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Una escritora, un país

Irak, el grado cero de la patria

1. Monotonía de la patria Para mí, eso que llamamos patria no es un régimen alimentario: no alcanza con eliminar las grasas para poner en orden el corazón. Con la edad, al agravarse el mal, se empiezan a ignorar los consejos de los médicos y es uno mismo el que le hace mal, a esa patria, y entonces empiezan los remordimientos porque uno acaba por perderla. No me gusta mucho la palabra: me remite a una cosa que se ha reducido hasta volverse muy lejana, y que ya no me seduce. Prefiero la palabra “país”, que me ahorra el tener que pensar en esos hombres del Estado iraquí, el viejo y el nuevo, encerrados detrás del hormigón armado y los tanques estadounidenses, y cercados por un Tigris sometido.

Siempre me pregunté si sería posible ser patriota a medias. ¿Se podrá regular la cantidad de nostalgia, de amor y de fobia que uno siente por su patria igual que se regula la cantidad de azúcar en sangre? No hay nada más miserable que el amor en sentido único. En este caso, el de un ser solitario, un ciudadano quebrantado que se atraganta cuando pronuncia el nombre de su país. El amor no alcanza para hacer una patria. Aunque yo me peleo con la mía, todavía hay cosas –alejadas de todo concepto– que me siguen desconcertando. Es estúpido procurar teorizar sobre la patria, y descifrar su influencia está muy por encima de mis fuerzas. Cuando se la coloca bajo el signo de la perfección, nos despojamos de nuestro carácter humano. Pero, ¿qué es esta cosa cuyo secreto no llego a penetrar? ¿Es la justicia o es eso que compartimos todos, el cansancio de la patria? Sí, es eso: ese cansancio que tan a menudo siento en todos los miembros y que sin embargo no me ayuda a desapegarme...

Artículo completo: 321 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de octubre 2011
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Alia Mamdouh

Novelista iraquí. Luego de vivir en Beirut, Rabat y Londres se estableció en París donde intenta vivir con el recuerdo de un país aniquilado por la invasión estadounidense.

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