En 2007, el mundo vivió en silencio una transformación histórica: desde ese año, más de la mitad de la población humana vive en ciudades. A lo largo de los siglos, el proceso de urbanización ha sido intermitente, pero siempre estuvo ligado a la división del trabajo y a la formación de clases, a la concentración del poder y del saber. La civilización urbana actual nace con la revolución industrial. Heredó sus contradicciones: en las ciudades, la segregación social margina a los pobres y el desarrollo vertical de urbes futuristas va de la mano del crecimiento horizontal de las villas miseria. Centros urbanos pensados como centros de negocios, las metrópolis se enfrentan por los flujos de capital y de mercaderías, creando burbujas inmobiliarias y atizando la protesta social.
La reestructuración urbana por “destrucción creadora” adquirió una dimensión planetaria. De Bombay a Pekín, pasando por Londres, Nueva York o París, muchos barrios populares bien ubicados son reacondicionados y sus antiguos habitantes despachados a la periferia en grupos de viviendas de baja gama para dejar lugar a un hábitat “de categoría”: sedes sociales, equipos culturales prestigiosos capaces de atraer a los inversores, promotores inmobiliarios, directores de sociedades, cuadros superiores y turistas adinerados. En resumen, “la villa miseria global entra en colisión con la obra de construcción global; una asimetría atroz que no puede ser interpretada sino como una forma flagrante de confrontación de clases”, concluye el geógrafo David Harvey. Por consiguiente, ¿hace falta deducir que, más allá de la aparición de nuevas disposiciones urbanísticas y arquitectónicas, la lucha secular entre dominantes y dominados por la conquista (o la reconquista) del espacio urbano se efectúa según una dinámica inmutable?...
Texto completo en la edición impresa del mes de mayo 2010
en venta en quioscos y en versión digital
E-mail: edicion.chile@lemondediplomatique.cl
Adquiera los periódicos y libros digitales en:
www.editorialauncreemos.cl