Veinte años después de la trágica desintegración de la República Federal Socialista de Yugoslavia (RFSY), la nostalgia por el antiguo Estado común es más fuerte que nunca en todas las repúblicas herederas. De Eslovenia a Macedonia, el “compañero Tito” sigue siendo objeto de un verdadero culto. ¿Qué representa ese sentimiento donde se mezclan la añoranza de un Estado fuerte, poderoso y respetado en el escenario internacional y los recuerdos idealizados de un socialismo “con rostro humano”?
En la primavera boreal de 2011, la estrella roja de los partisanos yugoslavos hizo su aparición en las monedas europeas. Eslovenia, el primer Estado de la ex Yugoslavia en incorporarse a la Unión Europea, y el primero de los “miembros nuevos” admitidos en 2004 que adoptó la moneda común, acuñó una moneda de dos euros con la efigie de Franc Rozman, apodado Stane, un famoso comandante partisano que falleció en 1944 en circunstancias dudosas. Esta iniciativa suscitó la indignación de la derecha eslovena, pero la moneda es ávidamente buscada por los coleccionistas y los “yugonostálgicos”, que siguen siendo igual de numerosos.
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