En el Reino Unido, el escándalo provocado por las acciones del grupo de Rupert Murdoch reveló los vínculos deletéreos entre el periodismo, la policía y la política. En Estados Unidos, donde el multimillonario australiano posee numerosos canales de televisión, el papel del complejo mediático-financiero en la vida institucional crece aun más después de que un fallo de la Corte Suprema desreguló las inversiones de las empresas en las campañas electorales.
En vísperas de las elecciones de medio mandato de noviembre de 2010, al igual que el Mago de Oz cuando exclamaba “no presten atención al hombre detrás del telón”, Karl Rove, ex estratega de George W. Bush en la Casa Blanca y lobbysta, trataba de disimular lo más importante. Mientras el presidente Barack Obama acusaba a los republicanos de desvirtuar el escrutinio financiando a sus candidatos con cientos de millones de dólares provistos por multinacionales y millonarios conservadores, el ex asesor declaraba a los periodistas: “Obama está completamente equivocado cuando habla de manera obsesiva de la Cámara de Comercio, de Ed Gillespie y de mí. El presidente ya desperdició una de las últimas cuatro semanas de la campaña electoral hablando sólo de esta tontería”...
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