Diez años atrás, el 27 de noviembre de 2000, se iniciaba en Miami el juicio a cinco agentes cubanos infiltrados en el seno del exilio anticastrista en Estados Unidos. Aunque el poder de los medios de comunicación sobre la vida política ya no escapa a nadie, el proceso –que derivó en condenas desmesuradas– ilustra su injerencia en otro ámbito: el de la justicia.
¡Cien policías! Una operación digna de Hollywood para detener, el 12 de septiembre de 1998, en Miami, a cinco cubanos: Gerardo Hernández, Ramón Labañino, René González, Fernando González y Antonio (Tony) Guerrero. Le siguen dos días de interrogatorios ininterrumpidos, extenuantes, durante los cuales los detenidos no pueden ni lavarse ni afeitarse. El 14 de septiembre, con la ropa arrugada, las mejillas oscurecidas por la barba y el cabello revuelto, se los empuja frente a una multitud de fotógrafos. Es con esa “pinta” de delincuentes que aparecerían en la prensa a partir del día siguiente.
Ese mismo 14 de septiembre, en una conferencia de prensa, Héctor Pesquera, el jefe local del Federal Bureau of Investigation (FBI), se hace el importante: “Esta detención es un golpe significativo al gobierno cubano. Sus esfuerzos por espiar a Estados Unidos han sido desbaratados”. Pesquera miente. No le importa. Puede hacer lo que le dé la gana y lo sabe. Está en la República bananera de Miami...
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