La revolución puede ser contagiosa. En una ciudad, una chispa: las barricadas del pueblo que exige un cambio de régimen. La protesta se extiende, alcanza un país vecino, pronto un continente. Europa, 1848.
La primavera comienza el 22 de febrero de 1848 en París. Como un modo de eludir la prohibición de reunirse y asociarse impuesta por la Monarquía de Julio, los partidarios de la reforma del sufragio censitario organizaban, desde julio de 1847, “la campaña de los banquetes”, donde los brindis se transformaban en discursos políticos. La campaña debía culminar en una manifestación en París; pero está prohibido. Sin embargo, los organizadores deciden mantenerla y fijan la fecha para el 22 de febrero. Un día antes renuncian al proyecto. Demasiado tarde: los participantes se reúnen y son recibidos por los fusiles. La velada termina en enfrentamientos.
A partir de entonces, los acontecimientos se desencadenan muy rápido. El 23 de febrero, los parisinos recorren las calles al grito de “¡Viva la reforma!” y “¡Abajo Guizot!” (presidente del Consejo de Ministros). Por la tarde, el rey acepta la renuncia de su ministro. Una vez más, es demasiado tarde: frente a los manifestantes que celebran la victoria, la guardia del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde reside François Guizot, dispara. En París se exhiben los primeros cadáveres, cargados en carretas...
Texto completo en la edición impresa del mes de julio 2011
en venta en quioscos y en versión digital
E-mail: edicion.chile@lemondediplomatique.cl
Adquiera los periódicos y libros digitales en:
www.editorialauncreemos.cl