indemne en los paraísos fiscales causando aún más daño a las resentidas economías mundiales. Y, Jesús de Nazareth nos desafía a una conducta radicalmente opuesta; “no podeis servir a Dios y al dinero” (Mt. 6,24). La palabra que (Jesús) usa para decir (…)
Texto completo en la edición impresa del mes de mayo 2010
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