Puede parecer un contrasentido comenzar unas reflexiones sobre las relaciones entre desigualdad-igualdad poniendo un signo de interrogación sobre sus eventuales consecuencias para la vida en común de las sociedades. Sin embargo, en lo que se refiere a la cultura política pública chilena, se hace necesario como una forma de llamar la atención sobre esta dialéctica.
Llamar la atención para generar espacios de reflexión y concienciación conjunta, deliberante, en torno a sus causales más profundas y a sus eventuales remediales. Hoy, a pesar de las informaciones que se tienen, las desigualdades -para buena parte de nuestras elites, medios de comunicación y en la misma base social-, son todavía tema tabú. Más aún: para las elites de poder, en particular ligadas a la derecha política y económica, en buena medida las desigualdades son un producto de la naturaleza de las cosas (hay algunos más dotados, arriesgados, ingeniosos, y otros menos). El problema es la pobreza. Se trataría de que los pobres dejen de serlo, o de que lo sean menos. Sin embargo, los informes y datos entregados por buena parte de las instituciones internacionales acreditadas en esto, son alarmantes...
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