Un crimen contra la comunidad

“Nunca antes en la historia el bienestar de las naciones ha estado tan estrechamente vinculado a la calidad y el alcance de sus sistemas e instituciones de enseñanza superior”, (Conferencia Mundial sobre la Educación Superior, junio de 2003).

Si el 91,4% de las niñas y de los niños en Chile están escolarizados en nivel de enseñanza primaria, en la secundaria sólo lo está el 81,7 % de las y los jóvenes, y nada más que el 27,7 % logra alcanzar la educación superior. De quienes llegan al nivel de educación superior sólo el 36 % logra terminar la escolarización y de este porcentaje el 51 % pertenece a las capas más ricas de la sociedad, y el 9% a los sectores pobres; el 29 % son estudiantes provenientes de las ciudades y el 9 % de las zonas rurales.

Este es el éxito del tan mentado modelo de educación chilena. Un modelo que se jacta de haber ensanchado la incorporación a la educación universitaria y superior en Chile. Un estudio lo resume así: “El sistema universitario chileno es como un reactor fuera de control. Está creciendo en número de alumnos, a velocidades crecientes, sin que ningún pensamiento estratégico defina su tamaño, su costo y su nivel de calidad real”...