No sólo el número de huelgas legales ha venido en aumento durante los últimos años y meses. Tras fuertes y simbólicos eventos, que van desde los efectos del terremoto, la huelga de hambre de los presos mapuche y el accidente minero de Copiapó, un espíritu de nuevas demandas y protestas agita el ambiente político, social y económico.
Existe la percepción, que tiene también una creciente base de constatación, de un mayor grado de movilización laboral, gremial y ciudadana. Un clima de mayor agitación social, que respondería a aquellos cálculos y suposiciones pergeñados por ciertas elites económicas durante los meses previos a la pasada elección presidencial: un gobierno de derecha encabezado por Sebastián Piñera sería piedra de toque de un ambiente de malestar social contenido durante los veinte años de la Concertación.
Esta teoría se basa en, al menos, dos supuestos. Pese al malestar social, las organizaciones laborales y de la sociedad civil tuvieron no sin esfuerzo y paciencia un grado de lealtad política con la Concertación, la que supo administrar de manera muy eficiente y hábil los conflictos sociales y laborales. La socialdemocracia, hemos leído en diversos autores y observado en los hechos, ha sido el mejor administrador de los activos y negocios de las corporaciones...
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