Los inversores extranjeros –entre los cuales, en primer lugar, figuran los bancos franceses y alemanes– poseen el 70% de la deuda griega. Una situación que coloca la política del país bajo la tutela de las instituciones financieras, y que podría extenderse a España, Italia o Portugal. Sin embargo, existe un medio de asegurar la soberanía de la deliberación política: renacionalizar la deuda.
Conforme a la lógica eterna de los falsos debates, el tumulto de comentarios suscitados por la crisis griega tuvo gran cuidado en mantener estanca la separación entre las preguntas que podían plantearse (inofensivas) y aquellas que no podían plantearse (más molestas). En particular, la pregunta sobre los modos de encarar la financiación del déficit público. Se trata de una cuestión que los tratados europeos se esfuerzan por declarar clausurada: esta financiación se hará exclusivamente sobre los mercados de capitales, bajo la tutela de los inversores internacionales, y de ningún otro modo. Sin embargo, la simple observación de los daños que surgen de la exposición de las finanzas públicas griegas a los mercados obligacionistas podría despertar algún interés por explorar soluciones menos desastrosas, como por ejemplo el recurso a la financiación monetaria del déficit.
Dicha observación también podría invitar a analizar el caso singular de Japón, un país tan enormemente endeudado… que quedó fuera de la crónica de las crisis de deuda soberana. Pues si se presta atención a la deuda griega, su saldo pendiente (270 mil millones de euros, es decir el 113% de su Producto Interno Bruto (PIB) en 2009, el 130% previsto para 2010) parece uno de los más modestos comparado con el de la deuda japonesa, cuyo coeficiente alcanzaría los 200 puntos de PIB en 2010, récord indiscutible entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). ¿Cómo se comprende que el poseedor de la deuda pública más importante del mundo, afectado además por la solvencia aparente (…)
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